Parcialidad en la reforma laboral
En el contexto de la reforma laboral en ciernes se plantean tres formas muy diferentes de empleo a tiempo parcial. La primera consiste en la reducci¨®n del tiempo de trabajo como alternativa a la destrucci¨®n de empleo, "siempre que sea de forma coyuntural" y se combine con la prestaci¨®n por desempleo para que las personas afectadas no vean sustancialmente mermados sus ingresos. Esta medida, que s¨ª ha tenido cierta repercusi¨®n medi¨¢tica, es la que se ha dado en denominar "el modelo alem¨¢n". Pero el documento del Gobierno tambi¨¦n propone fomentar dos modalidades de contratos a tiempo parcial que parecen estar pasando desapercibidas: una con horario fijo para "facilitar la conciliaci¨®n de la vida laboral y familiar"; la otra para proporcionar a las empresas "flexibilidad en la organizaci¨®n de la jornada". Es llamativa la falta de atenci¨®n que se les est¨¢ prestando a estas parcialidades porque, si se imponen, afectar¨¢n a gran n¨²mero de personas y cambiar¨¢n sustancialmente la configuraci¨®n del mercado de trabajo espa?ol.
La mujer ocupa puestos peor remunerados y menos cualificados que el hombre, pese a tener igual formaci¨®n
Lo primero a destacar es que en estas dos ¨²ltimas modalidades, que no son coyunturales, no se prev¨¦ completar los ingresos de las personas afectadas con ning¨²n tipo de prestaci¨®n. Se trata, en este caso, de empleo parcial como el que ya conocemos y que, por cierto, ya es objeto de subvenciones espec¨ªficas para determinadas categor¨ªas, entre las que se encuentra la de "mujeres en general". Es este un empleo con salario parcial y con adquisici¨®n parcial de derechos sociales (jubilaci¨®n, prestaci¨®n por desempleo posterior, etc¨¦tera). Se trata en general de empleos precarios, no solamente con ingresos medios que no permiten la independencia econ¨®mica, sino con un salario por hora mucho menor que el de los empleos a tiempo completo.
El Gobierno argumenta que se trata de superar el "problema" de la escasa utilizaci¨®n del tiempo parcial en Espa?a. Es cierto que en otros pa¨ªses europeos la incidencia de este fen¨®meno, femenino en todos sin excepci¨®n, es mucho mayor. En Holanda ya el 75% de las mujeres empleadas est¨¢n a tiempo parcial y, lo que es m¨¢s grave, la mayor¨ªa trabajan menos de 20 horas a la semana. A ello se ha llegado con el mismo tipo de medidas que ahora se pretenden profundizar en Espa?a: por el lado de la oferta, potenciando que "los trabajadores con responsabilidades familiares" elijan reducir sus horas de trabajo. Por el lado de la demanda, subvencionando a las empresas para que aumenten su utilizaci¨®n.
?Pero por qu¨¦ y para qui¨¦n es beneficioso el desarrollo extensivo del tiempo parcial? Les puede venir bien a algunas empresas, pero lastra el funcionamiento del mercado de trabajo y, con ello, la productividad de los pa¨ªses. En efecto, donde este fen¨®meno se ha ido imponiendo, se han configurado profesiones y sectores donde las mujeres trabajan por norma a tiempo parcial, junto a otros a tiempo completo y abrumadoramente masculinos. M¨¢s all¨¢ de la capacidad de trabajo desperdiciada, esta segregaci¨®n sexual del mercado de trabajo crea ineficiencias, pues impide que cada persona encuentre el puesto que le corresponde. Las mujeres ocupan sistem¨¢ticamente estos puestos peor remunerados y poco cualificados, a pesar de que tienen igual nivel de formaci¨®n que los hombres.
