Retrato de familia

Melodrama que sabe contener, mediante una muy meditada est¨¦tica del aislamiento, sus medulares torbellinos g¨®ticos, La isla interior es una de esas pel¨ªculas que, echando mano de la inercia, uno podr¨ªa definir como una-gratificante-sorpresa. Ser¨ªa una triste manera de escurrir el bulto por parte del cr¨ªtico. Es m¨¢s decente fustigarse un poco: no haberse rendido incondicionalmente a ninguna otra pel¨ªcula anterior de Dunia Ayaso y F¨¦lix Sabroso no deber¨ªa eximir al rese?ista de reconocer, revisando los juicios previos que haga falta, que las bondades, intensidad, capacidad de trastorno y justeza de tono de La isla interior no han llovido del cielo, sino que son meta alcanzada tras un cauteloso recorrido, que, probablemente a la altura de Descong¨¦late (2003), lleg¨® a plantearse el problema de la ampliaci¨®n de registros.

No se permite ni una ligereza, nada obstaculiza el planteamiento

La isla interior refuerza, no obstante, otro t¨®pico asociado al t¨¢ndem: su trayectoria parece, ahora m¨¢s que nunca, una versi¨®n a escala del camino almodovariano de lo carnavalesco a lo melodram¨¢tico. Como en las piezas m¨¢s turbulentas de la filmograf¨ªa de Almod¨®var, el melodrama, en manos de Ayaso y Sabroso, parece levantarse sobre im¨¢genes de pulsi¨®n casi hitchcockiana, aplicando una mirada de fuego helado y obsesi¨®n inefable sobre cada objeto y cada personaje. Los puntos de contraste son, en todo caso, dignos de menci¨®n: Ayaso y Sabroso se resisten al desbordamiento narrativo y al gusto por el desv¨ªo de algunos ¨²ltimos trabajos del cineasta manchego, cuya tendencia barroca proporciona otro tipo de gratificaciones que las de esta concentrada pesadilla familiar, e insular, que crece hasta convertirse en el mejor -y m¨¢s universal- trabajo de esta pareja de cineastas.

Si uno fuese capaz de imaginar El hundimiento de la casa Usher contado a trav¨¦s de una serie de cuadros de Edward Hopper, el resultado podr¨ªa parecerse a La isla interior. A la interrogaci¨®n acerca de si el infierno de cada uno lo define la gen¨¦tica o el medio, Ayaso y Sabroso ofrecen un desesperanzador retrato de familia como naturaleza muerta que resuelve el dilema en tablas, sin que el conjunto se permita ninguna ligereza, sin que nada obstaculice el riguroso planteamiento de este firme paso adelante.