El Estado de bienestar va rumbo a la UVI
La crisis y la foto demogr¨¢fica ponen en tensi¨®n las cuentas p¨²blicas en Espa?a - Se impone un nuevo contrato social
La Gran Recesi¨®n ten¨ªa que cambiarlo todo: el mercado libre o libertino, el dominio de una casta con mucho m¨¢s dinero que sentido com¨²n, los excesos del capitalismo de casino. Una ola de intervenci¨®n p¨²blica -de m¨¢s Estado- cuando peor iban las cosas evit¨® una Gran Depresi¨®n. Ir¨®nicamente, sus consecuencias devuelven el p¨¦ndulo cerca de donde estaba: "Una crisis que puso en duda el futuro del capitalismo acabar¨¢ por poner en duda el futuro del Estado", ironiza desde Washington el soci¨®logo Norman Birnbaum. Al final, la Gran Recesi¨®n va a traer algunos cambios, pero por donde menos se esperaban: la crisis cuestiona las dos o tres grandes ideas que ha aportado Europa en el ¨²ltimo medio siglo. Una de ellas es la construcci¨®n europea, amenazada por el ascenso de un populismo derechista, por la insolidaridad de Alemania en la tragedia griega, por ese s¨¢lvese quien pueda que deja muy tocado el euro. Relacionada con la anterior, la otra idea en crisis es el Estado de bienestar. EE UU lo ampl¨ªa y en Europa (y particularmente en Espa?a) hay presiones para reducirlo. El mundo al rev¨¦s.
El peso del gasto p¨²blico nacional es inferior a la media de la OCDE La diana se?ala a los funcionarios y tal vez a los futuros pensionistas
La diferencia entre la felicidad y la miseria, dec¨ªa Charles Dickens, reside en no gastar sistem¨¢ticamente m¨¢s de lo que uno ingresa. Y eso es lo que sucede ahora. ?Puede Espa?a garantizar su Estado de bienestar tras el derrumbe de un modelo econ¨®mico anta?o burbujeante?
La respuesta arquet¨ªpica en econom¨ªa, y puede que en pol¨ªtica, es un melanc¨®lico depende. Pero no es aventurado decir que vienen curvas: los ajustes (sin eufemismos: recortes de gasto y subidas de impuestos) son impepinables a corto plazo si como hasta ahora mandan los mercados. Aunque, atenci¨®n: de ser as¨ª se corre el riesgo de truncar de ra¨ªz una recuperaci¨®n que ni siquiera ha comenzado a¨²n. Y a m¨¢s largo plazo, el debate de nunca acabar de las reformas estructurales deber¨¢ traducirse en algo tangible. En plata: m¨¢s recortes. Una vez m¨¢s, eso es lo que suceder¨¢ si los mercados siguen dictando el gui¨®n, y no est¨¢ claro que los pol¨ªticos puedan (y ni siquiera que deban) llevarles la contraria: ah¨ª est¨¢ el caso de Grecia, tan diferente pero tambi¨¦n tan amenazador. A corto, a medio y a todos los plazos, eso, en pocas palabras, son malas noticias. Conflictos a la vista.
A mediados del pasado siglo se ponen los cimientos de una forma europea de entender el capitalismo que incluye sanidad y educaci¨®n universales, y lo que en su momento fue una revoluci¨®n: las pensiones. Seguridad desde la cuna hasta la muerte. En Espa?a eso empieza m¨¢s tarde, pero se desarrolla con rapidez: "En s¨®lo tres d¨¦cadas se ha puesto en pie un edificio que a¨²n no es comparable con el Estado de bienestar de los pa¨ªses n¨®rdicos, ni siquiera de los centroeuropeos, pero con unos est¨¢ndares aceptables", asegura Jes¨²s Fern¨¢ndez-Villaverde, de la Universidad de Pensilvania. "El problema es que, con el tiempo, el Estado -y las autonom¨ªas, que no son m¨¢s que eso mismo: Estado- hace cada vez m¨¢s cosas porque la riqueza del pa¨ªs se multiplica, la poblaci¨®n aumenta y demanda m¨¢s servicios, la esperanza de vida sube. Y en paralelo, izquierdas y derechas se meten en una carrera de reducci¨®n de impuestos con el argumento falaz de que eso se traducir¨¢ en m¨¢s actividad econ¨®mica y a la postre m¨¢s recaudaci¨®n. Hasta que ese edificio se viene abajo con la crisis, que de alguna manera va a obligar a repensar ese contrato social que llamamos Estado de bienestar", asegura el profesor del IESE Alfredo Pastor, ex secretario de Estado de Econom¨ªa socialista.
