Dilemas de altura
La culpa ante un abandono da m¨¢s miedo que arriesgarse a un rescate - Un accidente como el del alpinista ?scar P¨¦rez abre la reflexi¨®n sobre las facturas humanas y econ¨®micas del riesgo
El rescate frustrado del alpinista oscense ?scar P¨¦rez, la complejidad de una operaci¨®n en la que han intervenido voluntarios de diferentes nacionalidades y hasta los presidentes de Espa?a y Pakist¨¢n, la factura humana y econ¨®mica de un drama narrado casi al minuto, suscita interrogantes que no pueden despejarse sin entender primero en qu¨¦ consiste el alpinismo. El mismo d¨ªa que el Club Pe?a Guara de Huesca recibi¨® la llamada de auxilio desde el Latok II (7.125 metros, en el Karakorum), el presidente del club, Manolo Bara, se preguntaba en voz alta c¨®mo explicar¨ªa a la opini¨®n p¨²blica qu¨¦ hac¨ªan dos j¨®venes en una monta?a tan complicada y remota y por qu¨¦ hab¨ªa que ayudarles. Flem¨¢tico, el coordinador del rescate, Lorenzo Ortas, le mir¨® a los ojos y dijo en un susurro: "No hay nada que explicar".
La Guardia Civil calcula que una hora de helic¨®ptero cuesta 2.200 euros
Este a?o ya se han recuperado 53 muertos de los montes espa?oles
Reinhold Messner es uno de los alpinistas m¨¢s importantes del siglo XX y el primero que conquist¨® los 14 ochomiles. En 1970 perdi¨® a su hermano G¨¹nther, sepultado por un alud a los pies del Nanga Parbat. "Durante todo un d¨ªa y una noche lo busqu¨¦. En medio de ese gigantesco mundo de glaciares, entre las ruinas de hielo, sediento, con congelaciones en manos y pies, viv¨ª por primera vez la locura. Ya no sab¨ªa qui¨¦n era ni qu¨¦ hac¨ªa. Finalmente, encontr¨¦ a unos le?adores que me mostraron el camino hacia el valle. S¨®lo entonces despert¨¦ de ese estado de indiferencia que precede a la muerte", escribi¨® Messner. La "locura" incitada por la desesperaci¨®n se ha vivido estos d¨ªas en el campo base del Latok II. C¨®mo si no explicar la voluntad inquebrantable de ?lvaro Novell¨®n, su compromiso para ayudar a su compa?ero a pesar de no poder apenas emplear sus manos congeladas, a pesar de un cansancio extremo. "Simplemente, no hubo manera de convencerle para que se apartase del rescate", conf¨ªa Sim¨®n El¨ªas, uno de los cinco gu¨ªas de monta?a que salieron al encuentro del Latok II. Lo mismo ocurri¨® con Dani Ascaso, otro ¨ªntimo de ?scar, noqueado por los efectos de la altura pero siempre puntual en el trabajo. Nadie duda de que ?lvaro Novell¨®n hubiese dado su vida para salvar la de ?scar. ?Por qu¨¦?
Cada 22 de mayo, desde 2001, el alpinista italiano Simone Moro recibe la llamada del ingl¨¦s Tom Moores, al que rescat¨® en el Lhotse (8.516 m). Moro supo de la emergencia, dej¨® su saco de dormir en mitad de la noche, alcanz¨® al herido (por encima de los 8.000 metros) y lo arrastr¨® hasta la tienda. "Si me hubiera quedado cruzado de brazos, no hubiera podido mirarme al espejo. Somos personas, se supone", justifica Moro. A veces es peor vivir con la culpa que exponerse al peligro inherente a cualquier rescate en monta?a.
