Sin anestesia
Sal¨ªa yo del dentista con media cara dormida, la anestesia hormigue¨¢ndome a¨²n en la nariz, cuando o¨ª por azar, en la radio de un taxi, el m¨¢s brutal, c¨ªnico y repugnante argumento a favor de la flexibilizaci¨®n del despido que he escuchado nunca.
Pensemos en los j¨®venes, ped¨ªa una voz de hombre a cuyo propietario no pude por desgracia identificar. ?Hay derecho a que a ellos, que est¨¢n empezando, que arriesgan todas sus ilusiones, que se han formado m¨¢s y mejor que sus padres, se les despida con 20 d¨ªas de indemnizaci¨®n por a?o trabajado, mientras los dem¨¢s reciben 30? ?No ser¨ªa m¨¢s justo dejar de discriminarles y eliminar una medida que les perjudica, estableciendo que se paguen 20 d¨ªas a todos por igual?
Al principio, pens¨¦ que hab¨ªa escuchado mal. Despu¨¦s, culp¨¦ a la anestesia. Pero aquel esp¨¦cimen de la biodiversidad neoliberal, monstruo h¨ªbrido entre ogro y cretino, sigui¨® defendiendo su postura hasta que llegu¨¦ a casa en un estado similar al descrito en ciertas obras de ciencia-ficci¨®n, la sensaci¨®n de haber desembarcado por error en un perverso planeta gemelo, una especie de mundo al rev¨¦s.
Sin embargo, nunca llegu¨¦ a abandonar la realidad. Ahora, gracias a Rajoy y a Zapatero, lo s¨¦ con certeza. El presidente del Gobierno del Partido Socialista Obrero Espa?ol -de vez en cuando, conviene escribir su nombre completo- tard¨® s¨®lo un ratito en decir Diego y renunciar a una pol¨ªtica fiscal progresiva, que paguen m¨¢s los que m¨¢s tienen, aunque ese concepto defina la esencia de la socialdemocracia.
As¨ª, el jefe de la oposici¨®n pudo preguntarse en qu¨¦ cabeza cabe la estupidez de que subir los impuestos a los ricos fortalezca al Estado para ayudar a salir de la crisis a los pobres. Cuando les o¨ª, lo ¨²nico que sent¨ª fue no estar anestesiada. Ya s¨®lo me falta ver a un mono armado y montado en un caballo.
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