Las patillas de la bestia

Cuando Bryan Singer redefini¨® a los atormentados mutantes creados por Stan Lee y Jack Kirby como patulea de l¨¢nguidos posadolescentes con m¨¢s pinta de invertir el tiempo en el after que en la academia del profesor Xavier, Hugh Jackman lo tuvo ciertamente f¨¢cil para convertir a su Lobezno -figura marginal, silvestre working class hero con camiseta imperio- en la presencia m¨¢s inolvidable de X-Men (2000). Al parecer, Jackman se enamor¨® de su personaje y, con el tiempo, reprocha a la franquicia haber suavizado sus perfiles, haberle limado (en sentido figurado) las lacerantes u?as. Habr¨¢ que creer al actor cuando afirma que su implicaci¨®n -como actor y productor- en esta precuela va m¨¢s all¨¢ de la jugada de probada rentabilidad comercial: X-Men or¨ªgenes: Lobezno, que funde ecos de los respectivos trabajos que Barry Windsor Smith y el t¨¢ndem formado por Chris Claremont y Frank Miller dedicaron al personaje en su medio original, tiene, pues, algo de restituci¨®n al icono de una furia extirpada y de (?ay!) nueva reivindicaci¨®n del superh¨¦roe como figura compleja y atormentada.

El filme ritualiza, por la v¨ªa del blockbuster autocombustible, el nacimiento de Lobezno como mito tr¨¢gico, aunque, por fortuna, la lujuria por la grandilocuencia marca Christopher Nolan deja paso aqu¨ª al puro placer por la aventura: grave, exenta de sentido del humor, previsible pero, al menos, din¨¢mica y, a su modo, no demasiado pretenciosa. Sorprende descubrir que el director de tan aparatosa producci¨®n es Gavin Hood, el cineasta surafricano se dio a conocer por Tsotsi (2005). Si en alg¨²n lugar descubren al cineasta intentando establecer alguna equivalencia entre el protagonista de esa galardonada pel¨ªcula y el lupino superh¨¦roe de este nuevo trabajo, procuren no re¨ªrse. O, por lo menos, que nadie les oiga.