"Le mir¨® a los ojos y lo ejecut¨®"
El asesinato de un portero de discoteca en Madrid remueve el turbio mundo de la delincuencia en torno a los locales de ocio
El sem¨¢foro se puso en rojo y Juan Carlos Pe?a Enano detuvo su Porsche Carrera negro. Eran las dos de la tarde y la calle estaba llena de gente. Un hombre con un ch¨¢ndal gris y la cabeza rapada se acerc¨® hasta la ventanilla del conductor y le descerraj¨® tres balas a bocajarro.
Ese 30 de noviembre de 2004, el jefe de Los Miami, un hombre que hab¨ªa hecho muchos amigos en muy poco tiempo, salv¨® la vida de milagro. Pero perdi¨® una pierna. De vez en cuando, cuenta la leyenda policial, regresa a Espa?a para ajustarse la pr¨®tesis en un consultorio ortop¨¦dico de confianza en Chamart¨ªn, el mismo barrio madrile?o donde fue tiroteado.
Esa aparici¨®n intermitente, casi fantasmag¨®rica, es el ¨²nico vestigio de la principal banda de matones que existi¨® en la ¨²ltima d¨¦cada en Madrid. El resto, todos los que, como Carlos El Cuchillos (el asesino de un portero rumano el pasado lunes), dicen que pertenecen a ese clan, como m¨ªnimo, exageran. "Los Miami son ahora una marca. Una franquicia. Puede ser que en alg¨²n momento esos delincuentes hubieran trabajado con ellos. Pero la banda ya no existe", explica un ex alto mando policial al frente de las investigaciones del crimen organizado en Espa?a durante a?os.
"Los Miami no existen ya. S¨®lo es una marca que usan algunos matones"
"Hay que limpiar su nombre. Cata no era un mafioso", afirman sus amigos
"Alrededor de los porteros se maneja el mundo de la delincuencia"
Los Miami, que volvieron a sonar el a?o pasado cuando la actriz Ana Obreg¨®n pidi¨® a su guardaespaldas que les localizara para encargarles un trabajo, nacieron a finales de los noventa. Recib¨ªan ese nombre porque sus miembros se dedicaron a traer autom¨®viles Corvette desde Florida y luc¨ªan unas cazadoras con las inscripciones Miami en la solapa.
Entre el gimnasio y las puertas de las discotecas, supieron relacionarse con la gente de la noche, de la far¨¢ndula. Consiguieron medrar en un mundo a resguardo de la luz del d¨ªa en el que est¨¢ permitido que futbolistas, fiscales, jueces, polic¨ªas y sus confidentes, estrellas del coraz¨®n y porteros de discoteca sean conocidos. Un escenario ambientado con una intensa fragancia a perfume, relojes de oro y coches de lujo. Pero que desprende un hedor irresistible a fracaso cuando se acercan los primeros rayos de la ma?ana.
Los Miami cumpl¨ªan con precisi¨®n los encargos. Por eso eran los mejores engordando las cifras negras del delito, cr¨ªmenes entre delincuentes como cobros de deudas, palizas y extorsiones, que, por supuesto, nunca llegan a denunciarse. Pero se fueron metiendo en asuntos de narcotr¨¢fico, seg¨²n fuentes policiales, y tuvieron peleas internas que los llevaron a su extinci¨®n. Uno de los hermanos Pe?a Enano, Iv¨¢n, ingres¨® en prisi¨®n por asesinato. Otro de los lugartenientes de la banda termin¨® montado un concesionario de coches. Y seg¨²n la polic¨ªa, la ¨²ltima vez que se vio en Espa?a a Juan Carlos, jefe del clan, fue rodeado de una legi¨®n de escoltas b¨²lgaros.
Y es probable que alguno de ellos fuera de la banda de Rafi Venian, conocido como Ivo, El B¨²lgaro. Ellos son los sucesores de Los Miami, al menos en cuanto a leyendas urbanas y apariciones en la prensa. Este nutrido grupo de ciudadanos del Este trabaja para la empresa Apolo Check, propiedad del jefe del clan. Lo suyo es la seguridad en discotecas. Como manda el oficio, todos son un prodigio en cuestiones de envergadura y m¨²sculo. Y en la ¨²ltima semana, especialmente su jefe, han llenado las p¨¢ginas de la cr¨®nica negra madrile?a. Primero, por una investigaci¨®n de la Guardia Civil que los relacionaba con personajes vinculados al caso Guateque -el esc¨¢ndalo de corrupci¨®n de funcionarios en la concesi¨®n de licencias en el Ayuntamiento de Madrid-, la Operaci¨®n Bloque y el narcotr¨¢fico. Luego, el asesinato de Catalin Stefan, portero rumano, hombre de confianza y amigo personal de Ivo, hizo el resto para que el foco de la actualidad no se despegara m¨¢s de ellos.
