Una Universidad de adultos
En estos d¨ªas de confusi¨®n universitaria, en los que muchos trampeamos como podemos con nuestras contradicciones y perplejidades, me ha sorprendido agradablemente el nuevo decreto por el que se regulan las pruebas de acceso a la Universidad para el curso 2010-2011. La sorpresa proviene de la incorporaci¨®n de pruebas especiales para mayores de 45 a?os y de un nuevo acceso a la ense?anza superior mediante acreditaci¨®n de experiencia laboral o profesional. Hasta ahora, como sabemos, exist¨ªa una v¨ªa considerada m¨¢s o menos extraordinaria para mayores de 25 a?os. De hecho, las universidades reservan muy pocas plazas para este tipo de personas, consideradas de alguna manera an¨®malas en una ense?anza pensada para una etapa vital que idealmente ocupaba la franja de 18 a 23 a?os. El estereotipo de estudiante que sigue predominando en el imaginario de la Universidad es la persona que llega a la instituci¨®n de ense?anza superior tras superar su etapa de adolescencia y de formaci¨®n previa, lista para recibir la buena nueva del conocimiento que se atesora tras los viejos muros del alma m¨¢ter. De esta manera, tras esos a?os de formaci¨®n, la hip¨®tesis es que uno quedar¨ªa listo para un futuro profesional que de alguna manera se imagina vinculado a su especializaci¨®n. Todo el sistema educativo est¨¢ recibiendo las sacudidas del cambio de ¨¦poca. Y la Universidad ha tratado de adaptarse a trav¨¦s de la diversificaci¨®n de titulaciones y la proliferaci¨®n de todo tipo de posgrados. Pero el acceso a los cursos de grado o de licenciatura sigue estando muy vinculado a una l¨®gica de edad y de filtro previo v¨ªa estudios de ESO y bachillerato.
En Catalu?a hay casi 60.000 alumnos que acuden a escuelas de adultos, pero son muy pocos los que estudian en la Universidad
Las cifras del curso 2006-2007 nos muestran una clara discriminaci¨®n a favor de los estudiantes considerados est¨¢ndar. As¨ª, mientras que en las pruebas de acceso a la Universidad normales superaron las pruebas cerca del 90% de los presentados, en el caso de los mayores de 25 a?os s¨®lo uno de cada tres presentados logr¨® superar la prueba. Ello es el resultado de una visi¨®n residual y perif¨¦rica de la relaci¨®n de la Universidad con el mundo de los adultos y de la l¨®gica del aprendizaje a lo largo de la vida. Los profesores de las escuelas de adultos son tratados de manera discriminatoria en relaci¨®n con sus colegas de los institutos de bachillerato. Apenas si se les permite participar en todo el proceso de elaboraci¨®n y realizaci¨®n de las pruebas, y disponen de menos tiempo para la preparaci¨®n de las pruebas, ya que sus alumnos empiezan m¨¢s tarde y se examinan antes. S¨®lo muy recientemente algunas universidades han empezado a relacionarse con las escuelas de adultos tratando de encontrar canales de colaboraci¨®n y de trabajo conjunto. Queda a¨²n mucho por hacer para la normalizaci¨®n de este asunto.
En este sentido, el nuevo decreto es una buena noticia. Las p¨¦simas cifras de los niveles educativos de nuestros adultos son bien conocidas y seguimos estando en los ¨²ltimos lugares en cualquier an¨¢lisis de long life learning de los que realiza la OCDE o la Unesco. La nueva regulaci¨®n propone que se abra una v¨ªa especial para los mayores de 45 a?os. Los candidatos deber¨¢n superar una prueba de conocimiento de la lengua o lenguas, y un comentario de texto o desarrollo de un tema de actualidad. Asimismo deber¨¢n realizar una entrevista que acabar¨¢ decantando su posibilidad de acceso. De esta manera se busca facilitar la incorporaci¨®n de personas que decidan de manera tard¨ªa incorporarse a la Universidad, lo cual es cada vez m¨¢s probable, dada la gran ampliaci¨®n de personas que llegan a edades significativas con un ¨®ptimo nivel de salud y con ganas de emprender nuevas actividades, quiz¨¢ largamente aplazadas. La otra gran novedad, para m¨ª particularmente positiva, es la que establece la posibilidad de incorporaci¨®n a la Universidad de personas mayores de 40 a?os que, sin poseer ninguna titulaci¨®n acad¨¦mica que les habilite para acceder a la Universidad por las v¨ªas convencionales, puedan acreditar una experiencia laboral y profesional relevante para una ense?anza concreta. Ser¨¢n las universidades las que deber¨¢n ordenar esta cuesti¨®n, para acreditar y reconocer esa experiencia, lo que, de conseguirse, habilitar¨ªa a esa persona para, tras una entrevista, acceder a los estudios que quiera realizar. Estamos ante una tard¨ªa pero positiva incorporaci¨®n de Espa?a al conjunto de los pa¨ªses m¨¢s avanzados del mundo que desde hace a?os han tratado de flexibilizar los criterios de la ense?anza superior para facilitar que personas con alto nivel de conocimientos y habilidades puedan ver reconocidas y estimuladas sus aptitudes en las aulas universitarias. La capacidad de relacionar pr¨¢ctica y reflexi¨®n, caso y categor¨ªa, puede as¨ª verse enormemente reforzada para beneficio personal y colectivo.
En los ¨²ltimos tiempos, ha aumentado la presencia de alumnos en las aulas de las escuelas de adultos. Son cerca de 60.000 los alumnos en Catalu?a. Pocos si los comparamos con los cerca de 25.000 del Pa¨ªs Vasco, que como sabemos tiene una poblaci¨®n que representa el 30% de la poblaci¨®n catalana. Necesitamos m¨¢s y mejor educaci¨®n de adultos en el pa¨ªs. Y la nueva normativa puede ayudar a ello. Por otra parte, y en clave m¨¢s ego¨ªsta, me gustar¨ªa pensar que esos cambios puedan ir situando a la universidad en una realidad bastante menos complaciente y aislada que la que ha predominado en los ¨²ltimos tiempos. Creo que si aprovechamos bien estas oportunidades, podemos combinar la tan manoseada excelencia acad¨¦mica con la menos practicada labor de compromiso social y servicio p¨²blico. Son una peque?¨ªsima minor¨ªa los adultos que hoy pueblan las aulas universitarias. Y no creo que nos venga mal, tanto a alumnos como a profesores, tenernos que enfrentar al reto de interactuar con personas llenas de experiencia y con deseos de buscar respuestas a interrogantes largamente almacenados. Sin un mayor enraizamiento en nuestra realidad social, ni nuestra b¨¢sica labor docente ni nuestra capacidad investigadora tendr¨¢ mucho sentido.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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