Borges oculto y a cuatro manos
Recuperado un relato escrito hace medio siglo por el narrador argentino en colaboraci¨®n con Luisa Mercedes Levinson - Nunca se hab¨ªa publicado en Espa?a
"De aquella ¨¦poca me acuerdo sobre todo de las risas de Borges y mi madre mientras escrib¨ªan. Yo era una adolescente que se met¨ªa en todo y de vez en cuando me preguntaban si no estar¨ªan siendo demasiado kitsch o si ten¨ªa sentido una expresi¨®n como bustos ecuestres". Aquella muchacha metomentodo era la escritora Luisa Valenzuela, que ahora tiene 70 a?os. En conversaci¨®n telef¨®nica desde Buenos Aires, Valenzuela recuerda los d¨ªas en que su madre, Luisa Mercedes Levinson (1904-1988), una visionaria precursora del realismo m¨¢gico, y su amigo Jorge Luis Borges (1899-1986) escribieron a cuatro manos el cuento La hermana de Elo¨ªsa.
Aquel relato se public¨® en Argentina en 1955 en un volumen de 76 p¨¢ginas al que daba t¨ªtulo y que inclu¨ªa otros dos cuentos de cada uno de los autores (La escritura del Dios y El fin, de Borges, y El doctor Sotiropoulos y El abra, de Levinson). Una vez agotado, nunca volvi¨® a reeditarse. Jam¨¢s se public¨® en Espa?a y tampoco fue incluido en el tomo de Obras completas en colaboraci¨®n del autor de El Aleph.
Levinson fue una visionaria y precursora del realismo m¨¢gico
El cuento no entr¨® en las obras completas del autor de 'El Aleph'
Medio siglo largo despu¨¦s, La hermana de Elo¨ªsa ver¨¢ la luz de nuevo la semana que viene en una edici¨®n de bibli¨®filo ilustrada por el artista argentino Antonio Segui. La publicaci¨®n corre a cargo del sello madrile?o Del Centro Editores, que el a?o pasado ya rescat¨® varios relatos in¨¦ditos de la serie de cronopios y famas de Julio Cort¨¢zar.
La edici¨®n coincidir¨¢ con la inauguraci¨®n el pr¨®ximo jueves en el Centro de Arte Moderno, un espacio centrado en la difusi¨®n de la cultura latinoamericana, de una exposici¨®n que, junto a los originales de Segui, cuenta la historia en fotos y libros de aquella m¨ªtica colaboraci¨®n con la que Borges y Levinson distra¨ªan las penurias de los primeros a?os del peronismo.
Valenzuela no recuerda la fecha exacta de escritura del relato, pero, dice, tuvo que ser pasado 1946. Aquel a?o, Borges -que ya hab¨ªa publicado El jard¨ªn de los senderos que se bifurcan (1941) y Ficciones (1944)- fue destituido por el Gobierno de Per¨®n de su puesto en la biblioteca municipal del barrio bonaerense de Almagro: "Como no pod¨ªan quitarle la categor¨ªa de funcionario, lo degradaron a inspector de aves de corral", cuenta Valenzuela. "A veces tambi¨¦n se organizaban conferencias suyas en casas de amigos para completar el sueldo".
De muchas de aquellas reuniones salieron proyectos de colaboraci¨®n como el que dio lugar a La hermana de Elo¨ªsa, un cuento de 22 p¨¢ginas que relata en primera persona la peripecia de un arquitecto que recibe el encargo de construir un chalet para la familia de una antigua casi novia, el amor que "mat¨® parte de su juventud" y a la que lleva 15 a?os sin ver. "Ejerci¨® un poder sobre m¨ª y sobre todos los muchachos que la frecuent¨¢bamos", dice el protagonista. "No s¨¦ si ser¨¢ inteligente, pero hab¨ªa en ella una especie de resplandor que hac¨ªa perdurar los gestos cotidianos. Ten¨ªa esa seguridad que da la belleza". Tras una serie de kafkianas conversaciones con el padre de Elo¨ªsa, el narrador descubrir¨¢ el turbio origen del dinero destinado a sufragar el proyecto.
