La tiritona del diablo
Como unos perfectos caballeros a punto de acudir a una recepci¨®n con el se?or embajador. As¨ª comparecen en escena los integrantes de los Eagles, tan impolutos con sus trajes negros, corbata oscura y camisa blanca como en el dominio del noble y dif¨ªcil arte de la armon¨ªa vocal. De acuerdo, pareen decir, ya tenemos una edad seria y no es cuesti¨®n de recurrir a los vaqueros y la camiseta tejana, pero os vais a enterar de lo que vale un peine. Y a estas alturas, no precisan cubrirse el o¨ªdo con la mano para bordar las genuinas polifon¨ªas del mejor country-rock nacido en California.
La historia es conocida, pero no por ello menos guasona. Despu¨¦s de grabar el mediocre The long run (1979), Frey y Don Henley acumulaban tanta inquina rec¨ªproca que no se conformaron con echar el cierre; proclamaron, de paso, que los Eagles s¨®lo volver¨ªan a reunirse en un estudio "cuando el infierno se congele". Cu¨¢nta candidez, cu¨¢nta imprudencia: existiendo la posibilidad de engordar egos y cuentas bancarias sustancialmente, la resurrecci¨®n de la marca m¨¢s lucrativa de la m¨²sica yanqui era s¨®lo cuesti¨®n de tiempo (y de un poco de filin, que dir¨ªa el sabio Guardiola). Total, que los t¨¦mpanos se han adue?ado del negro averno desde hace un par de temporadas, no queda un triste rescoldo activo ni en su abismo m¨¢s remoto y el pobre Lucifer arrastra una tiritona fatal para las articulaciones.
Eagles
Glenn Frey (voz, guitarras), Don Henley (voz, bater¨ªa, guitarra), Joe Walsh (guitarras, voz), Timothy B. Schmidt (bajo, voz). Cuatro m¨²sicos de apoyo y secci¨®n de metales. Palacio de los Deportes. De 40 a 78 euros. Casi lleno (12.000 espectadores). Madrid, 21 de julio.
Con el debido respeto, se?or Diablo: nos alegramos profundamente. No es nada personal, de veras. Por lo que pueda suceder, queremos fomentar con usted una relaci¨®n cordial. Pero comprenda, mientras tanto, que muchos ya no imagin¨¢bamos encontrarnos con las ?guilas californianas ni en la m¨¢s l¨²brica enso?aci¨®n veraniega. Los redivivos Eagles no se andan con chiquitas.
Arrancan a todo pulm¨®n con How long, la vieja canci¨®n del amigo John David Souther con la que sellaron el fin de las hostilidades, y prosiguen con otros dos temas de su dign¨ªsimo doble ¨¢lbum de reconciliaci¨®n, Long road out of Eden (2008). Pero, acto seguido, y sin m¨¢s demoras, una efectista introducci¨®n de trompeta anuncia la apoteosis de Hotel California. Es uno de los poqu¨ªsimos temas de m¨¢s de seis minutos (junto a Hey Jude, Bohemian rhapsody o American pie) que nos seguimos sabiendo de memoria y el ¨²nico d¨²o final de guitarras que el personal tararea con una precisi¨®n que ni la Primavera de Vivaldi.
Nuestros prohombres del rock campestre no quieren renunciar a su flamante repertorio reciente, con ejemplos tan enormes como Waiting in the weeds. Hacen bien, pero, conscientes de que casi nadie se ha logrado aprender a¨²n el nuevo disco, no escatiman a la hora de repasar esos cl¨¢sicos que les hicieron inmensamente ricos, populares y brillantes. El resultado es un concierto estratosf¨¦rico.
La segunda mitad arranca con una imbatible sucesi¨®n de baladas, que Schmidt presenta en un castellano tan c¨®mico como el de Gabino Diego en Amanece que no es poco. La media de edad en los grader¨ªos es notable, m¨¢s propia de un hotel en Benidorm que en California, pero ya sabemos que la enfermedad de la juventud se cura con el tiempo. "Un tipo se queja aqu¨ª de que las corrientes de aire son malas para su colon irritable", reporta un amigo por SMS. Menos su colon, los dem¨¢s fuimos felices.
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