Al borde del precipicio y deuda p¨²blica
Ha tenido que estar al borde del precipicio la econom¨ªa planetaria para que los responsables de la misma no hayan tenido m¨¢s remedio que ponerse de acuerdo en lo fundamental y empezar a hacer Pol¨ªtica, con may¨²sculas. Definitivamente, los Estados, con el dinero p¨²blico, han decidido acudir en ayuda de los ag¨®nicos mercados. Estar al borde del precipicio significa ver de cerca la depresi¨®n, que es una forma m¨¢s aguda y duradera de la recesi¨®n global.
Los organismos multilaterales preanunciaban esta situaci¨®n. El ¨²ltimo informe del FMI, que correg¨ªa los pron¨®sticos de s¨®lo un mes antes, comenzaba del siguiente modo: "En las econom¨ªas avanzadas, el PIB interanual se contraer¨¢ en 2009. Es la primera vez que ocurre tal reducci¨®n desde la postguerra. En las econom¨ªas emergentes, el crecimiento sufrir¨¢ una disminuci¨®n apreciable".
El G-7 queda como un club de rancias familias que tuvieron posibles en el pasado
Nadie ha mencionado los l¨ªmites de d¨¦ficit
Lo m¨¢s difusamente perfilado es la reforma del sistema financiero
El ¨¦xito o fracaso de la cumbre del G-20 no se podr¨¢ certificar hasta que se vea la voluntad pol¨ªtica para aplicar aquello que se ha acordado y, en segundo lugar, la eficacia a la hora de ponerlo en marcha. Casi todo el mundo consider¨® acertado el plan Paulson cuando fue aprobado por el Congreso de EEUU, pero de entonces a hoy, los mismos que lo alabaron lo estiman fracasado: de los primeros 160.000 millones de d¨®lares aportados por el Tesoro, m¨¢s de la mitad ha ido al pago de dividendos de los bancos auxiliados. Adem¨¢s, ha cambiado de naturaleza: ya no se trata de comprar los activos t¨®xicos de la banca (dinero por basura), sino de recapitalizar las entidades financieras dando entrada al capital p¨²blico (nacionalizaciones).
En la reuni¨®n del G-20 se han producido dos desplazamientos muy significativos. Los mandatarios entraron en la Casa Blanca con la prioridad de reformar el sistema financiero internacional y han salido de la misma con la urgencia de instrumentar una nueva oleada de incentivos p¨²blicos para poner en marcha una econom¨ªa varada, lo que se traducir¨¢, en primer lugar, en programas de inversiones p¨²blicas masivas y, segundo, en una reducci¨®n selectiva de impuestos.
Aunque esos programas depender¨¢n de la situaci¨®n fiscal de cada pa¨ªs, n¨®tese que pr¨¢cticamente nadie ha mencionado de modo expl¨ªcito los l¨ªmites del d¨¦ficit y la deuda p¨²blica. Lo que hasta ayer era prioritario (unas herramientas ortodoxas) ha sido superado por los fines que se quieren obtener: una econom¨ªa que vuelva a su fase de expansi¨®n en forma de consumo y creaci¨®n de empleo.
El segundo desplazamiento ha sido el geopol¨ªtico. El G-7 (o el G-8) queda como un club de rancias familias que tuvieron posibles en el pasado. Recuerda a esos clubes ingleses de la nobleza en los que se reserva el derecho de admisi¨®n. Las naciones emergentes, sobre todo los pa¨ªses BRIC (Brasil, con un cada vez m¨¢s influyente Lula, Rusia, India y, sobre todo, China) demandan un lugar hegem¨®nico en cualquiera de las instituciones que se pretenden modificar: FMI, Banco Mundial, Foro de Estabilidad Financiera, etc¨¦tera. En la OMC ya rige el principio de un pa¨ªs, un voto.
En la asamblea de Washington ha habido dos grandes ausentes, cada uno en un extremo del arco del poder: en el ¨¢ngulo superior, el presidente electo de EEUU, Barack Obama; en el inferior, el continente africano, tan s¨®lo representado por Sur¨¢frica. Adem¨¢s de sus representantes en la reuni¨®n, Obama marc¨® el territorio al conceder una entrevista de radio al tiempo que se celebraba el G-20, en la que defini¨® la prioridad de las prioridades: la inmediatez de los planes de est¨ªmulo para las econom¨ªas de los ciudadanos y las empresas.
