Pensar deprisa
Todo parece perdido, pero las cosas mejoran. No s¨¦ qu¨¦ es m¨¢s bonito, si estar esperando el autob¨²s y que llegue Dios, o estar esperando a Dios y que llegue el autob¨²s.
Tambi¨¦n tenemos una ministra que habla mal porque piensa deprisa. El acento es lo de menos, los acentos no confunden la expresi¨®n. Lo curioso del asunto es que alguien presuma de pensar mejor, o m¨¢s deprisa, de lo que habla. Resulta evidente que la expresi¨®n es la materia del pensamiento. No se puede pensar m¨¢s all¨¢ de la expresi¨®n, porque el pensamiento es verbal. No se puede cocinar bien sin cocinar. Cocinar es elaborar. Yo mismo ser¨ªa campe¨®n del mundo de nataci¨®n sincronizada si fuese capaz de nadar y sincronizarme. No entro aqu¨ª a juzgar la labor de dicha ministra al frente de su nevado ministerio, tendr¨ªa que estudiar con cuidado y atenci¨®n las competencias exactas de su trabajo y el alcance de sus responsabilidades, pero parece poco probable que alguien piense mejor de lo que habla. Y sin embargo es muy com¨²n encontrarse con ese muro d¨ªa a d¨ªa en el territorio de los conflictos personales, sociales o intercontinentales. Se dice "No s¨¦ expresar lo que pienso", como si tal cosa fuera posible. Y con la misma moneda se desestima un discurso elaborado con una de esas razones que al parecer el alma tiene guardadas en el s¨®tano de las intuiciones.
Cuando Borges nos recuerda que Lugones escribe: "Las virtudes no bastan sin los milagros", est¨¢ certificando la necesidad del pensamiento, no la existencia de los milagros mismos.
En ese autob¨²s en el que viaja Dios (a veces), viaja adem¨¢s mucha gente que sabe que la idea de que Dios existe, existe sin lugar a dudas. Y mucha gente que sabe que la idea de que Dios no existe, existe tambi¨¦n sin duda alguna.
Ayer mismo le¨ª en un diario de informaci¨®n deportiva las declaraciones de cierto agente sobre un supuesto fichaje de un futbolista concreto. No existe negociaci¨®n alguna, declaraba el buen hombre, pero el rumor va por buen camino.
No se puede decir menos, mejor.
Tambi¨¦n Kierkegaard en su Diario de un seductor comenzaba una de sus anotaciones con la siguiente frase ejemplar: "Hoy he recogido el fruto del rumor que yo mismo he extendido, me he enamorado de cierta jovencita".
En los talleres literarios se encuentra uno con frecuencia a aquellos y aquellas que saben ya lo que quieren escribir, pero a¨²n no saben c¨®mo. Es una mala manera de empezar. El proceso de la escritura es la escritura, no hay nada en el fondo del alma de nadie que merezca ser contado. Lo mismo se puede decir de todas las mujeres y los hombres desnudos, que tendr¨¢n s¨®lo la magnitud que les otorgue nuestro deseo. Los procesos son las cosas, y la ministra que piensa deprisa y habla mal, probablemente piense tan mal como habla. Ni m¨¢s deprisa ni m¨¢s despacio. Lo siento por la ministra en cuesti¨®n, pero cuando la nieve o la mierda llegan al ventilador, a todos nos cae al menos un copo.
Pensar deprisa es lo que hacen tambi¨¦n (y tan bien) el hombre del bigote mutante y ese extra?o pajarito feliz y cruel que preside la Comunidad de Madrid. S¨®lo as¨ª se explica que sean capaces de manejar el reloj de la historia a su antojo. Resulta cuando menos una paradoja interesante que est¨¦ prohibido viajar en el tiempo hasta la Espa?a del treintaynueve, pero que se pueda ir y volver alegremente del Par¨ªs del sesentayocho para estrangular la bohemia con sus propias bufandas.
En la derecha espa?ola, a veces prima la imaginaci¨®n sobre la memoria y a veces vence la memoria a la imaginaci¨®n.
Como en ese chiste en el que un hombre sentado en la plaza de un pueblo, y tras o¨ªr dos campanadas, est¨¢ seguro de que es la una, porque lo ha o¨ªdo dos veces.
Puestos a pensar despacio, tambi¨¦n se podr¨ªa dudar de la existencia de los autobuses, pero como todo lo que se imagina se necesita, junto a la parada y con este fr¨ªo, nos ha de preocupar siempre m¨¢s la puntualidad que la existencia.
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