La generaci¨®n sin armario
Es posible que los peces gordos de Telecinco no se hayan enterado. Pero Macarena, Maca, Fern¨¢ndez, pediatra de Hospital Central, la teleserie decana de la casa, es un icono para ciertas chicas espa?olas. Maca es guapa. Competente. Carism¨¢tica. Y lesbiana. Roc¨ªo Fern¨¢ndez no se pierde un cap¨ªtulo. No los mira en la tele de su casa, donde vive con sus padres. Prefiere verlos sola. Por eso se los baja de Internet. Fue en cualquier parte, con el port¨¢til acunado en el regazo, donde la adolescente Roc¨ªo visualiz¨® c¨®mo quer¨ªa ser de mayor.
"Gracias a la historia de amor entre Maca y Esther vi que es posible amar a otras mujeres, casarse, ser madre con otra, tener ¨¦xito y respeto social. Que esto es natural y bonito, que no eres un bicho raro ni tienes que sufrir por ello. Maca me ayud¨® a salir de mi propio armario, el de mi familia y el del mundo".
Roc¨ªo tiene 21 a?os, estudia Ingenier¨ªa de Obras P¨²blicas y es lesbiana. No lo va pregonando. Tampoco lo oculta. Vive como siente, punto. Ellas han tenido a Maca. O a Diana, la devoramujeres de Siete vidas. O a Lindsay Lohan, ex novia adolescente de Am¨¦rica, hoy pareja de la dj Samantha Ronson. Los chicos, a Fidel, el chaval hipersensible de A¨ªda. Al comunicador estrella Jes¨²s V¨¢zquez. O al mism¨ªsimo Fernando Grande-Marlaska, juez de la Audiencia Nacional, aconsejando en las vallas el uso del preservativo a los hombres que, como ¨¦l, tienen relaciones sexuales con otros hombres.
Todos, ellos y ellas, han visto el cielo abrirse ante sus ojos con s¨®lo teclear la palabra gay o lesbiana seguida del nombre de su ciudad en Internet. La nueva generaci¨®n de homosexuales espa?oles ha crecido con referentes. Espejos donde mirarse. Ejemplos en los que reconocerse. Y derechos adquiridos. Roc¨ªo estren¨® su mayor¨ªa de edad en 2005, el a?o en que se aprob¨® la ley de matrimonio de personas del mismo sexo. El cuarent¨®n Marlaska no tuvo esa suerte.
Su se?or¨ªa lo confesaba ante los chavales de un instituto madrile?o. "Tuve clara mi orientaci¨®n sexual desde muy joven, pero perd¨ª 25 a?os de mi vida afectiva por la ley del silencio. Hasta los 35 a?os no lo reconoc¨ª ante el mundo". Marlaska y muchos de sus coet¨¢neos han pasado su juventud apolill¨¢ndose en el ropero. Entre otras cosas porque hasta los ochenta no se derog¨® la Ley de Peligrosidad Social, que consideraba delincuentes a los homosexuales. Algunos, habituados a una confortable reclusi¨®n privada o reprimidos por la intolerancia social, han elegido quedarse a vivir dentro. La generaci¨®n de Roc¨ªo no est¨¢ dispuesta a perderse nada.
Criados en la cultura de la inmediatez, acostumbrados desde beb¨¦s a pedir y que se les conceda, los nuevos gays y lesbianas no conciben esperar para empezar a vivir como son. Sin alardes, sin complejos. Por eso cada vez son m¨¢s los que deciden contarlo en casa en cuanto ellos mismos lo tienen claro. Cuando se produce su despertar sexual. Cuando se enamoran. Cuando se lo pide el cuerpo. Aunque sufran. Aunque duela. A ellos y a los suyos. Una vez que descerrajan el armario de casa, el resto es m¨¢s sencillo de franquear. El problema pasa a ser de los dem¨¢s. De quien no les acepta. Pagado el peaje de la confesi¨®n de su diferencia, suelen ponerse el mundo por montera.
