Cerco a los pederastas
EL PA?S sigue el rastro de los ped¨®filos extranjeros en la capital de Camboya. 74 est¨¢n ya en la c¨¢rcel y 17 esperan sentencia
A primera vista es una escena entra?able. Una piscina municipal, el alegre griter¨ªo de los ni?os, risas y chapoteos, y un hombre con una sonrisa de oreja a oreja que ense?a a los peque?os a nadar. Sin embargo, bajo la superficie se esconde una realidad mucho m¨¢s turbia. Para descubrirla hay que detener la grabaci¨®n, ampliar una zona de la imagen y avanzar fotograma a fotograma escudri?ando la acci¨®n hasta el ¨²ltimo p¨ªxel. Finalmente, la mano de quien ejerce de monitor, y a quienes los chavales llaman "hermano", desaparece bajo el cuerpo de su pupilo a la altura de sus genitales. La prueba no es concluyente, y hay que echar mano de una c¨¢mara subacu¨¢tica que, por culpa del ¨¢ngulo en el que graba, tampoco saca de dudas a los investigadores. Sin embargo, despu¨¦s de tres meses de riguroso seguimiento, los miembros de Action Pour Les Enfants (APLE) est¨¢n convencidos de que el sospechoso, el primero de nacionalidad espa?ola, es un pederasta activo que lleva a?os abusando de ni?os camboyanos.
Los pederastas se han multiplicado en Camboya tras las medidas aplicadas por Tailandia
"Parec¨ªa un hombre honesto, pero era raro que siempre estuviera abraz¨¢ndonos o bes¨¢ndonos", dice E. M.
Los burdeles del barrio de Svay Pak ofrec¨ªan ni?os, y tambi¨¦n adolescentes v¨ªrgenes a 800 euros negociables
Muchos pederastas se hacen pasar por profesores de ingl¨¦s o m¨¦dicos que trabajan gratis, denuncia APLE
Estadounidenses, vietnamitas, alemanes y franceses encabezan la relaci¨®n de extranjeros procesados
Si Camboya derrota a los pederastas, ¨¦stos viajar¨¢n a los pa¨ªses m¨¢s pobres de Am¨¦rica Latina y ?frica
Les falta la evidencia definitiva que pueda llevar a su arresto y posterior condena. No les ser¨¢ f¨¢cil encontrarla. El proceso puede alargarse durante a?os y no dar resultado alguno. Desenmascarar ped¨®filos es una tarea tan ardua como minuciosa que s¨®lo a veces consigue sonoros resultados. Es el caso de un hombre griego al que le segu¨ªa la pista esta ONG local, filial de la espa?ola Global Humanitaria.
Despu¨¦s de haber presentado varias pruebas, hace un par de semanas la polic¨ªa entr¨® por la fuerza en la habitaci¨®n del hostal que ocupaba. EL PA?S ha tenido acceso en exclusiva al v¨ªdeo que grabaron: tras la cl¨¢sica patada en la puerta, el hombre, semidesnudo, trata de esconderse en el ba?o. Una joven de 14 a?os sale corriendo, su torso cubierto s¨®lo por el sujetador, gritando, y con el miedo dibujado en el rostro. S¨®lo suspira aliviada cuando descubre que se trata de la polic¨ªa. ?l asegura que estaba aplicando alg¨²n tipo de medicina en la joven, y se niega a proporcionar su pasaporte. Los agentes tienen que utilizar la violencia para esposarlo. Momentos despu¨¦s descubren un sobre que contiene una gran cantidad de fotograf¨ªas pornogr¨¢ficas. "Son prostitutas, ?cu¨¢l es el problema?", les pregunta el hombre. Ahora espera sentencia.
No est¨¢ solo. El destino de Harvey Alexander Johnson, estadounidense de 57 a?os, tambi¨¦n depende de la justicia camboyana. Y todo apunta a que el caso es suficientemente s¨®lido como para que el juez lo condene a 3 o 4 a?os de prisi¨®n por "actos indecentes" con menores de 15 a?os, la denominaci¨®n legal que recibe en Camboya cualquier tipo de abuso sexual con la excepci¨®n del coito. En realidad, Johnson someti¨® a varias ni?as de entre nueve y 13 a?os a pr¨¢cticas penadas con c¨¢rcel. APLE ha conseguido que algunas testifiquen en contra de quien era su profesor de ingl¨¦s gratuito, un hombre del que nadie sospechaba que se cobrara la caridad en carne. Fue arrestado el pasado d¨ªa 9, y esta semana el fiscal ha formulado los cargos en su contra.
