Un artillero armado con un m¨®vil
Dom¨ªnguez Buj, nuevo jefe de los 3.000 militares desplegados en el exterior
Su padre, un suboficial de Infanter¨ªa que tuvo que recorrer a pie las estepas de Rusia, le dio un buen consejo: "Si puedes, hazte artillero. Ellos siempre van en cami¨®n". Jaime Dom¨ªnguez Buj, 57 a?os, no necesitaba que le animase mucho: llevaba el olor de la p¨®lvora metido en la pituitaria desde que acud¨ªa de ni?o a las masclet¨¤s en su Valencia natal s¨®lo por sentir el retumbar de los petardos. El s¨¢bado fue nombrado por el Gobierno nuevo jefe del Mando de Operaciones, el tercero desde su creaci¨®n, y de ¨¦l dependen m¨¢s de 3.000 soldados espa?oles desplegados en el exterior.
Se diplom¨® en Artiller¨ªa con el n¨²mero 1 de su promoci¨®n y, tras pasar por el S¨¢hara, Ceuta, Las Palmas y Paterna, entre otros destinos, alcanz¨® su sue?o profesional: el mando del Regimiento Antia¨¦reo de Cartagena. Logr¨®, en a?o y medio de intensas relaciones p¨²blicas, que la cobertura de la plantilla de tropa, que apenas rozaba el 30%, se completase. Y en el ¨¦xito estuvo la penitencia, pues el Ministerio de Defensa lo reclam¨® en Madrid para que ayudara a superar la grave crisis del Ej¨¦rcito profesional y a llenar de reclutas los desiertos cuarteles.
Su filosof¨ªa se resume en dos frases: "Hay que prever hasta lo imprevisible" y "no hay ning¨²n plan que resista en el contraste con la realidad". En otras palabras: hay que conjugar la preparaci¨®n meticulosa con la flexibilidad imaginativa.
Flexibilidad y cintura necesit¨® para salir adelante en El Salvador, donde pas¨® un a?o como observador de la ONU acampado en plena selva junto a guerrilleros del FMLN. Tuvo que ganarse la confianza de sus cabecillas para que los milicianos aceptaran desarmarse y no le entregaran s¨®lo mosquetones inservibles. A uno de ellos, el comandante Goyo, lo sorprendi¨® con el fusil al hombro laborando un huerto fuera de la zona donde estaba confinado. "Mi familia tiene que comer", se excus¨®. Goyo fue tiroteado meses despu¨¦s y el incidente pod¨ªa haber dado al traste con el proceso de paz si Dom¨ªnguez no le hubiese arrancado, en el lecho del hospital, la confesi¨®n de que sus atacantes no eran agentes del Gobierno, sino unos "ma?osos" (ladrones).
La nueva misi¨®n no le coge de nuevas: desde abril de 2008 es jefe del Estado Mayor del Mando de Operaciones y en 2005 dirigi¨® la Divisi¨®n de Operaciones del Ej¨¦rcito de Tierra. Una de las primeras llamadas que recibi¨® en este ¨²ltimo puesto fue que un helic¨®ptero Cougar se hab¨ªa estrellado en Afganist¨¢n. Tom¨® el petate y se march¨® a recoger los cad¨¢veres de sus 17 compa?eros. Ser el primero en recibir las malas noticias es su deber m¨¢s ingrato. Por eso duerme con el tel¨¦fono m¨®vil cerca de la almohada. Y ha aprendido que, despu¨¦s de los petardos de las fallas, el sonido que m¨¢s le reconforta es el silencio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.