Nadie dijo que fuera f¨¢cil. Ni gratis. No es casual que casi todos los que aqu¨ª dan la cara sean universitarios urbanos. El grado de visibilidad de los j¨®venes gays es directamente proporcional a su extracci¨®n social, su nivel de estudios y el n¨²mero de habitantes de su localidad. El 9,1% de los escolares de secundaria se declara homosexual. Pero la homosexualidad es la primera causa de acoso en los institutos, seg¨²n los colectivos gays. Uno de cada tres chicos cambiar¨ªa de pupitre si supiera que su compa?ero es gay. Un 90% del alumnado cree que lesbianas y gays son peor tratados que los dem¨¢s. Y lo m¨¢s terrible: un tercio de los suicidios juveniles tiene su causa en la dificultad para asumir o ejercer en libertad la propia orientaci¨®n sexual, si se extrapolan los datos de un estudio del Instituto de la Salud de Francia.
"Maric¨®n' es la palabra m¨¢s usada en el instituto, vale para todo", confirma ?lex Quesada, de 21 a?os, estudiante de Comunicaci¨®n. "Yo sufr¨ª acoso. No concretamente por gay, sino por ser el pringao, el d¨¦bil, y encima delicado. Me machacaban. A los 13 a?os me atra¨ªan los chicos, pero tambi¨¦n algunas chicas. Estaba en pleno desarrollo de mi sexualidad. Lo que m¨¢s teme un adolescente es el rechazo, quedarse aislado, y yo estaba cagado". Quesada pas¨® a?os "emparanoiado". Ya no tiene miedo.
"En casa me pillaron mirando p¨¢ginas de t¨ªos en Internet. La reacci¨®n de mis padres fue negarlo, aplazar el conflicto: 'Es una etapa, ya se te pasar¨¢', dijeron. Pero no se me pas¨®". As¨ª que a los 16 a?os se plant¨® delante de sus progenitores -profesionales liberales- y les solt¨®: "Esto no es una etapa ni quiero que lo sea. Yo soy as¨ª, esto es lo que hay". Tras esa fachada de seguridad, ?lex temblaba. "El miedo al rechazo depende de lo que te importe la persona. Y no lo hubo. Sospecho que mi madre lo sab¨ªa. Ellas lo saben. Y que a mi padre no le hizo ni puta gracia. Les cost¨® asumirlo, supongo que es normal, son generaciones distintas. Nadie les prepar¨® para tener un hijo homosexual".
Estamos en una cafeter¨ªa de barrio. Las se?oras de al lado est¨¢n fascinadas. El local est¨¢ casi vac¨ªo, pero Quesada ha escogido este velador codo con codo con ellas. No tiene nada que ocultar. "Tampoco creo que haya que ir diciendo: 'Hola, me llamo ?lex y soy gay'. Para empezar, se me nota".
-?En qu¨¦?
-?No ves c¨®mo cojo el cigarro? Adem¨¢s, tengo espejos en casa. De chaval no ten¨ªa tanta pluma. Pero cuando sales del armario te quitas la losa y act¨²as con naturalidad.
Quesada estudi¨® en el instituto Duque de Rivas, de Rivas-Vaciamadrid. Fue all¨ª donde el juez Marlaska confes¨® su pasado en el armario. ?lex abri¨® el suyo con la llave de Internet. "Es el gran aliado", dice. "Ah¨ª conoc¨ª a los primeros chicos. No puedo imaginar la vida de los que ten¨ªan que ir a un cine o bar de ambiente para ver gente como ellos. Esa sordidez me la he ahorrado".
El horizonte termin¨® de despej¨¢rsele al acabar la ESO. "En el insti hay mucho cafre. Manda la masa, y la masa es heterosexual. Fuera tambi¨¦n, pero incluso en los ambientes m¨¢s retr¨®grados la homofobia es pol¨ªticamente incorrecta. En otros, ser gay es hasta chic". La cultura, el arte y la moda son algunos de esos ¨¢mbitos. Las facultades de Audiovisuales, como la de ?lex, tambi¨¦n. "Claro que hay gente de mi generaci¨®n dentro del armario. Me parece leg¨ªtimo. A m¨ª se me qued¨® peque?o: apestaba a naftalina".
