Deflaci¨®n: ?la puntilla de la recesi¨®n?
Mientras nuestras autoridades se afanan primordialmente en aliviar la asfixia financiera de bancos y grandes empresas, el asunto se les est¨¢ yendo de las manos, pues la naturaleza del problema se est¨¢ transformando por momentos. Casi sin sentir, el meollo econ¨®mico est¨¢ dejando de ser la recesi¨®n para adentrarse en el cenagoso terreno de las peores pesadillas econ¨®micas: implosi¨®n crediticia, trampa de la liquidez y deflaci¨®n.
El fr¨ªo de la recesi¨®n y su densa niebla constituyen el h¨¢bitat propicio para que haga acto de presencia el espectro de la deflaci¨®n, una situaci¨®n de ca¨ªda general de los precios de bienes y servicios en el tiempo. En la zona euro, los precios industriales han ca¨ªdo un 0,8% en octubre, un 0,4% si excluimos energ¨ªa y construcci¨®n. La perspectiva din¨¢mica es a¨²n m¨¢s aterradora: desde agosto, los precios industriales, sin energ¨ªa y construcci¨®n, han ca¨ªdo en Alemania y Reino Unido (0,2%), Francia (0,4%) e Italia (0,9%). ?Qu¨¦ ha ocurrido en Espa?a? El desplome ha sido a¨²n mayor, el 1,1%. Pero, adem¨¢s de los precios industriales, han ca¨ªdo tambi¨¦n los precios del petr¨®leo y materias primas, y todo ello ha propiciado la ca¨ªda en octubre de los precios de algunos bienes de consumo, como alimentos (0,1%) y transportes (2,6%).
Cuando la banca absorbe toda la liquidez el Gobierno debe acelerar las acciones de gasto p¨²blico
Si tuvi¨¦semos perspectivas de una recesi¨®n corta, estos s¨ªntomas ser¨ªan insuficientes en s¨ª mismos para concluir que nos encontramos en la antesala de la deflaci¨®n. Adem¨¢s, las disminuciones de precios no son necesariamente perniciosas si se producen como consecuencia de incrementos de productividad, y en eso consiste precisamente la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo. Si se mantiene, equivaldr¨¢ a un shock de oferta positivo, es decir, a un aumento de la productividad. De ah¨ª que la deflaci¨®n inducida por estas razones deba ser bienvenida.
Sin embargo, los pr¨®ximos meses conoceremos probablemente un empeoramiento de la recesi¨®n en profundidad y duraci¨®n, como subraya el FMI en el informe sobre Espa?a (Consulta del Art¨ªculo IV). Las l¨®bregas expectativas de inversores y consumidores deprimir¨¢n la demanda, acentuando la ca¨ªda de los precios del inmobiliario (8,7% en 2008), de la industria del autom¨®vil y, quiz¨¢ tambi¨¦n, del comercio minorista. Si as¨ª fuese, en primavera estar¨ªa ya en puertas el infierno, la deflaci¨®n, una espiral infernal que se retroalimenta y que, al posponer las compras en espera de precios futuros inferiores, deprime el gasto discrecional de familias y empresas.
La deflaci¨®n es un pozo ciego en el que no debemos caer. Arthur Cecil Pigou, destacado economista cl¨¢sico de los a?os treinta, se?al¨® que para un nivel dado de masa monetaria (M), la ca¨ªda de precios (P) aumenta los saldos monetarios reales (M/P), los cuales forman parte de la riqueza de las familias y, por tanto, estimulan su consumo (efecto Pigou). Sin embargo, en situaci¨®n de deflaci¨®n la distribuci¨®n de riqueza entre acreedores y deudores perjudica a estos ¨²ltimos pues la deuda que tienen que devolver contiene mayor poder de compra y, dado que los deudores tienen mayor propensi¨®n a consumir que los acreedores, ello debilita el consumo.
Como no estamos en v¨ªsperas de mejoras sustanciales de productividad, y las familias espa?olas est¨¢n muy endeudadas, nos enfrentamos a un desplome de la demanda acompa?ado de un profundo pesimismo de consumidores e inversores, a una peligrosa implosi¨®n crediticia (credit crunch) y la subsiguiente rarefacci¨®n del flujo crediticio a las empresas.
Diagnosticar cabalmente la implosi¨®n crediticia exige conocer si los cr¨¦ditos bancarios se han vuelto m¨¢s escasos y caros debido a que los bancos han dejado de conceder cr¨¦ditos a prestatarios solventes, o si ya no conceden cr¨¦ditos a malos prestatarios. Si, como creo, prevalece en estos momentos la primera posibilidad, entonces la afluencia de capitales promovida por el Gobierno y dirigida hacia la banca para su recapitalizaci¨®n ser¨¢ ineficaz, pues no aumenta los cr¨¦ditos a la econom¨ªa solvente, detrae recursos de otros sectores y estrangula la demanda de inversi¨®n de las empresas. Ello afecta negativamente al paro y disminuye la demanda de consumo, lo cual genera una ca¨ªda de la demanda de mano de obra y de masa salarial.