La madrugada del pasado lunes, Carlos Monge, de 26 a?os, con antecedentes por tenencia de armas, municiones, explosivos, amenazas, coacciones, lesiones y robo con fuerza, apodado Cuchillos por su habilidad y propensi¨®n al manejo de armas blancas, se present¨® en la entrada de la discoteca Heaven, en pleno centro de Madrid. Pas¨® el primer control de la puerta, donde se encontraba Dan, un fornido portero rumano. Baj¨® unas escaleras y se top¨® con Cata, hombre de extrema confianza de Ivo.
Y ah¨ª se acab¨® el trayecto. El rumano le pidi¨® que se marchara. Seg¨²n cuentan sus compa?eros, "debi¨® reconocer al Cuchillos" de alguna otra trifulca. Hubo un ligero forcejeo. Carlos Monge se meti¨® la mano en el bolsillo del abrigo. Empu?¨® la Glock 9 mil¨ªmetros que llevaba, y sin sacarla de la chaqueta comenz¨® a disparar, seg¨²n los testigos. Cuatro proyectiles alcanzaron a Cata. Uno mortal en el cuello. Qued¨® tendido en el suelo mientras la gente sal¨ªa en estampida de la discoteca. El asesino tambi¨¦n. Pero lo hizo tranquilamente. Con las manos todav¨ªa en los bolsillos. Apretando la mano que empu?aba la culata de su pistola.
Cuando los chicos de Ivo se dieron cuenta, salieron detr¨¢s del asesino de su compa?ero. Ellos y el relaciones p¨²blicas del local, Alejandro Mu?oz Rojas Marcos. Seg¨²n la versi¨®n ofrecida por tres porteros de la discoteca, El Cuchillos se puso a disparar por la calle Arenal. Luego dobl¨® por una calle y trat¨® de coger un taxi. No pudo. Albo, Dan y Rojas Marcos le rodearon. ?l levant¨® el arma.
"Como un profesional, con el brazo recto apoyado sobre el antebrazo del otro", recuerda Dan, en un casi perfecto espa?ol, y gesticulando ¨¦l tambi¨¦n como un experto. Les apunt¨® dos veces a cada uno. Como en una especie de sorteo macabro que se ceb¨® con el relaciones p¨²blicas del local. "Le mir¨® a los ojos y lo ejecut¨®. Es lo m¨¢s cruel que he visto en mi vida", recuerda Dan.
La persecuci¨®n continu¨®. El asesino sali¨® corriendo y Albo, otro de los porteros, menos corpulento, pero m¨¢s ¨¢gil, se fue detr¨¢s de ¨¦l. El Cuchillos ya hab¨ªa consumido las 12 balas m¨¢s la de la rec¨¢mara de su Glock. Pero ese d¨ªa sali¨® de fiesta con un cargador de recambio. Estuvo unos segundos escondido para cambiarlo. Luego sigui¨® corriendo e intent¨® entrar en su coche, aparcado en una plaza cercana. Cuando met¨ªa la llave en la cerradura, Albo salt¨® encima de ¨¦l. Quiso derribarle. Pero el Cuchillos se dio la vuelta y le dispar¨® dos veces. Uno de los proyectiles le alcanz¨® en el hombro, pero encontr¨® el camino de salida por la espalda. "No ca¨ª al suelo en ning¨²n momento", explica con cierto orgullo. "Pero me apart¨¦ porque llegaba la polic¨ªa". Varios agentes enca?onaron al asesino, que termin¨® rindi¨¦ndose.
La noche del jueves, sentados alrededor de una mesa de un despacho de abogados, Nasco, Albo y Dan recordaban a su amigo Cata. "S¨®lo queremos que se limpie su nombre. ?l no era un mafioso. Ha dejado una viuda y dos hijas peque?as. Con su vida salv¨® la de mucha otra gente", se esmeraba en recordar uno de sus compa?eros. Ninguno de ellos pod¨ªa contener las l¨¢grimas.
Todo el mundo que conoce a Cata y a sus amigos dice lo mismo: "No es que sean unos angelitos, pero no son unos mafiosos. Son extranjeros que trabajan duro para sobrevivir". Nadie de los que le hablan bien de ellos, sin embargo, pone la mano en el fuego al cien por cien. Puede que alguna vez, dicen, hayan tenido que ver con alg¨²n cobro de una deuda. "Pero no son mafiosos".
Todos ellos asistieron a la boda el pasado abril de Ivo. Tambi¨¦n lo hizo el juez de Coslada Carlos Nogales, imputado por coacciones a una testigo en el marco de la Operaci¨®n Bloque. La causa fue archivada, pero se le impuso una falta muy grave. "Nogales es un buen tipo. Le gusta mucho salir de noche", cuenta un conocido suyo. "?Y la boda? Hab¨ªa m¨¢s gente: fiscales, subinspectores de polic¨ªa, pol¨ªticos... ?Qu¨¦ hay de malo en ello?".
