La sangre fr¨ªa de Luis Le¨®n
Primera victoria espa?ola tras un d¨ªa "dur¨ªsimo" para Contador por los ataques de Andy Schleck
Lleva tatuado en el brazo, bajo la cicatriz, colle dell'Agnello, el lugar en el que cay¨®, el lugar del que volvi¨® a partir de cero tras una ca¨ªda terrible, el deseo de volver, pero alg¨²n malvado, visto lo de ayer, seguramente le habr¨ªa encantado terminar de ornar el brazo de ?scar Pereiro con un sictransitgloriamundi de no te menees, el epitafio de un ciclista, del dorsal 111, el triple n¨²mero uno, de este Tour, que lleg¨® descolgado al avituallamiento de la octava etapa, muerto desde Envalira, y sin decir palabra se baj¨® de la bicicleta. Se retir¨® el ganador del Tour de 2006, una victoria inesperada que le cambi¨® la vida, le hizo m¨¢s rico, le mat¨® la ilusi¨®n ciclista. ?Qu¨¦ motivaci¨®n, qu¨¦ sed de gloria, le puede quedar a uno que toca el bien m¨¢ximo por una serie tan extraordinaria de circunstancias que sabe que ni en sue?os podr¨¢n repetirse? ?Qu¨¦ puede volver a saciarle despu¨¦s? "Me he dejado estas melenas, estas patillas a la italiana, este moreno, para que al menos tengan algo que hablar de m¨ª", dijo Pereiro en M¨®naco, falsa alegr¨ªa, amarga iron¨ªa. Tambi¨¦n, para que alguien escribiera algo de un ganador que no volver¨¢ a ganar el Tour, en una salida se dedic¨® a subir escaleras en bicicleta con fren¨¦tico gozo, como un ni?o. Volvi¨® a ser, un poco m¨¢s pesado, cascarilla, el apodo que se gan¨® de juvenil por su ligereza, su hiperactividad, su agilidad. "No ten¨ªa moral para seguir, se le ha ca¨ªdo al suelo al ver que se quedaba en la subida de Envalira", dijo su director, Eusebio Unzue. "Hab¨ªa andado bien en la Dauphin¨¦ y se hundi¨® al ver que en el Tour no iba a ning¨²n sitio. Cre¨ªa que iba a estar mejor".
En los tres ¨²ltimos kil¨®metros, el corredor del Caisse d'Epargne fue el m¨¢s racional
La retirada de uno de los cuatro ganadores de Tour en activo -quedan Armstrong, Contador y Sastre a¨²n-, fue un cuervo en el azul del cielo para su equipo, que lleg¨® al Tour con menos moral a¨²n que el gallego, cuestiones valverdianas, y que ayer, por medio de otro murciano, Luis Le¨®n S¨¢nchez, el mulo de Mula, gan¨® la segunda etapa de los decapados Pirineos. Fue una llegada a cuatro en la que, con la seguridad de quien sabe c¨®mo se gana, con la sangre fr¨ªa de un francotirador, jug¨® con las emociones de sus compa?eros, el ansia del r¨¢cano Efimkin, las inseguridades del generoso Astarloza, la duda del astuto Casar. Durante la fuga, con la ascensi¨®n al duro Agn¨¨s, un horno en un mediod¨ªa sin brisa, Luis Le¨®n fue el m¨¢s animoso a la hora de tirar del grupo; llegado el momento, los tres ¨²ltimos kil¨®metros, fue el m¨¢s racional. En los ¨²ltimos metros, cuando Casar, el ¨²ltimo rival, pens¨® que ganar¨ªa por la mano, fue el m¨¢s r¨¢pido. Tras la gran faena, levant¨® los brazos, se?al¨® el cielo, pens¨® en su hermano, exhibi¨® la pulserita amarilla de Livestrong: hizo feliz a Armstrong, que le dedic¨® un elogio por ello.
Contador, que es amigo de Luis Le¨®n, no hace feliz a Armstrong, m¨¢s bien le amarga las tardes, le envenena los sue?os. Nocentini, l¨ªder real, caer¨¢ cuando soplen, pero a¨²n no toca: ayer en el Agn¨¨s, cuando Andy Schleck hizo bailar de nuevo a todos al ritmo de su saxof¨®n, los Astana pusieron letra a su canci¨®n convirti¨¦ndola en la copla de la falsa monea, el maillot amarillo que les entregaba el Saxo con la aceleraci¨®n que descolg¨® moment¨¢neamente a Nocentini como un regalo envenenado, y que los amigos de Contador devolvieron sin desenvolver siquiera. "Ya me habr¨ªa gustado que se lo hubiera quedado mi amigo Luis Le¨®n", dijo el de Pinto. Contador, l¨ªder virtual, bail¨® en el Envalira la primera canci¨®n de los saxos del peque?o y descarado Schleck con unas zapatillas nuevas, tres velcros, cierre secuencial, blancas, de primera comuni¨®n, casi. No le gust¨® mucho la experiencia. "Ha sido un d¨ªa dur¨ªsimo", dijo en el d¨ªa de los superlativos. "Esto pasar¨¢ factura, aunque tengamos un equipo buen¨ªsimo". Fue duro lo de salir al mediod¨ªa de Andorra ya con los pulsos acelerados, y m¨¢s duro se lo hizo un corte de una treintena en la que se infiltraron ya el peque?o Schleck, y Evans, y el oculto Tony Martin... Y m¨¢s a¨²n la persistencia del doliente Evans, que les oblig¨®, despu¨¦s de atragantarlos con la subida, a vaciarse en el descenso a 70 por hora. "Y no pod¨ªas dejar ni un metro al de adelante, que no cerrabas el hueco".
Las zapatillas, tan blancas, volver¨¢ a sudarlas Contador hoy en el Tourmalet, el Royal Albert Hall de los Pirineos, donde, a pesar de que est¨¦ a 60 kil¨®metros de una meta en el valle, espera una nueva balada de la banda de viento dirigida por el maestro Riis. Quiz¨¢s un pasodoble, lo que complacer¨ªa al ni?o de Barcarrota. "Habr¨¢ que estar en el sitio adecuado", dijo Contador, que no piensa faltar a la cita. No as¨ª Pereiro. "Me retir¨¦", dijo, "porque no quiero arrastrarme en el Tourmalet".
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