Si el juez lo condena, se convertir¨¢ en el pederasta extranjero n¨²mero 34 que APLE pone entre rejas desde que inici¨® el proyecto Protect, en 2003. Hasta entonces, ning¨²n extranjero hab¨ªa sido detenido por abusos sexuales a menores. El primero fue Michael Lewis Clark, un estadounidense de 70 a?os que fue condenado a ocho a?os de c¨¢rcel por abusar de medio centenar de ni?os. Ahora, 74 cumplen ya condena en Camboya, y 17 m¨¢s esperan sentencia. Gracias a las leyes de extraterritorialidad, que permiten la persecuci¨®n y el encarcelamiento en el pa¨ªs de origen del pederasta, siete estadounidenses, dos brit¨¢nicos y un alem¨¢n pasan sus d¨ªas a la sombra de los barrotes de sus lugares de origen. Tienen suerte.
La prisi¨®n de Prey Sar es un complejo de edificios color crema que intimida desde lejos. Los alambres de espino que rodean las construcciones de dos pisos recuerdan a los campos de concentraci¨®n nazis. No se permiten grabadoras ni tel¨¦fonos m¨®viles en el interior, y tenemos que pagar cinco d¨®lares por cada preso al que queramos entrevistar. Es s¨®lo la primera de una sucesi¨®n de peque?as extorsiones. Somos testigos de c¨®mo un tercio de la comida que los familiares llevan a sus seres queridos acaba en las barrigas de los guardas, que no dudan en pedir m¨¢s dinero a quien quiera alargar la conversaci¨®n o busca un lugar m¨¢s privado para disfrutar de su pareja. Tras el muro, los internos visten trajes azules con remates blancos y se hacinan de 50 en 50 sobre el cemento de las habitaciones. Con la lluvia, las goteras son lo habitual y las ratas campan a sus anchas. Con el calor, las lipotimias son diarias. No es de extra?ar que haya quien pague hasta 200 d¨®lares al mes por una habitaci¨®n en la zona de enfermer¨ªa. Al fin y al cabo, todo tiene precio en Camboya.
Damian Walker es uno de los pederastas convictos que reside desde hace varios a?os en Prey Sar. Seg¨²n APLE, este australiano de 30 a?os reconoce su delito y acata la condena. Las fotograf¨ªas requisadas en su ordenador dejan poco margen de duda, pero Walker se niega a hablar. "La prensa s¨®lo est¨¢ interesada en retratar monstruos, aunque sea tergiversando declaraciones", espeta. "?No cree que deber¨ªamos estar en una instituci¨®n mental? Ya le aseguro que esta c¨¢rcel no hace ning¨²n bien a nadie".
?Son los pederastas criminales o enfermos? Seila Samleang, director en Camboya de APLE, hace una distinci¨®n clara entre el "pederasta ocasional", al que incluye entre los delincuentes comunes, y el enfermo mental. "Los primeros abusan de ni?os s¨®lo si se les presenta una ocasi¨®n clara, muchos pueden controlar sus impulsos, y generalmente son capaces de mantener relaciones sexuales normales con adultos. Los segundos s¨®lo se excitan con ni?os y sufren un trastorno que no tiene cura, lo cual explica su reincidencia incluso despu¨¦s de varias d¨¦cadas en la c¨¢rcel". Son ¨¦stos los que cometen los abusos m¨¢s graves y prolongados, pero los pederastas a tiempo parcial, que prefieren ni?os forzados a prostituirse, resultan m¨¢s dif¨ªciles de apresar. "En Camboya no les faltan ocasiones para dejar fluir sus instintos m¨¢s bajos. Est¨¢n unos d¨ªas, abusan de ni?os y se van sin que nos d¨¦ tiempo a identificarlos y obtener pruebas de sus delitos".
