Todos los zombies del presidente
El debate sobre la "opci¨®n p¨²blica" en la asistencia sanitaria ha sido deplorable en muchos sentidos. Sin embargo, puede que el aspecto m¨¢s deprimente para los progresistas haya sido hasta qu¨¦ punto los que se oponen a la variedad de elecci¨®n han ganado aceptaci¨®n -en el Congreso, aunque no entre los ciudadanos en general- simplemente a base de machacar, repetidas veces, que la opci¨®n p¨²blica ser¨ªa, horror de los horrores, un programa del Gobierno.
Por lo visto, Washington sigue gobernado por el reaganismo, una ideolog¨ªa que dice que la intervenci¨®n del Gobierno siempre es mala y que dejar que el sector privado se las arregle solo siempre es bueno.
Ll¨¢menme inocent¨®n, pero la verdad es que esperaba que el fracaso del reaganismo en la pr¨¢ctica acabara con ¨¦l. Pero resulta que es una doctrina zombi: aunque deber¨ªa estar muerto, vuelve una y otra vez.
?Por qu¨¦ no mueren estas ideas? Parte de la respuesta es que hay mucho dinero tras ellas
Hablemos un momento de por qu¨¦ la era de Reagan deber¨ªa haber terminado. En primer lugar, incluso antes de la crisis actual, la reaganom¨ªa no cumpli¨® sus promesas. ?Recuerdan que los impuestos m¨¢s bajos sobre las rentas m¨¢s altas y la liberalizaci¨®n que dio rienda suelta a la "magia del mercado" iban a llevar supuestamente a unos resultados mejores para todo el mundo? Pues bien, no fue as¨ª.
No cabe duda de que los ricos salieron enormemente beneficiados: las rentas reales del 1% de estadounidenses con ingresos m¨¢s altos se multiplicaron por siete entre 1980 y 2007. Pero la renta real de las familias medias s¨®lo creci¨® un 22%, menos de un tercio de lo que hab¨ªa crecido en los 27 a?os anteriores.
Es m¨¢s, la mayor parte de la mejor¨ªa que experimentaron los estadounidenses de a pie se produjo durante los a?os de Clinton. El presidente George W. Bush, que se distingui¨® por ser el primer presidente reaganita que tuvo, adem¨¢s, un Congreso totalmente republicano, tambi¨¦n se distingui¨® por presidir la primera Administraci¨®n desde la de Herbert Hoover durante la cual la familia t¨ªpica no vio una mejora significativa de sus ingresos.
Y luego est¨¢ el peque?o detalle de la peor recesi¨®n sufrida desde la d¨¦cada de los treinta. Se pueden decir muchas cosas del desastre financiero de los ¨²ltimos dos a?os, pero la versi¨®n corta es sencilla: los pol¨ªticos esclavos de la ideolog¨ªa reaganita desmantelaron las normativas del New Deal que evitaron la crisis bancaria durante medio siglo, en la creencia de que los mercados financieros pod¨ªan cuidar de s¨ª mismos. La consecuencia que tuvo fue hacer que el sistema financiero se volviera vulnerable a una crisis del estilo de la de los a?os treinta, y la crisis se produjo.
"Siempre hemos sabido que el inter¨¦s personal inmoderado es mala ¨¦tica", dijo Franklin Delano Roosevelt en 1937. "Ahora sabemos que es mala econom¨ªa". Y el a?o pasado volvimos a aprender la lecci¨®n. ?Pero la aprendimos de verdad? Lo m¨¢s curioso del actual panorama pol¨ªtico es que nada ha cambiado.
El debate sobre la opci¨®n p¨²blica ha sido, como ya he dicho, deprimente por su insensatez. Los que se oponen a la opci¨®n -no s¨®lo republicanos, sino tambi¨¦n dem¨®cratas, como los senadores Kent Conrad y Ben Nelson- no han presentado argumentos coherentes contra ella. Nelson presagiaba siniestramente que si dispusieran de esa opci¨®n, los estadounidenses la preferir¨ªan a los seguros privados, lo cual considera evidentemente malo en s¨ª mismo, en vez de lo que deber¨ªa pasar si el programa del Gobierno fuera, de hecho, mejor de lo que las aseguradoras privadas ofrecen.
Pero en otros frentes est¨¢ pasando m¨¢s o menos lo mismo. Los intentos de reforzar la regulaci¨®n bancaria parecen estar perdiendo fuerza, ya que los enemigos de la reforma declaran que cuantas m¨¢s normas haya, menos innovaci¨®n financiera habr¨¢, y esto s¨®lo unos meses despu¨¦s de que las maravillas de la innovaci¨®n llevaran a nuestro sistema financiero al borde de la quiebra, una quiebra que s¨®lo se ha evitado gracias a la inyecci¨®n masiva de fondos del contribuyente.
Entonces, ?por qu¨¦ no mueren estas ideas zombi? Parte de la respuesta es que hay mucho dinero tras ellas. "Es dif¨ªcil hacer que un hombre entienda algo", dec¨ªa Upton Sinclair, "cuando su salario" -o, a?adir¨ªa yo, las contribuciones a su campa?a electoral- "depende de que no lo entienda". Cantidades ingentes de dinero procedente del sector de los seguros en concreto han ido a parar a dem¨®cratas obstruccionistas como Nelson y el senador Max Baucus, cuya Pandilla de los Seis y sus negociaciones han constituido un obst¨¢culo crucial para la legislaci¨®n.
Pero podemos achacar parte de la culpa al presidente Obama, que puso por las nubes al presidente Reagan durante las primarias dem¨®cratas y no ha utilizado su posici¨®n privilegiada para plantar cara al fundamentalismo del "gobierno es malo". No deja de ser ir¨®nico en cierto modo porque gran parte de lo que hizo a Reagan tan eficaz, para bien o para mal, fue el hecho de que pretendiera cambiar el pensamiento estadounidense adem¨¢s de su c¨®digo fiscal.
?En qu¨¦ acabar¨¢ todo esto? No lo s¨¦. Pero es dif¨ªcil no tener la sensaci¨®n de que nos estamos perdiendo una oportunidad crucial, de que estamos en lo que deber¨ªa ser un giro decisivo, pero sin decidirnos a dar el giro.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Econom¨ªa 2008. ? 2009 New York Times Service. Traducci¨®n de News Clips.
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