El prof¨¦tico viaje de Robert Frank al coraz¨®n de EE UU
Una muestra en Washington revive 'The americans', obra magna del fot¨®grafo
Los ojos del planeta entero miraron esta semana hacia Washington DC, donde dos millones de estadounidenses se reunieron para recibir a su nuevo presidente. Era un material soberbio para capturar fotogr¨¢ficamente un momento en la historia de un pa¨ªs. El caso hizo que en esa misma ciudad se inaugurara al mismo tiempo una exposici¨®n dedicada a la obra magna de Robert Frank, The americans. Y algunos de esos mismos estadounidenses del siglo XXI que poblaron estos d¨ªas las calles de Washington, acudieron a la National Gallery of Art para ver c¨®mo un fot¨®grafo suizo captur¨® la esencia de su pa¨ªs hace ahora cincuenta a?os y cuyas im¨¢genes, pese al paso del tiempo, est¨¢n cargadas de contenidos casi visionarios.
Frank (Zurich, 1924), consigui¨® una beca de la Fundaci¨®n Guggenheim en 1955 para viajar por Estados Unidos y, seg¨²n explica ¨¦l mismo en aquella solicitud, "observar y documentar la civilizaci¨®n nacida aqu¨ª y que luego se ha extendido a otras partes". Su viaje le llev¨® del Nueva York de los rascacielos al Detroit de la entonces naciente industria del autom¨®vil, de esa California que ya se rend¨ªa ante las celebrities a los contrastes racistas del sur del pa¨ªs. Dispar¨® 27.000 fotograf¨ªas a lo largo de casi dos a?os, recorriendo en coche, el nuevo dios de la Am¨¦rica de entonces, m¨¢s de 16.000 kil¨®metros.
Con aquel material Frank edit¨® en 1959 un libro con 83 im¨¢genes, The americans, prologado por el escritor Jack Kerouac, que se convirti¨® en uno de los mayores referentes de la fotograf¨ªa documental del siglo XX. Visto con ojos del siglo XXI, sorprende c¨®mo este artista supo concentrarse en temas a los que nadie miraba de frente entonces y que se convertir¨ªan en esenciales en las d¨¦cadas posteriores de la vida de Estados Unidos. Su obra documenta sin estr¨¦pito, pero con fuerte humanidad, el racismo, la cultura del consumo o el culto al autom¨®vil, tres conceptos a los que precisamente en los ¨²ltimos meses la evoluci¨®n de la historia les ha dado su mayor bofetada. Son im¨¢genes que transmiten cierto desasosiego, como ese tranv¨ªa donde los blancos se asoman por las ventanas frontales y los afroamericanos por las de atr¨¢s, o esos trabajadores fuera de foco en una cadena de montaje en Detroit, ciudad que hoy simboliza, mejor que ninguna otra, el declive econ¨®mico de un imperio.
En una turbadora imagen tomada en Nuevo M¨¦xico, Robert Frank inmortaliz¨® unos distribuidores solitarios de gasolina sobre los que se eleva un cartel de neones que dice Save (ahorre, pero tambien es el verbo salvar). La iron¨ªa de la foto, vista desde la perspectiva de hoy, con todos los problemas energ¨¦ticos vinculados al consumo de petr¨®leo, resulta de lo m¨¢s prof¨¦tica, como todo este libro cuyo 50 aniversario no podr¨ªa haber llegado en mejor momento.
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