Sim¨®n El¨ªas califica el rescate como "experiencia humana acojonante" en la que se mezclaron momentos de intensa esperanza con otros de profunda desaz¨®n. Es terrible saber que se puede salvar una vida y no tener recursos suficientes para hacerlo. Toda persona implicada en una tarea de estas caracter¨ªsticas debe lidiar con el dolor de la p¨¦rdida, pero tambi¨¦n con su conciencia. El equipo que trabaj¨® en el Latok II s¨®lo arroj¨® la toalla cuando consumi¨® todas sus opciones. "Ahora estamos aliviados porque sabemos que no hubi¨¦ramos podido hacer m¨¢s", se sincera El¨ªas.
El rescate del navarro I?aki Ochoa de Olza en el Annapurna mostr¨® grandes ejemplos de altruismo: el ruso Alexei Bolotov sufr¨ªa un principio de edema pulmonar, pero al ver que pod¨ªa ser necesario se calz¨® los crampones y regres¨® a la monta?a. "Mi deber no es escalar monta?as; mi deber es ayudar al que lo necesita", razonar¨ªa Bolotov despu¨¦s. I?aki muri¨® en brazos del suizo Ueli Steck, y ¨¦ste salvo su vida en mitad de la tormenta porque d¨ªas atr¨¢s su compa?ero le hab¨ªa prestado un GPS. Interrogado sobre las razones que le empujaron a ayudar a I?aki, se mostr¨® perplejo: "No existe un porqu¨¦. Lo normal es ayudar a quien est¨¢ en peligro".
Koldo Aldaz, alpinista y gu¨ªa, amigo ¨ªntimo de I?aki Ochoa, coordin¨® su rescate desde Pamplona: "Ayudar fue una inmensa suerte", asegura. "En una situaci¨®n as¨ª te sumerges en el trabajo sin plantearte si vale o no la pena, te aferras a la m¨¢s m¨ªnima posibilidad, prescindes de las emociones. Recuerdo al hermano de I?aki hablando por tel¨¦fono, escribiendo en un papel las siglas RCP [reanimaci¨®n cardio-pulmonar] y enseguida dibujando una cruz, dibujando la muerte. En ese momento fui capaz de llorar; despu¨¦s, me derrumb¨¦. En el funeral, ya no lloraba porque me quedaba la satisfacci¨®n de haber hecho lo que ten¨ªa que hacer, y eso es algo que concede a una persona mucha fuerza", explica Koldo. M¨¢s de un a?o despu¨¦s, a¨²n siente la falta de su amigo: "Es como si padeciese un cuadro leve de depresi¨®n, algo que no me permite ser yo mismo".
Un alpinista no tiene la obligaci¨®n de declarar en voz alta por qu¨¦ escala, ni por qu¨¦ lo hace sabiendo que su vida puede correr peligro. Sin embargo, esa libertad del alpinista para actuar de acuerdo a sus principios, pasiones y necesidades choca con la realidad de los accidentes, cuando se precisa el concurso de terceros para sobrevivir.
Una de las figuras del alpinismo espa?ol, ?ngel Landa, sostiene que "ser alpinista aqu¨ª es como ser torero en Groenlandia". Por mucho que cueste entender el valor de un torero, nadie cuestiona si debe ser auxiliado. En el mundo del alpinismo no se cuestionan los rescates, pero son gestos a veces dif¨ªciles de asumir por el resto de la sociedad. No podemos olvidar que a la petici¨®n de auxilio respondieron con la mano alzada un pu?ado de alpinistas y amigos del accidentado asumiendo, sin pedir nada a cambio, una enorme responsabilidad y, en algunos casos, jug¨¢ndose la vida. Este hecho deber¨ªa zanjar el problema, dej¨¢ndolo en un bell¨ªsimo ejemplo de solidaridad. Pero est¨¢ el final tr¨¢gico, la mediaci¨®n del presidente Zapatero, el trabajo de los militares paquistan¨ªes, y las abultadas tarifas de tanto traj¨ªn, que desenfocan la esencia del empe?o de hombres que ayudan a hombres. ?Se reduce todo entonces a dinero? Si es as¨ª, el Gobierno central y las autonom¨ªas con equipos de salvamento deber¨ªan plantearse desmantelar sus grupos.