Marta G¨®mez no ha estado un minuto dentro. Ni siquiera el mes que dur¨® lo que esta estudiante de Comunicaci¨®n de 22 a?os llama su "lucha interna". "En el instituto empec¨¦ a fijarme en chicas", relata. "Vi que las personas que me atra¨ªan eran de mi sexo. Para m¨ª no fue una opci¨®n consciente. Soy as¨ª. Pero la sociedad te empuja a ser heterosexual. T¨² eres la primera que lo consideras raro. Primero te planteas que c¨®mo vas a ser lesbiana; como mucho, bisexual. Hasta que lo vas asumiendo, aceptando, y entonces viene otro problema: dec¨ªrselo a los tuyos".
La madre de Marta no se desmay¨® cuando su hija de 14 a?os le confes¨® sus sentimientos. Carmen Garrido, de 56 a?os, lleva d¨¦cadas oyendo cuitas de adolescentes en los colegios donde ha ejercido de psic¨®loga. Ahora ten¨ªa trabajo en casa. "Algo hab¨ªa notado. Ten¨ªa otro tipo de antenas adem¨¢s de las de madre", confirma. Marta ha invitado a sus padres a la entrevista. "Al principio cre¨ªmos que pod¨ªa ser la ambivalencia de la adolescencia. Le dijimos que no se pusiera etiquetas, que viviera abierta a evolucionar de una forma u otra. Nosotros estuvimos alerta, presentes sin presionar, hay que tener paciencia. Te preocupa que sufra, que la hieran. Pero a un hijo no se le ponen condiciones. No es tuyo, es una persona".
Marta tom¨® el consejo al pie de la letra. Sigui¨® su vida. Libre. Sin miedo. Empez¨® a llevar amigas a casa. A invitar a sus novias -"soy de relaciones largas"- a los eventos familiares. La fuerza de los hechos y la costumbre hicieron el resto. Ahora las cosas est¨¢n claras. Para todos. "La sorpresa de los allegados es gradual y se supera", dice Mariano, su padre, un consultor de 50 a?os. "Somos una familia unida que acepta a la gente como es".
-Disculpen que se lo diga, pero parecen ustedes unos padres de anuncio.
-Soy consciente de que nuestro caso puede no ser mayoritario. Tengo compa?eros que me dicen marica porque me doy crema de manos. Mentir¨ªa si dijera que no tenemos cierta inquietud: esto no lo acepta todo el mundo. Somos cat¨®licos, y la manifestaci¨®n de los obispos contra el matrimonio gay nos ofendi¨® profundamente.
Marta conoce su suerte. "Mi pareja est¨¢ a¨²n en proceso de cont¨¢rselo a sus padres". Ella no se esconde, pero tampoco se exhibe. En el instituto no lo cont¨® a nadie. "Si te insultaban por sacar buenas notas, imag¨ªnate por lesbiana". Luego lo ha dicho a quien m¨¢s le importa. "Al resto, ?para qu¨¦?". Lo que s¨ª ha hecho es colgar en YouTube la presentaci¨®n de Vidas de cristal helado (Atlantis), la novela que escribi¨® a los 18 a?os. La protagoniza una chica lesbiana que vive en Reata, "un sitio en el que no puedes ser t¨² mismo". Alguien que no tuvo su suerte.
La exposici¨®n en Internet es el activismo particular de Marta. "S¨¦ que tenemos libertad gracias a la lucha de los mayores. Pero yo soy diferente. No he tenido esa amargura. Vivo con alegr¨ªa. Eso tambi¨¦n es activismo".
Ella es una 'nativa digital'. Forma parte de la generaci¨®n que no recuerda el mundo sin Internet. Para la que la Red es el medio natural. La frontera se sit¨²a en torno a la treintena. Los mayores son ya inmigrantes digitales. El 83% de los j¨®venes espa?oles son usuarios de redes sociales. Gays y lesbianas las usan el doble que los heterosexuales, seg¨²n la firma MediaMetrix. Internet bulle de testimonios arcoiris. Lesbianas y gays que se confiesan a la ciudad y al mundo. "Viviendo a pleno, sintiendo por primera vez, experimentando, sexualidad, 17 a?os, gilipollez, adolescencia", declara un tal Mikami en su perfil personal (creciendodeprisa) en Blogspot. Tambi¨¦n los hay colectivos.