Probablemente nada. Pero en aquella ¨¦poca, Ivo, Cata y Nasco ya ten¨ªan el tel¨¦fono pinchado por la polic¨ªa, y la Guardia Civil espiaba la boda. Ya se les consideraba unos tipos peligrosos desde el asunto de Gand¨ªa, un extra?o secuestro que hab¨ªa acabado con las fotos de los tres en las p¨¢ginas de los peri¨®dicos, a principios del a?o pasado. Unos meses antes, el 6 de septiembre de 2007, un tipo fornido con la cara deformada y el cuerpo ensangrentado llegaba tambale¨¢ndose a una gasolinera de Toledo. Unos obreros que trabajaban cerca lo vieron y llamaron a la Polic¨ªa Local, que atendi¨® al herido.
Era Malin Stefanev, un b¨²lgaro que dijo haberse escapado de unos hombres que lo ten¨ªan secuestrado en una finca abandonada. Los agentes de la Guardia Civil recogieron la denuncia en el hospital donde Malin fue atendido, pero no hicieron mucho caso. Malin aparec¨ªa en las bases de datos como un conocido delincuente, con antecedentes por robo, tr¨¢fico de drogas, extorsi¨®n y varias identidades y su historia, adem¨¢s, tiene algunas contradicciones. El b¨²lgaro desapareci¨® del hospital y no se supo nada de ¨¦l durante d¨ªas, pero sus secuestradores siguieron con la historia y llamaron a un amigo de Malin, un ruso llamado Darek, para pedirle un rescate: "900.000 euros si quieres verlo vivo", le dijeron.
Darek acudi¨® a la polic¨ªa. Ellos s¨ª se metieron en el caso. Escucharon las llamadas de los secuestradores al tel¨¦fono de Darek y descubrieron que las hac¨ªan desde un tel¨¦fono p¨²blico. Concertaron una cita con los delincuentes en el Hipercor de Alcal¨¢ de Henares y all¨ª los GEO arrestaron a los tres chantajistas, los tres espa?oles. Pero la polic¨ªa segu¨ªa buscando a los que consideraba los jefes de la banda, seg¨²n la declaraci¨®n de Malin. El b¨²lgaro hab¨ªa aparecido d¨ªas antes y hab¨ªa se?alado en comisar¨ªa las fotograf¨ªas de tres hombres a los que acusaba del secuestro: Ivo, el b¨²lgaro, Cata y Nasco. "Cuando nos enteramos de que los buscaban, ellos estaban en Bulgaria", dice uno de los abogados de Ivo, Antonio Abella, "as¨ª que les dijimos que vinieran y que se presentaran ante el juez". Lo hicieron. Malin les se?al¨® en una rueda de reconocimiento. El juez de Gand¨ªa, que todav¨ªa instruye el caso, no lo vio claro y los dej¨® en libertad.
Las contradicciones en el relato de Malin son demasiadas. En su primera declaraci¨®n dijo que hab¨ªa estado retenido en una finca de Denia, pero lo cierto es que estuvo a 40 kil¨®metros de all¨ª, en Gand¨ªa. Y cuando vio la foto de Ivo, le describi¨® como un hombre fornido y grande, de 1,80 metros. Ivo est¨¢ cuadrado, pero mide 1,67. En la casa abandonada se encontraron muestras de ADN. Ninguna de ellas pertenec¨ªa a los miembros de la banda.
La semana pasada, Ivo se pase¨® por los plat¨®s de televisi¨®n y apareci¨® en la portada de alg¨²n peri¨®dico para atribuir esta rocambolesca imputaci¨®n a un presunto inter¨¦s de algunos agentes de polic¨ªa por hacerse con el negocio de la seguridad en los locales de ocio nocturno. Su negocio. Un d¨ªa despu¨¦s de esas declaraciones, este peri¨®dico desvel¨® que Asuntos Internos investiga a un polic¨ªa por ser el responsable de la seguridad del Balc¨®n de Rosales, el local donde muri¨® el joven ?lvaro Uss¨ªa, a manos de los porteros.
"As¨ª es el mundo de la noche", como una y otra vez sus protagonistas insisten en invocarlo. El capit¨¢n Paco de la Guardia Civil, un agente ajeno a toda esta historia, tuvo que describir ese mundo durante su comparecencia en la comisi¨®n de investigaci¨®n de los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004:
"El de los porteros de discoteca en Madrid es un mundo muy sui g¨¦neris; dan seguridad a los locales de moda y en torno a ellos se maneja un mundo de delincuencia que est¨¢ apareciendo todos los d¨ªas en los medios de comunicaci¨®n. En la noche de Madrid se mueve mucha delincuencia: b¨²lgaros, polacos, rumanos, delincuentes, tr¨¢fico de drogas, tr¨¢fico de pastillas, de hach¨ªs. Ese es el mundo de Raf¨¢ [Zouhier, condenado por el 11-M], pero no s¨®lo el suyo". Es el mundo de Ivo, de Cata, de quienes les asesoran, del juez Nogales, de Los Miami, de gente del coraz¨®n. No es un Madrid tan desconocido. S¨®lo hay que esperar a que se haga de noche.
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