Los rescates en monta?a se realizan casi a diario en los macizos espa?oles. "S¨®lo en lo que llevamos de a?o hemos intervenido para rescatar a 446 personas ilesas, 299 heridos y 53 muertos", expone Chiro S¨¢nchez, de la Unidad Especial de Monta?a. Curiosamente, no hay ning¨²n debate en torno al uso abusivo y exagerado de estos medios p¨²blicos, como si la vida del personal fuese una cuesti¨®n balad¨ª y el coste de los helic¨®pteros no saliese del bolsillo de los contribuyentes. La diferencia entre los que acuden uniformados a rescatar y los que partieron hacia Pakist¨¢n a la carrera es que unos cobran y otros no. Pero les une el deseo de ayudar.
A principios de agosto, el viceconsejero de Interior del Pa¨ªs Vasco, Ra¨²l Fern¨¢ndez de Arroiabe, adelant¨® la posibilidad de que su Gobierno cobre ciertos rescates. Hay que ahorrar y evitar que los miembros de los equipos, que pertenecen a la Ertzaintza, corran riesgos innecesarios. La factura s¨®lo se har¨ªa efectiva en casos de flagrante negligencia como salidas bajo alertas meteorol¨®gicas, ausencia de equipamiento b¨¢sico, etc¨¦tera. Con esto se pretende concienciar de que la monta?a es un asunto serio.
Catalu?a fue la comunidad pionera en legislar al respecto, y desde 2008 emite facturas a t¨ªtulo informativo. A partir del pr¨®ximo octubre, las facturas se cobrar¨¢n cuando el rescate se deba a conductas imprudentes. Las tarifas ya fueron publicadas en 2005, y se determinan seg¨²n el n¨²mero de efectivos y de los medios empleados. As¨ª, ser¨ªan 30 euros la hora de trabajo de un bombero, 39 la de un veh¨ªculo y 2.271 la de vuelo de un helic¨®ptero. Cantabria tambi¨¦n amenaza con cobrar los servicios de rescate en monta?a y espeleolog¨ªa propiciados por negligencia o por desatender una alerta meteorol¨®gica. De momento no lo ha hecho, pero ya ha fijado la minuta de Protecci¨®n Civil: 328 euros la hora de una dotaci¨®n completa y 1.639 euros la de un helic¨®ptero. La Guardia Civil tambi¨¦n maneja sus cifras: 2.200 euros la hora de helic¨®ptero. La medida puede ser eficaz siempre que el mecanismo para determinar si hubo negligencia sea eficaz y no propicie un alud de recursos y demandas jur¨ªdicas.
El Gobierno de Navarra entiende que el trabajo de los grupos de rescate de la Guardia Civil es un servicio "esencial" y que no hay por qu¨¦ cobrar al rescatado. Adem¨¢s, el Gobierno foral cuenta con un convenio con el consorcio nacional de seguros Unespa por el que recibe una compensaci¨®n anual que ronda los 1,5 millones de euros. "Se trata de la cantidad que recibe por el ahorro que les suponen a las aseguradoras los costes de las emergencias. Si un monta?ero cuenta con licencia federativa, el seguro deber¨ªa enviarle los medios para su rescate. Por eficiencia, es el Gobierno el que lleva a cabo estas labores y por las que recibe una compensaci¨®n", explic¨® el consejero de Presidencia, Javier Caballero.
