"Hablar con el r¨¦gimen de Ir¨¢n es jugar al ajedrez con un mono"
Azar Nafisi, autora de 'Leer "Lolita" en Teher¨¢n', publica sus recuerdos familiares
Es una mujer elegante que ha escrito una historia sin pudor, la de sus padres. El libro es Cosas que he callado, lo ha publicado Duomo en Espa?a. Algunos han visto en esta historia personal el relato de su ruptura y de su amor por Ir¨¢n, su patria. Ella, exiliada, dice con melancol¨ªa que de su pa¨ªs se llev¨®, tan s¨®lo, un viejo mosaico que le regal¨® un amigo.
El padre fue alcalde de Teher¨¢n, en la ¨¦poca del Sha, y la madre fue la primera parlamentaria de Ir¨¢n. Ella, Azar Nafisi, decidi¨® exiliarse del r¨¦gimen religioso de su pa¨ªs, cuando se le oblig¨® a usar velo en las clases, en 1995. Antes le hab¨ªan prohibido las clases de literatura extranjera, y ella se encerr¨® con unas disc¨ªpulas a contarles qui¨¦n era Vlad¨ªmir Nabokov (y otros de sus ¨ªdolos literarios), y de esa experiencia naci¨® su libro m¨¢s famoso, Leer 'Lolita' en Teher¨¢n (El Aleph). Ahora vive en Estados Unidos, escribe en varios medios y es directora del Dialogue Project en el Instituto de Pol¨ªtica Exterior de la Universidad Johns Hopkins.
"Ir¨¢n, como Espa?a, no depende de los gobernantes, sino de los pensadores y de los poetas"
Esta historia sin pudor est¨¢ atravesada de dolor; a Azar (Azar significa fuego, en persa) no le extra?a que Anita Desai haya dicho, en la New York Review of Books, que este libro sobre su madre es tambi¨¦n un libro sobre su madre patria. A lo largo de Cosas que he callado la madre es una presencia tir¨¢nica contra la que ella se rebela; el padre, un pol¨ªtico prominente, es c¨®mplice de la hija, que le ayuda a mentir para conservar a su mujer y para alcanzar la felicidad. Esa relaci¨®n distante con la madre se va aliviando y al final se produce una reconciliaci¨®n t¨¢cita, la hija necesita a la madre, "te debo tanto", le dice. La madre muere en Ir¨¢n, ella sigue en el exilio. La despedida es desgarradora, como una herida que ya no se ha de resolver. Del padre se despide en Londres, y la escritora exiliada est¨¢ atravesada por una melancol¨ªa sutil, atenuada; al final, ha podido tocar al padre.
En un hotel de Madrid, donde hablamos esta semana, Azar piensa en lo que se ha dicho sobre la madre y la patria. "S¨ª, es posible que las relaciones se parezcan. Y ah¨ª est¨¢ Ir¨¢n, siempre presente, aguardando acaso una nueva conversaci¨®n". El libro parece ahora una met¨¢fora de la visi¨®n que tiene de su pa¨ªs. "Cuando muri¨® mi madre sent¨ª que estaba pendiente una conversaci¨®n. Hab¨ªa algo de nuestra relaci¨®n que deb¨ªa entender para poder ser libre. Cuando la gente alrededor se muere ya no les puedes preguntar nada. Y cuando muri¨® mi padre de pronto sent¨ª que no iba a obtener m¨¢s respuestas de nadie. Muchas veces no queremos contar toda la verdad. Pero en los libros no puedes callar, y eso he hecho, no callar lo que s¨¦ de ellos dos".
Fue doloroso. Entrar en el libro (en las mentiras desmontadas del matrimonio, en la crueldad de la madre, en las infidelidades del padre, en las relaciones frustrantes, y peligrosas, con los adultos cuando era una ni?a) es como entrar en un campo de cristales rotos, disimulados por la vaporosa sensaci¨®n de belleza y fortuna de que est¨¢ impregnada la casa familiar de Azar. "Y fue muy doloroso porque quise escribir la verdad".
El camino de la escritura le fue aproximando a la madre, aquella tirana. "Cuando vives una relaci¨®n no te das cuenta de cosas que luego te vienen en la distancia. No me hab¨ªa dado cuenta de la necesidad de afecto que ten¨ªa mi madre, de su amargura... Y no apreci¨¦ todo lo que ella hizo por m¨ª. Ella quiso que yo fuera una mujer independiente, y nunca se lo agradec¨ª. Pero al escribir sobre ella tuve que acercarme a la persona que era y me di cuenta de lo mucho que me dio. Y ahora me siento agradecida".
De esa distancia se sinti¨® "culpable durante mucho tiempo, porque no fue f¨¢cil hablar con ella. Y fue muy dif¨ªcil aceptar que mi padre tambi¨¦n se equivoc¨® porque le defend¨ª siempre. Ahora me doy cuenta de que ¨¦l tambi¨¦n hizo cosas que yo prefer¨ª ignorar". ?l minti¨®, dice la hija, porque quer¨ªa ser feliz. "La mayor¨ªa de los hombres mienten para enga?ar a sus mujeres. Pero mi padre minti¨® para seguir con ella. La mentira se convirti¨® en parte de su personalidad. Cuando se cas¨® por segunda vez lo hizo con una mujer tan posesiva como mi madre, aunque mi madre era m¨¢s generosa y m¨¢s d¨¦bil. Mi padre fue d¨¦bil con mi madre y fue d¨¦bil con esta mujer, forz¨¢ndome a m¨ª y a mis hijos a ceder ante ella".