En cuanto acabe esta reuni¨®n, sus asistentes colgar¨¢n las fotos en YouTube, Tuenti, Facebook, MySpace y Fotolog. As¨ª levantan acta los activistas digitales. Autoafirm¨¢ndose. Dej¨¢ndose ver. Poni¨¦ndose a un golpe de rat¨®n de quien lo desee. Estamos en la Facultad de Arquitectura. Un grupo de chicos y chicas ocupan el aula. Son estudiantes de teleco, inform¨¢tica, aeron¨¢utica, derecho. Y miembros de Arc¨®poli, la asociaci¨®n LGTBH (Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales y Heterosexuales) de las universidades Polit¨¦cnica y Complutense de Madrid.
Creada en 2004, Arc¨®poli es una asociaci¨®n innovadora. Gays y lesbianas; homos y heteros trabajando -"y divirti¨¦ndose"- juntos. "No somos feministas, ni machistas, ni de un partido ni otro, sino un grupo de iguales luchando por la igualdad", dice Rub¨¦n L¨®pez, ingeniero de telecomunicaciones. L¨®?pez, de 29 a?os, se cre¨ªa "el ¨²nico maric¨®n de ingenier¨ªa" cuando vio un cartel de Arc¨®poli. "Tenemos referentes, s¨ª, pero nos faltan arquitectos/as, ingenieros/as, m¨¦dicos/as, y no s¨®lo actores o artistas", dice. "Aqu¨ª estamos, somos profesionales fuera del armario. Algo se mueve y no tiene vuelta atr¨¢s".
Araceli Cuevas y Esther Mart¨ªnez conocen sus derechos y los ejercen. A sus 26 a?os, llevan tres casadas. No fue un impulso. Llevaban 10 a?os de noviazgo. Cuevas y Mart¨ªnez practican "activismo de hecho". No creen que declararse lesbianas sea parte de su intimidad. "Decir en el trabajo que vas con tu mujer a una casa rural es activismo puro y duro. Intimidad ser¨ªa contar qu¨¦ hacemos en la cama". Esther y Araceli tambi¨¦n pasaron su "calvario". Cuando supieron lo suyo, sus padres las llevaron al psic¨®logo "a ver qui¨¦n estaba equivocado". "Yo te he parido y s¨¦ lo que sientes", le dijo a Esther su madre. "Se le pas¨® cuando me pregunt¨® si yo lo sent¨ªa como una putada de la vida y le respond¨ª que soy m¨¢s feliz de lo que nunca imagin¨¦. Ah¨ª se acab¨® el drama".
"Hay que entenderlos. Para ellos es un marr¨®n, es un trauma decir a todos que tu hijo es homosexual. Cuando t¨² sales del armario, les metes a ellos", confirma Roc¨ªo. "En sus expectativas no entra que su hijo sea gay. Creen que no tendr¨¢n nietos, que su ¨¢rbol geneal¨®gico se seca, pero como te quieren, lo acaban aceptando", zanja Araceli.
Gritos, l¨¢grimas y, al final, un abrazo. Muchos describen as¨ª el momento en que confiesan a sus padres su homosexualidad. Duele, pero compensa, dicen. A todos. "Esta generaci¨®n es la m¨¢s planificada de la historia", aporta Gerardo Meil, soci¨®logo y autor del ensayo Relaciones entre padres e hijos en la Espa?a actual (La Caixa, 2006). "Son los reyes de la casa. Las relaciones dentro de la familia han cambiado. Hay que negociar antes de llegar al conflicto porque los lazos ya no se suponen para toda la vida, se pueden romper. Ese abrazo significa: 'Eres diferente, pero te integramos'. Los padres saben que o les aceptan o les pierden".
Omar Hossain no olvida el achuch¨®n de su padre en la hora de la verdad. El se?or Hossain fue el ¨²ltimo en enterarse. A Omar le atra¨ªan los chicos desde el parvulario. "Ten¨ªa un instinto sexual fuerte, pero esperaba que se me fuera. Hasta que pens¨¦: 'Joder, ?qu¨¦ va a ser de m¨ª? Esto no se me quita".