El domingo 29 de mayo de 1995, Adolfo Bioy Casares escribi¨® en su diario: "Come en casa Borges. Me da La hermana de Elo¨ªsa, un librito que public¨® en colaboraci¨®n con Lisa Lenson [seud¨®nimo de Luisa Mercedes Levinson]. (...) Borges me cont¨® hace tiempo su argumento; la situaci¨®n hab¨ªa ocurrido y lo impresion¨®". A Bioy no le gust¨® demasiado. De hecho, el estilo transparente con el que est¨¢ escrito difiere del de muchos de los relatos que ¨¦l mismo escribi¨® en colaboraci¨®n con su amigo, al que hab¨ªa conocido cuando ¨¦ste ten¨ªa 32 a?os y ¨¦l s¨®lo 17. En 1935, tras cuatro de amistad, publicaron su primer texto a medias, un folleto dedicado, en palabras de Bioy, "a los m¨¦ritos de un alimento m¨¢s o menos b¨²lgaro" fabricado por una empresa fundada por su abuelo: la cuajada La Martona. Luego vendr¨ªan los cuentos policiales firmados por un autor algo barroco inventado a medias: Bustos Domecq, primero de una serie de seud¨®nimos integrada tambi¨¦n por plum¨ªferos imaginarios como Su¨¢rez Lynch o Lynch Davis. Borges, que sosten¨ªa que para colaborar "es necesario que los colaboradores olviden que son dos personas", sol¨ªa decir tambi¨¦n que ¨¦l pon¨ªa los argumentos y Bioy las frases.
Luisa Valenzuela, por su parte, afirma reconocer cosas de su madre y cosas de Borges: "La iron¨ªa es de los dos. La imaginaci¨®n de mi madre no era nada borgiana, pero siempre dijo que escribiendo con ¨¦l hab¨ªa aprendido a manejar el absurdo. Sin eso nunca habr¨ªa escrito su relato m¨¢s famoso, El abra".
El a?o en que se public¨® La hermana de Elo¨ªsa supuso la salida final de Borges del t¨²nel del ostracismo y, parad¨®jicamente, su entrada casi definitiva en el de la ceguera. Le dieron a la vez, lo dijo ¨¦l mismo, "los libros y la noche". En octubre fue nombrado director de la Biblioteca Nacional. "Borges se quej¨® de que hab¨ªa ratones", recuerda Luisa Valenzuela, "y mi madre le regal¨® un gato al que ¨¦l llam¨® Asurbanipal, por aquel rey asirio tan lector. Un d¨ªa el animal qued¨® atrapado en una claraboya y Borges llam¨® a los bomberos. Eso le hizo feliz porque siempre hab¨ªa temido que los llamar¨ªa por un incendio en la biblioteca. Es la obsesi¨®n que us¨® Umberto Eco en El nombre de la rosa".
As¨ª comienza 'La hermana de Elo¨ªsa'
Hab¨ªan pasado unos 15 a?os, pero cuando Jim¨¦nez me dijo que hab¨ªa tenido que ir a Burzaco para planear la edificaci¨®n de un chalet por cuenta de un tal Antonio Ferrari, mi primer pensamiento fue para Elo¨ªsa Ferrari, cuya imagen de pronto surgi¨® ante m¨ª, inmediata y casi dolorosa. S¨®lo despu¨¦s pude sorprenderme de que aquel excelente don Antonio, que pasaba la vida en el caf¨¦ proyectando negocios vagos y vanos, hubiera conseguido, al fin, redondear la suma que significa la construcci¨®n de la casa propia. El hecho me result¨® tan ins¨®lito que, para no pensar algo peor, pens¨¦ en una herencia. Jim¨¦nez, mientras tanto, segu¨ªa explic¨¢ndome que se trataba de un gran chalet y que los Ferrari eran muy exigentes. Por lo pronto, no ¨ªbamos a repetir en Burzaco el tipo 14 de bungal¨® californiano, ni el 5 en piedra de Mar del Plata, que, innumerablemente multiplicados, ya conoce y acaso habita el lector. Jim¨¦nez, mi socio, era constructor; la obra exig¨ªa un arquitecto.
Alc¨¦ lo ojos al diploma que colgaba de la pared, enmarcado en ¨¦bano; ese papel con su sello azul y su letra caligr¨¢fica me serv¨ªa para ver de nuevo a Elo¨ªsa, al cabo de los a?os. (...)
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