No es John Cobra, es Aznar
Hubo un tiempo en que si el columnista dedicaba su pieza al se?or Aznar el n¨²mero de visitantes a un art¨ªculo sub¨ªa como la espuma; si el columnista, adem¨¢s, colocaba dicho apellido en el t¨ªtulo pod¨ªa llegar a sentir en su ordenador la excitaci¨®n de la parroquia digital. Ese subid¨®n de la temperatura s¨®lo se alcanzaba y se alcanza, seg¨²n me informan mis compa?eros, cuando la palabra "sexo" est¨¢ por medio. Ya puede informarse de algo tan aterrador como el crash econ¨®mico que augura Ni?o Becerra, ay, que habiendo cr¨®nicas sobre un m¨¢ster de "c¨®mo toquetearse" subvencionado por una comunidad aut¨®noma, sobre el ilocalizado punto G, o sobre los macroputiclubs de Matar¨® o los supuestos acosos de un turbio jefazo de Canal 9, no hay duda: los lectores colocaremos el sexo, placentero o s¨®rdido, por encima del resto. Si alguna vez viera en el primer lugar de las noticias m¨¢s vistas un art¨ªculo de Paul Krugman pensar¨ªa que algo nos est¨¢ pasando, bueno o malo, pero algo. Aznar, aun siendo personaje del mundo de la pol¨ªtica (lo cual lleva emparejado, la mayor¨ªa de las veces, un baj¨®n de la libido), nos produc¨ªa una suerte de excitaci¨®n colectiva. Aparte de su amistad con Bush, de su percepci¨®n de s¨ª mismo como un hombre providencial que aparecer¨¢ en los futuros libros de historia o dejando a un lado incluso su empecinamiento en una guerra contra la que se le revolv¨ªa una cantidad apabullante de espa?oles, hab¨ªa algo en su histrionismo involuntario y creciente, en su empe?o c¨®mico en ir aznariz¨¢ndose d¨ªa a d¨ªa hasta ser m¨¢s Aznar que ¨¦l mismo, como si compitiera cada d¨ªa con su imagen reflejada en el espejo, hab¨ªa algo, digo, que le hizo imbatible entre todos los personajes de la pol¨ªtica. ?Qu¨¦ hubiera sido en aquellos a?os de esplendor en que viv¨ªamos contra Aznar si adem¨¢s hubi¨¦ramos podido relacionarlo con alg¨²n asuntillo sexual? Mi imaginaci¨®n no da para tanto, pero supongo que el acab¨®se. La vida de los expresidentes es triste, su destino es la decadencia, su salida m¨¢s digna la invisibilidad. Un hombre con sueldo de presidente sin serlo, rodeado de escoltas, viviendo de manera leg¨ªtima a expensas del contribuyente, dando conferencias para nost¨¢lgicos y a lo sumo escribiendo sus memorias. Un jarr¨®n chino que nadie sabe d¨®nde colocar, dec¨ªa Felipe Gonz¨¢lez. La diferencia es que Felipe vive su jarronchinesca jubilaci¨®n fum¨¢ndose cinco puros y Aznar proyecta la imagen de que no se resigna a no ser nadie. En los ¨²ltimos tiempos aquella recurrente columna sobre Aznar que todos los columnistas escrib¨ªamos (cuando escribir sobre Aznar te colocaba en los primeros puestos de "Lo m¨¢s visto") hab¨ªa perdido brillo. Escribir columnas sobre Aznar acab¨® siendo un recurso f¨¢cil. Es m¨¢s, llegu¨¦ a pensar que cuando los columnistas est¨¢bamos secos de ideas recurr¨ªamos a Aznar, que aun en decadencia conserva su tironcillo. Aznar ha debido de ser consciente de ese declive y en su ex presidencia nos ha ofrecido algunas perlas: su nula confianza en Rajoy, su tableta de chocolate abdominal o esa melena que tanto inquieta a Santos Juli¨¢ (me re¨ª mucho con la reflexi¨®n de nuestro historiador sobre la desconfianza que le produc¨ªa un hombre s¨²bitamente melenado). Pero a estos chispazos les faltaba algo. Sexo. Nuestro ex nos dio un primer aviso de lo sueltecillo que pod¨ªa llegar a estar cuando introdujo un bol¨ªgrafo en el escote de una reportera, pero ha sido esta hist¨®rica semana cuando nos ha revelado el siete-machos que lleva dentro. La sonrisa, la tableta de chocolate y la melena inquietante se resumieron en ese dedo tan inequ¨ªvocamente sexual: "Os lo met¨¦is por el culo", vendr¨ªa a ser la traducci¨®n. En Espa?a parece haber de un tiempo a esta parte una competici¨®n re?id¨ªsima para ver qui¨¦n se lleva el premio al personaje m¨¢s ordinario del a?o. Los pol¨ªticos est¨¢n apostando fuerte por llevarse el galard¨®n. A los dos o tres d¨ªas del dedo culero, el se?or Cobra, un aspirante a Eurovisi¨®n de nuestra televisi¨®n p¨²blica, se encaraba al p¨²blico asistente agarr¨¢ndose sus atributos sexuales. "Me vais a comer la polla", vendr¨ªa a ser la traducci¨®n, aunque el se?or Cobra tambi¨¦n lo verbaliz¨® para que no quedara lugar a dudas. Como resultado de tanta conjunci¨®n planetaria los cerebros colectivos de las redes sociales comenzaron a echar humo y a atar cabos. Inventaron un grupo en Facebook, del cual me hice inmediatamente fan, que viene a aunar esos dos t¨¦rminos que parec¨ªan contrapuestos: "Jos¨¦ Mar¨ªa y el Sexo". El resultado es un colectivo de inter¨¦s cultural: "No es John Cobra, es Aznar", creado por la insigne bloguera Beatriz Valenzuela, que tiene como fin (sin ¨¢nimo de lucro) rese?ar en su p¨¢gina a todos aquellos que destaquen por sus aportaciones a la ordinariez nacional. Si no podemos competir en excelencia, ?por qu¨¦ no hacer de lo chusco nuestra marca? Por otra parte, tambi¨¦n ha llegado a ser una costumbre nacional que los universitarios abucheen a los invitados, sin plantearse en absoluto que cabr¨ªa la posibilidad de acribillar al conferenciante con preguntas inc¨®modas. Pero esa es otra historia. La de hoy ya est¨¢ m¨¢s que surtida: un dedo, unos huevos y una polla. Dicho esto sin ¨¢nimo de que se me incluya en el concurso.
En Espa?a parece haber una competici¨®n para ver qui¨¦n se lleva el premio al personaje m¨¢s ordinario del a?o
Si no podemos competir en excelencia, ?por qu¨¦ no hacer de lo chusco nuestra marca?
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