Obama resolvi¨® as¨ª un debate acad¨¦mico en el interior de EEUU: si este segundo paquete de est¨ªmulo, que complementar¨¢ el del pasado mes de febrero (por valor de 160.000 millones de d¨®lares) debe ser adoptado en el periodo de transici¨®n hasta que asuma la presidencia el 20 de enero, o habr¨¢ de esperar a ser una de las medidas iniciales de los primeros cien d¨ªas de mandato dem¨®crata. Obama quiere est¨ªmulos y los quiere ya. La situaci¨®n es equivalente en la mayor parte de los pa¨ªses.
Otro mensaje fuerte del G-20 es su renuencia al proteccionismo. Con ello no s¨®lo se lanza un aviso ejecutivo a los negociadores de la Ronda de Doha, encallada por en¨¦sima vez desde que se puso en marcha con la propia creaci¨®n de la OMC, sino que conecta con el esp¨ªritu pionero de Bretton Woods, en el a?o 1944.
Aquella Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas, convocada cuando a¨²n no hab¨ªa terminado la II Guerra Mundial, ten¨ªa como finalidad ¨²ltima que unos pa¨ªses no se volvieran a enfrentar a los otros mediante aranceles, prohibiciones e impedimentos al comercio, que muchas veces son la primera parte de un conflicto violento.
Las resoluciones sobre los tipos de cambio o el d¨®lar, la creaci¨®n de organismos como el FMI y el BM (EEUU se opuso a la OMC) eran instrumentos con un solo objetivo: un mundo en paz, despu¨¦s de la experiencia de la Gran Guerra, su conflictiva postguerra, la Gran Depresi¨®n de 1929 y el estallido de la ¨²ltima Guerra Mundial.
Parad¨®jicamente, lo m¨¢s difusamente perfilado en Washington es aquella materia para la que se convoc¨® la reuni¨®n: la reforma del sistema financiero internacional. De su comunicado final es dif¨ªcil desprender las prioridades. All¨ª est¨¢ una mezcla gelatinosa de todo lo que se hab¨ªa hablado previamente: la capitalizaci¨®n bancaria; la transparencia para evitar las operaciones fuera de balance, inentendibles para los clientes; una regulaci¨®n m¨¢s fuerte y global de todas las entidades del sector; los insultantes sueldos astron¨®micos de los ejecutivos, causantes del desastre; nuevas reglas contables de modo que los activos tengan valor de mercado; el conflicto de intereses, los abusos y la ausencia de regulaci¨®n de las agencias de calificaci¨®n de riesgos; la supervisi¨®n bancaria antic¨ªclica; el papel de los para¨ªsos fiscales, etc¨¦tera. Y tan s¨®lo un calendario indicativo para su aprobaci¨®n.
Los sherpas deber¨¢n acotar y poner orden y rigor a tal avalancha de ideas, para que en la pr¨®xima reuni¨®n, convocada por Gordon Brown como presidente del G-20, se comience a ejecutar la reforma global de las finanzas. Ello es muy urgente. Ya se sabe que el mundo de hoy es distinto, pero ?no hubiera sido m¨¢s ¨²til que, como ocurri¨® en 1944, los t¨¦cnicos no se levantasen de la mesa, hasta concretar esos principios y esas prioridades?
Por ¨²ltimo, el paradigma econ¨®mico que emerge de la reuni¨®n: un nuevo equilibrio entre el Estado y el mercado, sin que ninguna de las dos partes del binomio trate de ahogar a la otra, como ha sucedido en los ¨²ltimos 25 a?os de hegemon¨ªa de la revoluci¨®n conservadora. Lo m¨¢s pat¨¦tico de lo acontecido esta ¨²ltima semana ha sido el discurso de George Bush apelando a la econom¨ªa de mercado mientras nacionalizaba bancos y pon¨ªa en la cola de las ayudas estatales a las aseguradoras, empresas de tarjetas de cr¨¦dito, financieras, y quiz¨¢ hasta a las grandes empresas de construcci¨®n automovil¨ªstica.
Que sea pat¨¦tico no significa que no sea real: los neoliberales de ayer se han hecho hoy socialistas por conveniencia, pero volver¨¢n a decir que el Estado es el problema y el mercado la soluci¨®n en cuanto solucionen sus dificultades particulares, confundi¨¦ndolas con intereses generales. Como siempre han tratado de hacer.
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