Sopheak Phay, uno de los agentes de APLE, recuerda con rabia el caso de un hombre al que sigui¨® despu¨¦s de haberle visto pasear con un ni?o por un parque entrada la noche. El occidental termin¨® oblig¨¢ndole a que lo masturbara y, aunque Phay advirti¨® a la polic¨ªa, los agentes le respondieron que sin pruebas no pod¨ªan intervenir. Al d¨ªa siguiente, el hombre se march¨® a casa impune.
Samleang sostiene que, debido a las estrictas medidas introducidas en Tailandia contra la explotaci¨®n sexual infantil, cada a?o llegan m¨¢s turistas sexuales a Camboya. En 2003, Unicef cifraba su n¨²mero en 250.000. En total, 700.000 extranjeros visitaron Camboya. Actualmente, esa cifra se ha multiplicado por 2,5. Sin embargo, APLE s¨®lo consigue investigar cada a?o a poco m¨¢s de cien, de los cuales muchos escapan. Desde que se inici¨® el proyecto Protect, se han obtenido pruebas suficientes para arrestar a 104 delincuentes, incluidos varios traficantes locales de personas.
Las fotos de algunos de ellos cuelgan en los tablones de la oficina de la organizaci¨®n. Es el ¨¢lbum de la verg¨¹enza, en el que estadounidenses (21 arrestos), vietnamitas (11), alemanes (10) y franceses (9) ocupan lugares destacados. No obstante, algunos han conseguido comprar su libertad con sobornos a polic¨ªas y jueces, e incluso con pagos a las familias de las v¨ªctimas. "La creencia de que mantener relaciones sexuales con ni?os es algo aceptado en Camboya, sumada a la pobreza, la falta de educaci¨®n y la corrupci¨®n, nos convierte en uno de los pa¨ªses m¨¢s vulnerables de Asia".
No es dif¨ªcil confirmar esta informaci¨®n. En 2004 se cerraron los infames burdeles de Svay Pak, el barrio en el que la prostituci¨®n infantil era tan evidente como los puestos de fideos, pero el problema no se ha erradicado. Un par de copas bajo el fluorescente rosa del club adecuado, varias insinuaciones y la amistad con un conductor de tuk-tuk son suficiente para abrir el men¨² que se sirve en la trastienda: adolescente no virgen, 150 euros; adolescente virgen, 800 euros negociables; ni?o var¨®n, hay que preguntar directamente. "Ahora es todo mucho m¨¢s complicado porque hay que pagar a la polic¨ªa y hay gente vigilando", explica el intermediario, que seguramente se embolsar¨¢ una suculenta comisi¨®n.
Dentro del bar, Andr¨¦ es un franc¨¦s de 47 a?os que deja a la esbelta joven que le ronda, vestida con una escueta minifalda roja incapaz de cubrir totalmente el tanga, para charlar con este periodista. No tiene reparo en reconocer que viaja a Camboya por sexo. "Pero no quiero ni?os, no quiero problemas. Adem¨¢s, aqu¨ª te puedes follar a chicas mayores de edad que parecen tener 14 a?os".
El juego de Andr¨¦ es peligroso. "Los pederastas ocasionales suelen derivar en enfermos", apunta Samleang. Y cuando llegan a ese estadio no hay marcha atr¨¢s. "Entonces buscan el abuso continuado de un reducido n¨²mero de v¨ªctimas cuya confianza se ganan con mucho tiempo y t¨¦cnicas muy elaboradas". Generalmente, ¨¦stas incluyen una s¨®lida tapadera. "Muchos se hacen pasar por profesores, otros van por la calle con alcohol y aspirinas asegurando que son m¨¦dicos y que revisar¨¢n gratuitamente a los ni?os, e incluso hay quienes crean una ONG para que no se los descubra", denuncia Huon Tim, jefe del equipo de investigaci¨®n de APLE.
