Medicinas
Tengo una amiga que ha vendido su melena para que un oriental se haga un sedoso implante en el pecho y tal vez aun m¨¢s abajo. Con lo que sobre le regalar¨¢ a su padre pelitos para las orejas. Es la sociedad de mercado, de dos necesidades nace una fortuna. Es evidente que mi amiga ley¨® Mujercitas. La cultura, como bien se sabe, ampl¨ªa el abanico de posibilidades. Tambi¨¦n las matem¨¢ticas nos consuelan. Dec¨ªa el gran c¨®mico y temible intelectual Richard Prior que lo mejor de las relaciones interraciales era su capacidad multiplicadora. Todo negro pensaba que val¨ªa al menos para contentar a dos blancas y toda blanca pensaba que val¨ªa al menos por dos negros y as¨ª todo el mundo sal¨ªa ganando.
Ni que decir tiene que a Richard Prior lo meter¨ªan hoy en la c¨¢rcel por decir tales cosas, a otro incomod¨ªsimo intelectual jud¨ªo llamado Lenny Bruce lo encarcelaron por menos. La nada global nos obliga a decirlo todo con mucho cuidado, y el humor sufre. Los tab¨²es mientras tanto se multiplican. Desde que Oprah Winfrey ha sustituido a Harold Bloom como gur¨² literario, los libros son todav¨ªa m¨¢s cursis. Harold Bloom se manejaba entre las verdades del barquero con petulante solemnidad; Oprah, en cambio, ha inventado una sensibilidad nueva que condena a la literatura al saloncito de las buenas intenciones.
La pol¨ªtica mientras tanto sufre una enfermedad muy parecida. Se impone la presunci¨®n de bondad frente a la crueldad del an¨¢lisis. Nadie quiere pagar el precio de la lucha. De ah¨ª que palabras vac¨ªas como repudia, condena o solidaridad le ganen d¨ªa a d¨ªa el terreno a la acci¨®n efectiva. Frente al horror hay que disponer de un arsenal suficiente de comunicados. Mensajes navide?os despose¨ªdos de capacidades reales que ponen el alma a resguardo sin arriesgar un solo paso. Si la medicina siguiera las pautas de la pol¨ªtica, estar¨ªamos ya todos muertos. Se condenar¨ªa el c¨¢ncer, se repudiar¨ªa la gripe, se mostrar¨ªa el m¨¢s firme apoyo con los que sufren la injusticia del dolor de muelas, pero el armario de las medicinas permanecer¨ªa cerrado.
Afortunadamente, los m¨¦dicos no se presentan a la reelecci¨®n y se dedican a luchar contra las enfermedades, no a opinar sobre ellas. No hay posiciones morales contra la peste. Conviene recordar que en los hospitales s¨®lo entra Dios cuando los m¨¦dicos ya han fracasado, o cuando han llegado, con las armas en la mano, al l¨ªmite de sus capacidades.
Por aligerar este comentario y no provocar conclusiones err¨®neas, me veo obligado a a?adir, aunque es evidente, que las armas de la medicina son las de los ¨¢ngeles buenos y que su batalla es la vida, no la muerte.
Frente al horror habr¨ªa que desplegar los mapas del conflicto y dejarse la vista en las l¨ªneas que conforman cada una de las trincheras y habr¨ªa que revisar la historia y la proyecci¨®n de cada una de las posiciones de beligerancia. Habr¨ªa que sopesar los intereses en juego y las estrategias que defienden dichos intereses.
Atribuir o atribuirse una raz¨®n no es tenerla, y volviendo al quir¨®fano, la raz¨®n, por s¨ª sola, no cura.
Mientras dividimos el mundo entero entre culpables y m¨¢rtires, los ni?os mueren. No soy tan listo como para aventurar las soluciones definitivas a cada conflicto (todo conflicto est¨¢ hecho de razonables posiciones opuestas y a menudo excluyentes), pero espero al menos ser capaz de levantar una banderita que sustituya la palabra paz y otras grandes palabras vac¨ªas por la necesidad de un an¨¢lisis riguroso, el reconocimiento, por doloroso que sea, de lo ya sucedido, y las posibilidades reales de avance.
El pragmatismo tiene muy mala prensa, pero lo que hace que la gente salga de un hospital mejor de lo que entr¨® no es lo mucho que repudian los m¨¦dicos la enfermedad, sino lo que hacen por curarla.
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