Hossain, hijo de padres separados, sigui¨® el itinerario habitual: Internet, primeras citas, primeros amores. Fue saliendo del armario de amigo en amigo. "Seg¨²n lo iba diciendo, me sent¨ªa mejor". Hasta que, a los 19 a?os, estudiando fuera de casa, se confes¨®. Primero a su madre, por tel¨¦fono. Despu¨¦s a su padre, mientras iban en coche. "No dijo nada. Sali¨® en una gasolinera y al volver me abraz¨®. ?l es musulm¨¢n. Me dijo que mi vida era m¨ªa. Hasta hoy", dice Omar, de 23 a?os. S¨®lo lamenta el tiempo perdido. "Sal¨ª tarde y no pierdo un minuto. Tengo derecho a disfrutar de mi sexualidad".
Silvia y Neus Sanchis son artistas y tienen 23 a?os. Se apellidan igual, pero no son familia. A¨²n. Planean casarse. Tener hijos: "Uno cada una". Por ahora viven juntas en un piso que pagan con los 210 euros de la renta de emancipaci¨®n del Gobierno. Todo esto en Ontinyent, un pueblo valenciano de 45.000 habitantes. Silvia y Neus son novias desde los 16. Sobrevivieron al aqu¨ª huele a tortilla del instituto. Confesaron su amor a sus padres: "En pareja es m¨¢s f¨¢cil: una apoya a la otra". Recibieron el correspondiente abrazo. Y pusieron tierra de por medio.
En Barcelona, donde estudiaron, vieron el cielo abierto. "Viv¨ªamos juntas. Hab¨ªa locales, librer¨ªas, gente como t¨² por la calle. Hizo falta irse para poder volver". Est¨¢n de nuevo en casa. "Nos fuimos huyendo y volvimos para pagarles la huida a nuestros padres", dice Neus. "Se lo deb¨ªamos", confirma Silvia. "Si no, el muerto siempre estar¨ªa aqu¨ª. Ya lo hemos llorado juntos y estamos en paz".
Su cuarto est¨¢ lleno de autorretratos. Una bella durmiente Silvia recibe el beso de la princesa Neus. Las dos en la cama, hechas un ovillo de piernas y brazos. Su obra completa est¨¢ en Internet (silviayneus.com). No hay que salir para ver a esta pareja visible.
Carmen Hern¨¢ndez siente "alegr¨ªa y envidia". Hern¨¢ndez, de 34 a?os, es la coordinadora de pol¨ªticas l¨¦sbicas del hist¨®rico colectivo FELGTB. "Hay un cambio generacional brutal. Yo ya no pill¨¦ Internet de adolescente. Estas chicas se han ahorrado traumas, soledad y dolor".
Javier D¨ªaz, de 37 a?os, concejal de Juventud en Arganda (Madrid), se congratula de la novedad. D¨ªaz, del PP, conoce la homofobia de primera mano. En noviembre tuvo que soportar comentarios jocosos sobre su homosexualidad por parte de un colega socialista, tambi¨¦n gay. No se arredr¨®. "He seguido una pol¨ªtica de hechos consumados. Llegu¨¦ al PP con pareja. ?sa es la v¨ªa". El edil asiste con una mezcla de satisfacci¨®n y distancia a la eclosi¨®n de la nueva generaci¨®n gay. "Traen de serie normalidad, visibilidad y libertad. Ser como son sin que les se?alen. Estupendo. Pero les veo algo subiditos. Ser gay no es guay, s¨®lo una condici¨®n sexual".
Marce Rodr¨ªguez, periodista de 44 a?os, sali¨® del armario de su casa a los 40, en la portada de esta revista. "Queremos casarnos", dec¨ªa el titular poco antes de la aprobaci¨®n del matrimonio gay. Rodr¨ªguez, que se cas¨® finalmente con su novio, publica Mis padres no lo saben (Plaza y Jan¨¦s), un libro donde cuenta la vida de homosexuales de su generaci¨®n. "La falta de referencias era absoluta. Demoledora. Jes¨²s Encinar, el fundador de idealista.com, me confes¨® que de joven pensaba que los ¨²nicos gays del mundo eran los griegos, Federico Garc¨ªa Lorca y ¨¦l. Fig¨²rate yo, hijo de una familia humilde de M¨®stoles sin cl¨¢sicos en la biblioteca. El ¨²nico gay del planeta era yo".
Acaba la reuni¨®n de Arc¨®poli. Alessandro Baldo, un erasmus italiano, toma notas. Flipa. Quiere montar algo as¨ª en su pueblo, Udine. Para ¨¦l, Espa?a s¨ª que es diferente.
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