Barack Obama, socialista
Entre las cosas m¨¢s pintorescas figura la acusaci¨®n al presidente de EE UU de ser un socialista oculto (como Fidel Castro antes de 1959), dirigida por los mismos que han llevado al mundo a la debacle econ¨®mica actual y al darwinismo social que padecemos. Los principales escenarios internos en los que se mueven los neocons para atacar a Obama son sus dos reformas estrella: la de la sanidad y la de la regulaci¨®n del sistema financiero.
Obama ha decidido mejorar a Roosevelt, que cre¨® la Seguridad Social y el seguro de desempleo en los a?os treinta, y a Johnson, que en 1965 instaur¨® el perfil b¨¢sico del sistema sanitario estadounidense que ha durado b¨¢sicamente hasta hoy con la creaci¨®n de los programas Medicare y Medicaid: seguro a cargo del Gobierno para ancianos, pobres y veteranos de guerra (ejecutado a trav¨¦s de estructuras sanitarias privadas), seguro m¨¦dico privado pagado por la empresa para los empleados con buenos puestos de trabajo, seguro particular -si pueden permit¨ªrselo- para quienes no tienen la suerte de poder acceder a la modalidad anterior, y una vida de zozobra sin seguro de ning¨²n tipo para 50 millones de ciudadanos (una poblaci¨®n equivalente a algo m¨¢s de un pa¨ªs como Espa?a).
"Obama no busca una sanidad universal gratuita del tipo europeo" "El gasto sanitario de EE UU, muy ineficiente, absorbe el 16,5% del PIB"
Bill Clinton tambi¨¦n quiso aliviar el hecho de que EE UU, caso ¨²nico entre los pa¨ªses ricos, no garantice una asistencia sanitaria b¨¢sica a sus habitantes, pero entre los republicanos m¨¢s recalcitrantes y la presi¨®n de las aseguradoras privadas se cargaron aquella reforma.
A pesar de las limitaciones actuales, el gasto sanitario de EE UU -muy ineficiente- absorbe una cantidad similar al 16,5% del PIB americano. El 85% de la poblaci¨®n tiene seguro, y muchos temen que extender la cobertura al 15% restante genere d¨¦ficit (que habr¨¢ de pagarse con subidas de impuestos) y signifique perder calidad en las prestaciones que ya existen.
Obama no busca una sanidad universal gratuita del tipo de los pa¨ªses europeos m¨¢s avanzados, sino extender la cobertura mediante un seguro p¨²blico que pueda ser contratado por cualquier persona de modo voluntario, con lo que aumentar¨ªa la competencia y obligar¨ªa al sector privado a mejorar los servicios y reducir su precio.
Paul Krugman, que en las primarias dem¨®cratas apoy¨® a Hillary Clinton por considerar que ella ser¨ªa la m¨¢s consecuente con la voluntad de aplicar la reforma sanitaria y mejorar la calidad de vida de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, ha descrito del siguiente modo la actuaci¨®n de las aseguradoras privadas: "... no ganan dinero pagando por la asistencia sanitaria, sino cobrando primas y no pagando por ellas, si les resulta posible. Tanto es as¨ª que en el seno del ramo de seguros de salud los pagos en concepto de asistencia, por ejemplo en el caso de una operaci¨®n p¨²blica importante, se designan, literalmente, como p¨¦rdidas m¨¦dicas" (Despu¨¦s de Bush, editorial Cr¨ªtica).
Cuenta nuestro economista que en la medida en que est¨¢ en sus manos hacerlo, las aseguradoras privadas someten a examen a sus posibles clientes a fin de comprobar si habr¨¢n de necesitar tratamientos costosos, considerando a tal fin su historial familiar, el tipo de actividad profesional que desempe?an y, por encima de todo, las condiciones previas. De ese modo, el m¨¢s m¨ªnimo indicio de que un individuo pueda llegar a generar gastos m¨¦dicos en mayor medida que el promedio bastar¨¢ para que su solicitud para contratar una p¨®liza m¨¦dica a un precio razonable se vea desestimada sin m¨¢s. Si alguien que supera ese proceso de selecci¨®n de riesgos acaba, no obstante, requiriendo asistencia, a¨²n habr¨¢ de franquear una segunda l¨ªnea defensiva: los intentos de la compa?¨ªa por buscar formas de no pagar. As¨ª, las aseguradoras revisar¨¢n detenidamente el historial del paciente, a fin de comprobar si se da alguna condici¨®n previa de la que no hubiera llegado a informar y que permitiera, por tanto, anular su p¨®liza. M¨¢s significativo resulta, en la mayor¨ªa de los casos, el recurso a poner en cuesti¨®n los dict¨¢menes de m¨¦dicos y hospitales, tratando de hallar motivos que excluyan el tratamiento ofrecido por ¨¦stos de las prestaciones que la aseguradora tiene responsabilidad de cubrir.
Krugman concluye que "las compa?¨ªas no act¨²an as¨ª por maldad, sino porque el propio funcionamiento del sistema apenas les deja otra elecci¨®n". Resulta pat¨¦tico que a tratar de solucionar ese infierno se le denomine "socialismo". Indica hasta d¨®nde hemos retrocedido.
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