?Da?ar¨¢ el gasto de hoy a la econom¨ªa de ma?ana?
Hay ahora mismo un intenso debate sobre lo din¨¢micos que deber¨ªan ser los intentos del Gobierno de EE UU por invertir la marcha de la econom¨ªa. Muchos economistas, entre los que me incluyo, est¨¢n pidiendo una gran expansi¨®n fiscal que impida que la econom¨ªa entre en ca¨ªda libre. A otros, sin embargo, les preocupa el lastre que unos grandes d¨¦ficit presupuestarios puedan suponer para las generaciones futuras.
Pero quienes se preocupan por el d¨¦ficit est¨¢n completamente equivocados. En las condiciones actuales, no hay que sacrificar lo que es bueno a largo plazo por lo que lo es a corto plazo; una expansi¨®n fiscal fuerte mejorar¨ªa realmente las perspectivas econ¨®micas a largo plazo.
Quienes piensan que una expansi¨®n fiscal hoy ser¨¢ mala para generaciones futuras se equivocan
Construir carreteras y desarrollar nuevas tecnolog¨ªas har¨¢ m¨¢s rico a EE UU a largo plazo
La afirmaci¨®n de que los d¨¦ficit presupuestarios empobrecen a la larga la econom¨ªa se basa en la creencia de que los pr¨¦stamos adquiridos por el Gobierno excluyen a la fuerza la inversi¨®n privada: que el Gobierno, al emitir grandes cantidades de deuda, impulsa al alza los tipos de inter¨¦s, lo que hace que las empresas sean reacias a invertir en nuevas plantas y equipos, lo cual, a su vez, reduce la tasa de crecimiento econ¨®mico a largo plazo. En circunstancias normales, este argumento tendr¨ªa mucho a su favor.
Pero ahora mismo las circunstancias son de todo menos normales. Plant¨¦ense lo que suceder¨ªa el a?o que viene si la Administraci¨®n de Obama cediese ante los halcones del d¨¦ficit y redujese la escala de sus planes fiscales. ?Har¨ªa esto que bajasen los tipos? Est¨¢ claro que no conducir¨ªa a una disminuci¨®n a corto plazo de los tipos de inter¨¦s, que est¨¢n m¨¢s o menos controlados por la Reserva Federal. La Reserva ya est¨¢ manteniendo esos tipos tan bajos como le es posible -pr¨¢cticamente a cero- y no variar¨¢ su pol¨ªtica a menos que vea alguna se?al de que la econom¨ªa amenaza con recalentarse. Y esa perspectiva no parece realista por el momento.
?Y qu¨¦ hay de los tipos a m¨¢s largo plazo? Estos tipos, que ya est¨¢n en su nivel m¨ªnimo desde hace medio siglo, son principalmente el reflejo de los tipos a corto plazo que se esperan para el futuro. La austeridad fiscal podr¨ªa hacerlos bajar a¨²n m¨¢s, pero a costa de generar expectativas de que la econom¨ªa siga profundamente deprimida durante mucho tiempo, lo cual reducir¨ªa la inversi¨®n privada en lugar de incrementarla.
La idea de que, cuando la econom¨ªa est¨¢ deprimida, una pol¨ªtica fiscal r¨ªgida reduce de hecho la inversi¨®n privada no es simplemente un razonamiento hipot¨¦tico: es exactamente lo que sucedi¨® en dos episodios hist¨®ricos importantes.
El primero tuvo lugar en 1937, cuando Franklin Roosevelt cometi¨® el error de seguir los consejos de quienes se preocupaban por el d¨¦ficit en aquella ¨¦poca. Redujo radicalmente el gasto del Gobierno recortando a la mitad la inversi¨®n en la Administraci¨®n para la Mejora del Trabajo y subiendo los impuestos, entre otras cosas. El resultado fue una grave recesi¨®n y una ca¨ªda pronunciada de la inversi¨®n privada.
El segundo episodio tuvo lugar en Jap¨®n 60 a?os despu¨¦s. En 1996 y 1997, el Gobierno japon¨¦s intent¨® equilibrar su presupuesto recortando el gasto y subiendo los impuestos. Y, de nuevo, la recesi¨®n que provoc¨® indujo una ca¨ªda pronunciada de la inversi¨®n privada.
Para que quede claro, no estoy argumentando que tratar de reducir el d¨¦ficit presupuestario sea siempre negativo para la inversi¨®n privada. Se puede afirmar razonablemente que la moderaci¨®n fiscal de Bill Clinton en los a?os noventa contribuy¨® a alimentar la gran explosi¨®n de la inversi¨®n que se produjo en EE UU durante esa d¨¦cada, la cual, a su vez, llev¨® a una recuperaci¨®n en el crecimiento de la productividad.
Lo que hizo que la austeridad fiscal fuese tan mala idea tanto en los EE UU de Roosevelt como en el Jap¨®n de los a?os noventa fue el hecho de que se daban unas circunstancias especiales: en ambos casos, el Gobierno dio marcha atr¨¢s frente a una trampa de la liquidez, una situaci¨®n en la que, a pesar de que la autoridad monetaria hab¨ªa recortado los tipos de inter¨¦s todo lo posible, la econom¨ªa segu¨ªa funcionando muy por debajo de su capacidad.
Y ahora nos encontramos ante la misma clase de trampa, y por eso quienes se preocupan por el d¨¦ficit est¨¢n fuera de contexto.
Una cosa m¨¢s: la expansi¨®n fiscal ser¨¢ todav¨ªa mejor para el futuro de EE UU si una gran parte de ella se lleva a cabo en forma de inversi¨®n p¨²blica: construcci¨®n de carreteras, reparaci¨®n de puentes y desarrollo de nuevas tecnolog¨ªas, todo lo cual har¨¢ m¨¢s rico al pa¨ªs a largo plazo.
?Deber¨ªa el Gobierno mantener indefinidamente una pol¨ªtica de grandes d¨¦ficit presupuestarios? Desde luego que no. Aunque la deuda p¨²blica no es tan mala como mucha gente cree -b¨¢sicamente, es dinero que nos debemos a nosotros mismos-, a la larga, el Gobierno, al igual que los particulares, tiene que compensar sus gastos con sus ingresos.
Pero ahora mismo tenemos un d¨¦ficit b¨¢sico en el gasto privado: los consumidores est¨¢n redescubriendo las ventajas del ahorro en el mismo momento en que las empresas, quemadas por los excesos del pasado e incapacitadas por las dificultades del sistema financiero, est¨¢n recortando sus inversiones. Ese desfase terminar¨¢ por corregirse, pero, hasta que lo haga, el gasto del Gobierno debe cargar con el muerto. De otro modo, la inversi¨®n privada, y la econom¨ªa en su conjunto, se hundir¨¢n a¨²n m¨¢s.
Resumiendo: la gente que piensa que una expansi¨®n fiscal hoy ser¨¢ mala para las generaciones futuras se equivoca radicalmente. La mejor l¨ªnea de actuaci¨®n, tanto para los trabajadores de hoy como para sus hijos, es hacer todo lo que haga falta para poner esta econom¨ªa en el camino hacia su recuperaci¨®n. -
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