En esta categor¨ªa entra un brit¨¢nico que est¨¢ siendo investigado por los agentes de Tim. Su organizaci¨®n se dedica a distribuir alimentos en el principal vertedero de la capital camboyana, una monta?a de basura en la que trabajan cientos de familias sin recursos, y muchos ni?os. Varios de los colaboradores de este brit¨¢nico dieron la voz de alarma sobre su an¨®malo comportamiento con las m¨¢s peque?as. Las pesquisas demostraron que este hombre estuvo viviendo durante varios meses con una joven de 17 a?os que aseguraba ser su pareja. Pero, como en otros muchos casos, la chica se neg¨® a testificar en su contra y no existen pruebas m¨¢s all¨¢ de fotograf¨ªas en las que se muestra especialmente cari?oso con los peque?os. ?Puede ser inocente? Los expertos de APLE est¨¢n convencidos de que no. "Hay casos que desechamos tras cierto tiempo. ?sta no es una ciencia exacta, pero la mayor¨ªa de las investigaciones que siguen adelante con el tiempo terminan en arresto", replica Samleang.
Pero arresto no es sin¨®nimo de condena. Michael Dodd nos recibe bajo un cobertizo en la zona de visitas de Prey Sar, donde espera sentencia por abusos a una menor. ?l se declara inocente, y su caso es, cuando menos, pol¨¦mico. APLE asegura tener en su poder una copia del certificado de nacimiento de la chica, seg¨²n el cual ella ten¨ªa s¨®lo 15 a?os cuando Dodd abus¨® de ella. Sin embargo, este estadounidense de 59 a?os asegura que ten¨ªa 17. No niega que la toc¨® y la bes¨® "por todas partes", pero lo hizo s¨®lo despu¨¦s de que la familia aprobara su propuesta de matrimonio. "S¨¦ que la diferencia de edad es importante, pero nos queremos de verdad", cuenta.
Seila Samleang no discute que puede haber sentimientos entre ambos, pero recuerda que la edad legal -para contraer matrimonio es 18 a?os- y que sigue siendo ilegal mantener relaciones sexuales en Camboya con una menor. Dodd niega rotundamente ese extremo. Esgrime dos informes m¨¦dicos que te¨®ricamente prueban la virginidad de la chica. "Ella me pidi¨® que evit¨¢ramos el coito hasta que estuvi¨¦ramos casados, y yo la respet¨¦". Samleang, sin embargo, esgrime que abus¨® de la chica con la mano al menos en dos ocasiones. En Espa?a, si no se demuestra que hubo coacci¨®n, esto no ser¨ªa motivo de delito. En Camboya, Dodd se enfrenta a una condena de varios a?os de c¨¢rcel en Prey Sar. Adem¨¢s, APLE sostiene que Dodd pag¨® a la madre, que tambi¨¦n est¨¢ en prisi¨®n, por los favores de la chica, a lo que el preso responde que "simplemente ofrec¨ªa ayuda a la familia".
Este estadounidense, que ya fue condenado a 10 a?os de c¨¢rcel en su pa¨ªs por abusar de ni?os en su escuela -"por darles palmadas en el culo", puntualiza ¨¦l- arremete contra APLE y asegura que, "aunque muchos de los que est¨¢n en Prey Sar son culpables y se merecen estar aqu¨ª, la ONG sistem¨¢ticamente fabrica pruebas y compra testigos para conseguir su cuota de arrestos", y asegura que su prometida est¨¢ "secuestrada" por la organizaci¨®n de Samleang, "que le ha lavado el cerebro para que diga barbaridades en el juicio". A pesar de todo, a trav¨¦s de una carta, Dodd se ofreci¨® a APLE como detective voluntario, ya que "ser¨ªa de gran utilidad para encontrar a ni?os que est¨¢n en peligro de sufrir abusos". No recibi¨® respuesta, algo que ¨¦l interpreta como falta de inter¨¦s de la ONG en rescatar a los ni?os. "S¨®lo quieren arrestar a extranjeros y utilizan a los peque?os como cebo". Damian Walker lanza una pregunta al respecto: "?Considera l¨ªcito como m¨¦todo de investigaci¨®n tender trampas para incitar al delito?". Samleang responde con cierto desd¨¦n: "Es lo que esgrimen todos para tratar de embaucar a la gente".
