Un t¨¦ con la musa de Borges

Yo soy del mundo entero, sin dejar migajas", escribi¨® alguna vez la autora argentina Victoria Ocampo (1890- 1979). Un esp¨ªritu cosmopolita que se respira en Villa Ocampo, la vieja casona de dos pisos, color terracota y estilo ecl¨¦ctico situada en San Isidro, a las afueras de Buenos Aires, que se convirti¨® por decisi¨®n de su due?a en centro de encuentros intelectuales y debates audaces que anticiparon el esp¨ªritu global de Internet. En memorables tertulias domingueras donde los scones alternaban con la traducci¨®n de libros que el siglo XX convertir¨ªa en cl¨¢sicos, en esos salones, que hoy pueden visitarse, rezuma mucho del esp¨ªritu en el que se cocin¨® gran parte de la Argentina ilustrada nucleada en Sur, la revista cultural fundada en 1931 y dirigida por Victoria.

A s¨®lo 30 minutos en coche hacia el norte de la ciudad de Buenos Aires, convertida en pujante "escenario de cultura" (un destino que su due?a tuvo en mente al donar la propiedad a la Unesco en los a?os setenta, temiendo que el peronismo la expropiara), Villa Ocampo ofrece a los visitantes por una entrada de 2,50 euros (la mitad, jueves y viernes) una deliciosa zambullida en su historia, que comienza en 1891 cuando fue inaugurada como residencia de verano de la familia Ocampo, rica estirpe de estancieros, militares y constructores.

El roble y la paja

La entrada permite permanecer en la casa todo el d¨ªa e incluye una visita guiada que invita a recorrer dos de sus tres plantas de techos alt¨ªsimos, el comedor imperial que une el roble y la paja (la tradici¨®n y lo nuevo, seg¨²n proclamaba su due?a) y sus diversos salones con amplios ventanales abiertos a un parque de una hect¨¢rea de ¨¢rboles centenarios.

Por los tres jardines de esa casa, donde perseveran el bord¨® del laurel florido y el perfume dulz¨®n de las madreselvas, en 1924 se pase¨® largamente el premio Nobel de Literatura Rabindranath Tagore, importando al R¨ªo de la Plata aires de la India. Tambi¨¦n all¨ª se hosped¨® por cuatro a?os un jovenc¨ªsimo Roger Caillois, a quien la Segunda Guerra Mundial impidi¨® volver a Europa. Invitado por Ocampo a dar una serie de conferencias en la Argentina, el soci¨®logo franc¨¦s se enamor¨® del pa¨ªs, de su literatura (que difundir¨ªa con el tiempo a trav¨¦s de la colecci¨®n La Cruz del Sur) y de la anfitriona (que pasaba de la cincuentena cuando se convirtieron en amantes).

En esa misma geograf¨ªa, el brit¨¢nico Graham Greene disfrut¨® de una vida "regular, feliz y diferente", perdi¨¦ndose por las tardes en cines de provincia, donde pasaban pel¨ªculas de serie B (despu¨¦s le dedicar¨ªa su novela El c¨®nsul honorario, de 1969, a su amiga Victoria, en recuerdo de esa temporada). Fue tambi¨¦n en uno de los salones de Villa Ocampo (la sala de estar), apoltronados en sus c¨®modos sillones durante una tertulia de 1931, donde se conocieron Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Y tambi¨¦n all¨ª, en la sala de m¨²sica, sonaron en 1936 los acordes revolucionarios de ?gor Stravinski con ¨¦l sentado al piano. Comprado por Victoria durante su luna de miel (?que dur¨® dos a?os ininterrumpidos en los locos a?os veinte!), ese teclado Steinway usado hoy en las veladas musicales de la villa tuvo adem¨¢s a Manuel de Falla y a Federico Garc¨ªa Lorca como solistas invitados a su paso por la ciudad.

Con ese c¨®ctel de bohemia, glamour, arte e intelecto como prehistoria, uno puede pasar un d¨ªa diferente en Villa Ocampo y descubrir uno de los costados menos folcl¨®ricos de la ciudad (ya habr¨¢ tiempo para el tango), que gira alrededor de la personalidad hipn¨®tica de Victoria Ocampo, abeja reina del mundillo cultural argentino del siglo XX. Una mujer sobre la que pesaban, seg¨²n el escritor estadounidense Waldo Frank, otro de sus amigos, tres maldiciones: "La de la belleza, la de la inteligencia y la de la fortuna". Una belleza fotografiada por Man Ray y Grete Stern; una inteligencia celebrada por otros intelectuales de su tiempo ("usted ha cambiado la direcci¨®n de lectura en varios pa¨ªses de Suram¨¦rica", afirmaba la poeta chilena Gabriela Mistral a prop¨®sito de Sur) y una fortuna heredada, generosamente invertida en arte y artistas, que le permiti¨® poner en marcha ese proyecto cultural sin precedentes. Sur (el nombre lo escogi¨® Jos¨¦ Ortega y Gasset) se convirti¨® en un puente en castellano hacia todas las vanguardias. Gracias a esa revista, que se public¨® durante casi 40 a?os desde 1931 y que lleg¨® a contar con su propio sello editorial, en Argentina se ley¨® a Albert Camus, Virginia Woolf y Jean Paul Sartre antes que en Estados Unidos.

Fotograf¨ªas, retratos, tapices, muebles y vitrales cuentan parte de esta apasionada historia que Ocampo reflej¨® tambi¨¦n en su Autobiograf¨ªa y sus Testimonios. La aventura de recorrer la casa incluye asomarse a la biblioteca de Ocampo (una joya de doce mil vol¨²menes) y la posibilidad de merendar en la galer¨ªa, por la que tambi¨¦n pasearon, arrullados por la m¨²sica de la fuente, Antoine de Saint-Exup¨¦ry, el autor del archiconocido El principito, e Indira Gandhi, entre otros. Este a?o, adem¨¢s, al conmemorarse tres d¨¦cadas de la muerte de Victoria Ocampo, la casona prepara diversas actividades -exposiciones, veladas musicales, conferencias- para homenajearla.