Tampoco se puede decir que el empleo a tiempo parcial sea deseado: entre los casi dos millones de mujeres y algo m¨¢s de medio mill¨®n de hombres con este tipo de contratos en Espa?a, la causa m¨¢s frecuentemente declarada (datos EPA, IV trimestre de 2009) es la de no haber podido encontrar jornada a tiempo completo (857.300 mujeres y 274.500 hombres). Le sigue la dedicaci¨®n a obligaciones familiares, que afecta a 525.300 mujeres y solamente a 18.600 hombres. Y seg¨²n progrese el tiempo parcial, m¨¢s peso relativo tendr¨¢n las mujeres en estas dos causas ¨ªntimamente relacionadas. Los hombres no lo eligen, como tampoco eligen las excedencias no pagadas, ni los permisos parentales que sean transferibles o no est¨¦n pagados al cien por cien, ni el teletrabajo, que les impide la promoci¨®n.
Algunas mujeres, animadas por las facilidades y presionadas por la falta de alternativas, s¨ª eligen esa v¨ªa diferencial. El resto, que es la mayor¨ªa, se ven afectadas por el riesgo, por la norma social y por las subvenciones que reciben los empresarios para darles ese trato. Pero estos temas parecen no ser objeto de debate en la reforma laboral. Los llamados agentes sociales, tan preocupados por el empleo digno, por los salarios y por la econom¨ªa, no parecen encontrar ning¨²n problema en que se despilfarre la mitad del capital humano del pa¨ªs, ni en la precariedad y falta de independencia econ¨®mica en la que esta v¨ªa sit¨²a a una parte importante de la poblaci¨®n asalariada.
Lo que est¨¢ impl¨ªcito es el convencimiento de que el sacrificio de las mujeres, por mucho que sea injusto e ineficiente, tiene una doble ventaja: por una parte, ellas cubren la necesidad de cuidado, y por otra, la mano de obra masculina queda libre de esas obligaciones y totalmente disponible. Este es el modelo social llamado de "sustentador y medio", del que Holanda es un ejemplo emblem¨¢tico. Claro que la cosa no acaba de cuadrar: el envejecimiento de la poblaci¨®n hace que el monto de cuidados sea cada vez mayor y, por si fuera poco, cada vez menos mujeres eligen esa v¨ªa. As¨ª, el capital humano de las mujeres no se aprovecha, pero las tasas de fecundidad siguen cayendo y la crisis demogr¨¢fica se agrava.
Estos nuevos desequilibrios no se est¨¢n afrontando. La disminuci¨®n de las tasas de fecundidad se da por irreversible, y tampoco se cuenta con las mujeres para aumentar la productividad. Tan s¨®lo se piensa en medidas que, como aumentar la edad de jubilaci¨®n, intentan paliar las consecuencias sin atajar las causas. El aumento de las necesidades de cuidados debido al envejecimiento ni se nombra. Y es que, a lo m¨¢s, se intenta tratar el problema someti¨¦ndolo a una restricci¨®n que lo hace insoluble: el mantenimiento de la divisi¨®n sexual del trabajo.
La buena noticia es que, eliminando esa restricci¨®n, autom¨¢ticamente hallaremos la soluci¨®n ¨®ptima. El monto creciente de cuidados ser¨¢ abordable si, adem¨¢s de proveer servicios p¨²blicos adecuados, los hombres asumen su parte; y ello s¨®lo se puede conseguir con horarios a tiempo completo m¨¢s cortos y con medidas efectivas como permisos de paternidad intransferibles iguales a los de maternidad. Por otro lado, si las mujeres encuentran condiciones para tener hijos en igualdad, las tasas de fecundidad se recuperar¨¢n hasta niveles aceptables.
As¨ª pues, la soluci¨®n consiste en habilitar las condiciones para que todas las personas participen en el cuidado sin que ninguna tenga que sacrificar su profesi¨®n. Parece obvio que esta v¨ªa redundar¨ªa en el bienestar de toda la poblaci¨®n, pero la obviedad no es ninguna garant¨ªa de cambio porque, como escribi¨® el mism¨ªsimo Keynes: "La dificultad no reside en comprender nuevas ideas, sino en rehuir las viejas, que penetran hasta el ¨²ltimo rinc¨®n del cerebro de aquellos que, como la mayor¨ªa de nosotros, han sido educados en ellas". -
Mar¨ªa Pazos Mor¨¢n es investigadora del Instituto de Estudios Fiscales y autora del libro Econom¨ªa e igualdad de g¨¦nero: Retos de la Hacienda P¨²blica en el siglo XXI.
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