"No me identifico como secuestrada. Soy libre y feliz"
La carne de mico es dur¨ªsima porque es un animal muy fibroso. La necesidad de comer prote¨ªnas es capaz de desterrar cualquier remilgo a la hora de comer, as¨ª que bienvenida sea la carne de tigre tambi¨¦n y la de jabal¨ªes y similares. Despu¨¦s de casi seis a?os secuestrada por las guerrillas de las FARC, Clara Rojas est¨¢ encantada de probar el rabo de toro, que le parece un plato exquisito, pero es incapaz de terminar por la enorme raci¨®n que le sirven.
La abogada Clara Rojas, secuestrada junto a su amiga Ingrid Betancourt en febrero de 2002, ha estado de gira por Europa presentando su libro sobre los seis a?os de infierno vividos en la selva, cautiva de la guerrilla, y donde tuvo a su hijo Emmanuel, que acaba de cumplir cinco a?os. Reh¨²sa proponer un restaurante colombiano y pide que la lleve a un lugar muy espa?ol. Le encanta el lugar elegido y el barrio, tan castizo, de Madrid. Y no entiende que andemos tan atribulados con la crisis donde ella ve gestas deportivas, dinero, protecci¨®n social y una vida muelle en las playas malague?as que conoce. "En el cautiverio me dieron una radio con onda corta y pasaba las horas escuchando un programa de Radio Exterior de Espa?a que se llama Espa?oles en la mar. Me encantaba porque me transportaba a otro mundo y tambi¨¦n o¨ªa un programa literario que demuestra la gran cultura de este pa¨ªs".
Tras seis a?os de cautiverio, la abogada no comprende tanto miedo a la crisis
Viaja con su madre, una corajuda mujer que ocup¨® su apartamento durante el cautiverio y luch¨® por su liberaci¨®n. "Ella me guard¨® el puesto", dice agradecida. Tambi¨¦n le acompa?a Emmanuel. Los tres viven juntos en Bogot¨¢ recuperando tanto tiempo de a?oranzas.
Recuerda con emoci¨®n el d¨ªa que la liberaron, el 10 de enero de 2008. Dice que en cuanto puso el pie en el helic¨®ptero pens¨®: "Esto tengo que contarlo". Pero no todo fue un jard¨ªn de rosas. Sufri¨® bloqueos mentales y emocionales al recordar todo lo vivido en ese lugar en el que vio la muerte de cerca, lo que le ha reforzado su fe religiosa y su amor a la vida, especialmente si puede compartirla con Emmanuel. Ahora, una vez hecho el balance, se niega a seguir quej¨¢ndose o a recordar los peores momentos. "En realidad, ya no me identifico como una secuestrada. Soy una mujer libre y feliz. Hice mi duelo y planteo el perd¨®n".
Confiesa que el parto por ces¨¢rea en la selva fue duro y que ahora se ha tenido que operar y ha sido terrible. Un mes de recuperaci¨®n y dolor. "En el hospital se extra?aron", bromea. "Dec¨ªan que yo, tan valiente, c¨®mo me quejaba. Y yo dec¨ªa que s¨ª, que soy valiente, pero que eso no te quita el dolor". Se r¨ªe recordando todos estos nuevos momentos de su libertad recuperada y a los postres se relame con la leche frita, que a petici¨®n suya el camarero le sirve flambeada con un poco de licor. Recuerda la leche condensada que el comandante de las FARC le regal¨® cuando supo que estaba embarazada. "Me pareci¨® un manjar y la disfrut¨¦ como si fuera una ni?a dichosa".
Ahora, esta mujer de 45 a?os, ha encontrado otro motivo de disfrute: el cambio social de su pa¨ªs. "No me esperaba tanta movilizaci¨®n y tantas marchas en favor de la liberaci¨®n de los rehenes; ver a todos en Colombia remando en la misma direcci¨®n".
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