Con esto, en Espa?a queda garantizado el auxilio de cualquiera que estime hallarse en peligro mientras practica monta?ismo. ?lvaro Novell¨®n y ?scar P¨¦rez partieron hacia el Latok II tras contratar un seguro que asumir¨¢ 18.000 euros del rescate, una peque?a parte de los 120.000 estimados a vuela pluma por el Club Pe?a Guara para pagar su rescate. El club asume que debe pagar todo lo que pueda, pero adem¨¢s busca maneras de financiar la operaci¨®n. Por supuesto, la familia de ?scar tambi¨¦n est¨¢ dispuesta a tirar de su econom¨ªa, y el presidente del Gobierno de Arag¨®n se comprometi¨® a llegar donde los dem¨¢s no pudiesen. ?Ayuda p¨²blica para salvar la vida de un alpinista que no cometi¨® negligencia alguna? Si hasta la fecha los rescates han corrido a cargo de las arcas p¨²blicas, ?por qu¨¦ cambiar ante el caso de ?scar P¨¦rez? En 2008, Navarra desembols¨® los 33.000 euros gastados en el rescate infructuoso del alpinista I?aki Ochoa de Olza. En el caso que nos ocupa, el club Pe?a Guara respira tranquilo porque tiene la palabra de Marcelino Iglesias, presidente de Arag¨®n, y la solidaridad de la comunidad monta?era, dispuesta a realizar aportaciones. Y es que solidaridad llama a solidaridad: despu¨¦s de la muerte de I?aki Ochoa, su familia lanz¨® el proyecto S.O.S. Himalaya para ayudar a los ni?os de Nepal, Pakist¨¢n y la India. En menos de un a?o, se recaudaron 71.000 euros, el doble de lo que cost¨® el rescate del alpinista navarro. "Un d¨ªa encontr¨¦ en el buz¨®n de mi casa un sobre con 150 euros y una nota sin firmar que dec¨ªa: 'I?aki estar¨ªa orgulloso de vosotros", recuerda Pablo Ochoa de Olza. M¨¢s ejemplos: los rescatadores no cobrar¨¢n un euro y el coordinador del rescate de ?scar, Sebasti¨¢n ?lvaro, que estaba de vacaciones en la zona, no pasar¨¢ ni una sola factura con los gastos realizados de su bolsillo.
Hace apenas cinco a?os, los rescates en el Himalaya eran quim¨¦ricos. Los propios alpinistas asum¨ªan que el menor contratiempo les pod¨ªa condenar a una muerte lenta y espantosa. El ejemplo del rescate de I?aki Ochoa vino a cuestionar este axioma: se puede ayudar a un herido, incluso en monta?as tan complicadas y remotas. Sin embargo, no existe un protocolo de actuaci¨®n, tel¨¦fonos de urgencia, puertas a las que llamar. En Pe?a Guara lo saben bien: cada paso, cada avance se llev¨® a cabo tras cientos de llamadas, pesquisas y en un clima de frustraci¨®n s¨®lo aliviado por la tenacidad de los implicados. "No se debe asumir que es inevitable ayudar a un herido en el Himalaya, pero es preciso ir m¨¢s all¨¢ para que la ayuda sea eficaz. Creo que debe hacerse a trav¨¦s de acuerdos entre gobiernos: formar grupos de rescate en esos pa¨ªses con la ayuda de occidente", defiende Chiro S¨¢nchez.
En 2006, el gran alpinista esloveno Tomaz Humar envi¨® una se?al de socorro desde un agujero en la nieve practicado a 6.400 metros, en la vertiente Rupal del Nanga Parbat (8.125 m). Permaneci¨® una semana esperando una ayuda que solo pod¨ªa llegar por aire, un rescate in¨¦dito... que sali¨® bien. "Pero es preciso entender que hay algo que es extrapolable del Pirineo al Himalaya: no hay dos rescates iguales, cada intervenci¨®n es diferente y lo que sirvi¨® para Humar quiz¨¢ no sirviese para ?scar. Por eso es preciso adiestrar equipos que puedan intervenir en cualquier situaci¨®n, a sabiendas de que la altura siempre ser¨¢ una barrera que aqu¨ª no nos frena", considera S¨¢nchez.
La muerte de ?scar deber¨ªa servir para algo, o eso opinan al menos las personas que han vivido su rescate y el de I?aki Ochoa. Aunque el camino para normalizar los rescates en el Himalaya sea largo, quiz¨¢s ayude saber que la monta?a no es un refugio de inadaptados, sino un terreno implacable sobre el que, muchas veces, evolucionan personas con motivaciones de este siglo: la est¨¦tica, el respeto al medio, el estilo y el compromiso.
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