Conjurar la deflaci¨®n en Espa?a y otros pa¨ªses de la zona euro exige que el Banco Central Europeo abandone su f¨¦rvida pol¨ªtica de rigor monetario entendida como rigor mortis. Tambi¨¦n requiere que mire menos hacia Alemania y focalice su atenci¨®n en reducir el Eur¨ªbor instrumentando medidas como, por ejemplo, la penalizaci¨®n de los dep¨®sitos de los bancos en el BCE remuner¨¢ndolos a tipos inferiores a los actuales. El se?or Trichet se enfrenta a un nuevo dilema: gestionar una pol¨ªtica monetaria que sea eficaz tanto para pa¨ªses con inflaci¨®n como para otros en grave peligro de deflaci¨®n, como Espa?a. Le guste o no, el BCE no tiene alternativa: agotar el escaso margen de maniobra del que a¨²n dispone y recortar dr¨¢sticamente los tipos a niveles muy bajos, y cuanto antes mejor.
Seguramente ello ser¨¢ insuficiente para reactivar la demanda, porque en situaciones de implosi¨®n crediticia la pol¨ªtica monetaria suele ser ineficaz, pues la transmisi¨®n de los impulsos monetarios no funciona con normalidad. Adem¨¢s, con tipos cercanos al cero podr¨ªamos encontrarnos al borde de la trampa de la liquidez, si es que no estamos ya de lleno en ella. Con tipos nominales pr¨®ximos al cero, la pol¨ªtica monetaria ser¨ªa incapaz de estimular la demanda mediante reducciones adicionales de tipos de inter¨¦s. Aun as¨ª, el BCE tendr¨ªa varios caminos para expandir la demanda. Uno de ellos es influir en las expectativas de los tipos de inter¨¦s futuros a corto plazo. Para ello tendr¨ªa que anunciar su decisi¨®n de mantener los tipos a corto plazo en niveles muy bajos durante mucho tiempo. As¨ª influir¨ªa sobre los tipos a largo plazo y, con ello, en las decisiones de consumo e inversi¨®n.
La habilidad de los Gobiernos para analizar la econom¨ªa siempre ser¨¢ imperfecta, pero un diagn¨®stico precoz y atinado de la deflaci¨®n nos ahorrar¨ªa ir a remolque de los acontecimientos. El Gobierno deber¨ªa ser m¨¢s proactivo y anticipar los cambios antes de verse envuelto en ellos. Su falta de reflejos para actuar con prontitud, su pasividad y su confianza, vac¨ªa de contenido y sin fundamentar, en un futuro rosa, hacen m¨¢s probable que caigamos en el agujero negro de la deflaci¨®n. Entre otras razones, porque las acciones de pol¨ªtica econ¨®mica se transmiten al sector real con dilatados desfases temporales.
Cuando la banca absorbe toda la liquidez que se le facilita, el Gobierno deber¨ªa acelerar las acciones de gasto p¨²blico antes de que la financiaci¨®n mediante deuda empiece a constituir un problema. El anuncio del presidente del Gobierno de aumentar el gasto en inversi¨®n p¨²blica respeta la regla de oro de las finanzas p¨²blicas, estimula la demanda y ayuda a ahuyentar el espectro de la deflaci¨®n. Pero el gasto social, aunque sea ¨²til para mantener el consumo, es ineficaz si acaba transformado en puras rentas, como son, por ejemplo, las ayudas a j¨®venes para alquileres. Ser¨ªa necesario actuar en sectores donde dicho gasto se transforma en demanda efectiva, seleccionar bien las obras p¨²blicas como los trasvases, el AVE y centrales nucleares y aligerar las reglas de contrataci¨®n p¨²blica.
La Comisi¨®n Europea podr¨ªa tambi¨¦n ayudar flexibilizando las reglas de mercados p¨²blicos y prestando atenci¨®n a las opiniones del comisario Almunia, quien hace poco dcc¨ªa: "Deberemos dar un est¨ªmulo suplementario desde el punto de vista presupuestario, tanto tiempo como la recesi¨®n est¨¦ presente". En situaciones cr¨ªticas como la actual, no deber¨ªa esgrimirse el Pacto de Estabilidad y Crecimiento como un argumento v¨¢lido para impedir la financiaci¨®n de estos proyectos, y habr¨ªa que dejarlo vivir en el limbo hasta que la situaci¨®n se normalice.
Pero sobre todo, sobre todo..., diagn¨®stico precoz, acci¨®n anticipatoria y abandono del optimismo ciego del Gobierno que se agarra a la bajada de precios y tipos como al clavo ardiendo que puede "mejorar" la situaci¨®n de las familias y las empresas.
Manuel Sanchis i Marco es profesor de Econom¨ªa Aplicada de la Universitat de Val¨¨ncia.
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