El libro la ha acercado a los padres acaso porque ella misma se ha entendido. "Tengo mucho de ellos en m¨ª. De hecho, mucho de lo que soy es lo que ellos quisieron que yo fuera. Y cuando me exili¨¦ supe que quiz¨¢ no iba a volver nunca a mi pa¨ªs, as¨ª que deb¨ªa llevarme algo simb¨®lico. Y saqu¨¦ much¨ªsimas fotograf¨ªas. Mi marido se re¨ªa: '?Te vas a llevar un mont¨®n de papel!'. Generalmente la gente que abandona Ir¨¢n se lleva alfombras, y yo me llevaba fotograf¨ªas".
Ahora muchas de esas fotograf¨ªas est¨¢n en el libro; esa conjunci¨®n a?ade una rara melancol¨ªa a la narraci¨®n, como si ella tuviera la mente de color sepia, el color de la memoria. Le pregunt¨¦ si se hab¨ªa llevado algo m¨¢s, algo simb¨®lico. Me dijo:
-Un amigo m¨ªo me regal¨® un azulejo antiguo y me lo llev¨¦. Tambi¨¦n me traje libros de Hafez y de Rumi y algunos de nuestros poetas. En mi oficina tambi¨¦n ten¨ªa algunos objetos de valor simb¨®lico y ahora est¨¢n conmigo en Estados Unidos...
S¨ª, es cierto, dice, lo que escribe Samuel Beckett, isle?o de Irlanda: "Uno cree haber abandonado la isla. Nunca deja uno la isla"... "Es verdad", dice Azar. "De hecho nosotros dejamos Ir¨¢n, pero Ir¨¢n nunca nos deja. Tenemos suerte, porque la memoria es lo ¨²nico que queda"...
?La madre y la patria?, le repito. "En realidad yo escribo aqu¨ª de las dos cosas. Desde el principio digo que este libro mezcla lo privado, lo p¨²blico y lo hist¨®rico. Es fascinante c¨®mo la realidad de uno se convierte en algo p¨²blico y c¨®mo lo p¨²blico se convierte en nuestra realidad. Yo escrib¨ª sobre mi pa¨ªs y sobre mi madre, claro que s¨ª". Al final usted logra entender a la madre, y logra entender a su padre. ?Es lo que le pasa con Ir¨¢n?
-Ellos han muerto, Ir¨¢n seguir¨¢ viviendo. Es extra?o porque como escritora veo Ir¨¢n desde fuera. En la contemplaci¨®n de mi propio pa¨ªs existen muchas paradojas. Me aterran los dictadores, pero me alegra saber que Ir¨¢n tiene tanta capacidad de recuperaci¨®n. Mire lo que sucedi¨® en Espa?a, despu¨¦s de la dictadura. Y, como Espa?a, Ir¨¢n no depende de los gobernantes sino de los pensadores y de los poetas. Esa parte de Ir¨¢n es la que no morir¨¢ y es la que para m¨ª alberga esperanza.
Y, en medio, Ahmadineyad y la amenaza nuclear, que le da actualidad (?ef¨ªmera?) a esta conversaci¨®n sobre el libro de la patria y la madre. Azar reflexiona: "A pesar del amor que siento hacia mi pa¨ªs adoptivo, que sigo creyendo que es muy generoso, siempre me enerva su ceguera ante asuntos internacionales. ?Qu¨¦ pasar¨ªa si Ahmadineyad dijera que no va a desarrollar armas nucleares? ?Creen que se acabaron los problemas impuestos por la dictadura religiosa en ir¨¢n? No. Lo que tienen que hacer es prestar atenci¨®n a la sociedad civil en mi pa¨ªs. Es cierto que Ir¨¢n est¨¢ desarrollando armas de destrucci¨®n masiva. Pero ese no es el ¨²nico problema... Durante la revoluci¨®n cultural, un colega me dijo que hablar con el r¨¦gimen isl¨¢mico es como jugar al ajedrez con un mono. En cualquier momento, el mono puede coger tu reina y trag¨¢rsela... Obama ha querido hablar, pobre Obama, le comieron la reina".
?Y siente miedo Azar del porvenir en su pa¨ªs? "El mundo hoy est¨¢ sumido en una crisis y la crisis puede ser buena y mala. Puede ayudar a reflexionar sobre los errores. El aspecto negativo es que la confusi¨®n puede crear p¨¢nico. Y eso me da miedo. Por eso los que no somos pol¨ªticos debemos ser las voces de la raz¨®n... Ir¨¢n es como una persona. La ¨²nica manera de saber c¨®mo es es escuchando a todos, incluido Ahmadineyad. Has de leer sobre la historia, la cultura, has de leer a los poetas, conocer su comida, escuchar su m¨²sica y quiz¨¢s puedas acercarte a la realidad".
Ella la cuenta a partir de una historia que, al ser narrada sin pudor, parece desnudar la memoria de la madre y de la patria.
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