Alexander Trofimov tampoco ha conseguido enga?ar a nadie, a pesar de su inmensa fortuna. Nadie cre¨ªa que este multimillonario ruso, que iba a invertir 250 millones de euros en la construcci¨®n de un gigantesco hotel-casino en la isla que hab¨ªa comprado frente a la costa de Sihanoukville, fuera un pederasta contumaz. Sin embargo, en su peque?o para¨ªso abus¨® de una veintena de ni?os. Al equipo de Samleang le cost¨® una eternidad conseguir la orden judicial para registrar su domicilio, donde a finales de 2007 fueron encontrados los v¨ªdeos pornogr¨¢ficos que lo han llevado a la c¨¢rcel. Eso s¨ª, no a Prey Sar, sino a la prisi¨®n VIP de la capital. Salvo que prospere la petici¨®n de extradici¨®n, que APLE considera un indulto descarado, Trofimov pasar¨¢ todav¨ªa 15 a?os entre rejas.
En cualquier caso, el pederasta extranjero en Camboya no despunta por lo abultado de su cuenta corriente, y tiene predilecci¨®n por ense?ar ingl¨¦s. E. M. ha cumplido 16 a?os hace unos d¨ªas, y es una de las pocas j¨®venes que acceden a comentar su caso. Ha encontrado un futuro en el hogar-escuela de Friends International, donde algunos de los 20.000 ni?os de la calle que sobreviven en Phnom Penh, como ella, reciben comida, techo, formaci¨®n y cari?o. Seg¨²n la ONG Child Wise, el 80% de los menores de 15 a?os que viven sobre el asfalto de la capital ha tenido alg¨²n contacto de ¨ªndole sexual con turistas. E. M. asegura sentirse afortunada porque ha pasado p¨¢gina y puede hablar de lo que le sucedi¨® hace tres a?os.
"?l se ofreci¨® a darnos clases gratuitas en el barrio. Nuestros padres pensaron que ser¨ªa una gran oportunidad; parec¨ªa un hombre honesto. Sin embargo, a m¨ª me parec¨ªa raro que estuviera siempre abraz¨¢ndonos y bes¨¢ndonos. No le di mayor importancia cuando comenz¨® a tocarme por debajo de la falta. Muchas veces, si comet¨ªa un error, me la levantaba y hac¨ªa como si me pegara en el trasero. Tambi¨¦n me tocaba el pecho cuando me sentaba en su regazo". Los tocamientos continuaron durante semanas, hasta que una de las alumnas coment¨® a sus padres que el profesor sol¨ªa inspeccionarle la zona genital durante las clases particulares. "Se enfadaron mucho con ¨¦l y hubo una pelea". Para cuando el caso lleg¨® a comisar¨ªa, el irland¨¦s hab¨ªa desaparecido sin dejar rastro.
El barrio de E. M. provoca una profunda desesperanza. Las chabolas est¨¢n habitadas por j¨®venes que matan el hambre esnifando pegamento. Abundan los ni?os desnudos y adultos ociosos. Es el para¨ªso del pederasta. "Generalmente se hacen pasar por benefactores que quieren ayudar a los cr¨ªos", explica Huon Tim. "Obtienen la confianza de la familia, que no sabe qu¨¦ hacer con tantos descendientes y a la que el dinero le llega como ca¨ªdo del cielo. Algunos prometen convertirse en padres adoptivos, y hay quienes van m¨¢s all¨¢, como Harvey Alexander Johnson, que abus¨® del hijo de la viuda a la que hab¨ªa embaucado con una proposici¨®n de matrimonio. Una vez creado el lazo, se comete el abuso. La relaci¨®n puede ser tan s¨®lida que las v¨ªctimas nieguen repetidamente los hechos". Tanto que, como a?ade Phay, "hay ni?os que incluso prefieren estar con occidentales con tal de salir de la calle, aunque eso suponga sufrir abusos sexuales".
A pesar del oscuro panorama que planea sobre Camboya, devastado por la pobreza y el mayor genocidio del continente, Seila Samleang es optimista. "Hay avances importantes. Camboya sigue la senda de Tailandia contra el abuso sexual infantil, y los resultados llegar¨¢n". ?Qu¨¦ har¨¢n entonces los pederastas? "Primero cambiar¨¢n sus t¨¦cnicas. Finalmente buscar¨¢n su objetivo en otros pa¨ªses pobres de Am¨¦rica Latina y ?frica". Global Humanitaria ya tiene previsto llevar a sus cruzados contra la pederastia a estos pa¨ªses.
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