Hay varias ideas profundamente equivocadas que contaminan todo este debate. Para empezar, esa historia que o¨ªmos constantemente de una econom¨ªa europea estancada en la que los impuestos elevados y los beneficios sociales generosos han eliminado los incentivos y detenido el crecimiento y la innovaci¨®n, se parece poco a los hechos. "La lecci¨®n de Europa es en realidad la opuesta a la que cuentan los conservadores: Europa es un ¨¦xito econ¨®mico; la democracia social funciona", escrib¨ªa en estas p¨¢ginas hace tres meses el Nobel Paul Krugman. Los equ¨ªvocos tienen, adem¨¢s, versiones puramente espa?olas, basados en prejuicios o incluso en errores intencionados. Hecho: el peso de los funcionarios sobre el total de trabajadores es en Espa?a menor que en las econom¨ªas con las que se compara. Hecho: el peso del gasto p¨²blico total es inferior; no llega a la media de la OCDE ni en sanidad, ni en pensiones, ni en educaci¨®n ni en pr¨¢cticamente nada. Hecho: los impuestos son menores, la presi¨®n fiscal es muy inferior a la de los pa¨ªses con cuyos Estados de bienestar quiere compararse el espa?ol.
"Espa?a quiere ser Suecia y a la vez EE UU: quiere flexibilidad y bajos impuestos, como los estadounidenses, y a la vez un gasto social elevado y un Estado de bienestar impecable, como los suecos. No se puede ir en las dos direcciones: hay que escoger", critica Andr¨¦ Sapir, de Bruegel. Y m¨¢s ahora. Las huellas de la crisis van a ser profundas en t¨¦rminos de paro, empobrecimiento de las clases medias y desigualdad, pero tambi¨¦n en lo relativo al d¨¦ficit y la deuda.
Cuando alguien ha estado al borde de la muerte eso le hace revisar sus prioridades y valores: el capitalismo lo estuvo en alg¨²n momento de octubre de 2008, tras la ca¨ªda de Lehman Brothers; ahora son algunos Estados -y Espa?a est¨¢ en esa lista negra- los que se enfrentan a una situaci¨®n potencialmente devastadora. Es el momento de repensar algunas cosas. "En Espa?a y en otros pa¨ªses mediterr¨¢neos los Estados de bienestar son muy ineficientes, y adem¨¢s no mueven suficientes recursos de ricos a pobres", critica Alberto Asesina desde Harvard. "Es necesaria una combinaci¨®n de reducci¨®n del fraude, recortes en el gasto y reformas que no perjudiquen a los m¨¢s desfavorecidos. Hay muchos grupos sobreprotegidos (desde el improductivo funcionariado a los prejubilados de 50 a?os) cuyos beneficios deben ser reducidos", afirma donde m¨¢s duele.
Desde dentro, los economistas consultados abogan por recetas similares, pero no es nada f¨¢cil ponerle el cascabel al gato. Un d¨ªa, 100 destacados economistas proponen una reforma laboral con medidas de flexibilizaci¨®n; al d¨ªa siguiente salen 700 diciendo pr¨¢cticamente lo contrario. Esa misma polarizaci¨®n se da en la arena pol¨ªtica con la educaci¨®n, con las pensiones, con el sistema de salud, con todo. La capacidad de consenso pareci¨® acabarse con los Pactos de la Moncloa. Pero al menos hay un cierto acuerdo en los boquetes de ese edificio. Ignacio Zubiri, de la Universidad del Pa¨ªs Vasco, describe algunos: "Es intolerable que el ex director general de una entidad financiera cobre el paro, es inadmisible que las ayudas a la natalidad sean exactamente iguales para un Bot¨ªn que para alguien sin apenas ingresos, es inaceptable la supresi¨®n del impuesto sobre el patrimonio o las enormes rebajas en sucesiones, o la tributaci¨®n de las Sicav, o en general la cada vez mayor falta de equidad del sistema fiscal, y es imprudente que algunas pensiones no contributivas no se financien v¨ªa impuestos, o que nos jubilemos a los 62 a?os: eso es insostenible porque, al fin y al cabo, como pa¨ªs somos m¨¢s pobres, bastante m¨¢s pobres de lo que cre¨ªamos. Hay que redefinir el Estado de bienestar, dirigirlo a quien realmente lo necesita".
Luis de Guindos, ex secretario de Estado con el PP, asegura que hay margen para retocar "la inversi¨®n p¨²blica, los sueldos de los funcionarios (teniendo en cuenta que no son precisamente ellos quienes van a perder el empleo y que alg¨²n genio aument¨® su sueldo el 3,7% en 2009), hay margen de mejora en la gesti¨®n de las autonom¨ªas en sanidad y educaci¨®n, y se pueden tocar aspectos de las pensiones como la ampliaci¨®n del plazo de cotizaci¨®n. Nos jugamos mucho si eso no se hace y Espa?a sigue perdiendo credibilidad fiscal".
En fin: la diana se?ala a los funcionarios y tal vez a los futuros pensionistas, a la inversi¨®n p¨²blica y a las subidas de impuestos: "Eso es tan desafortunado y tan triste como necesario", afirma categ¨®rico el catedr¨¢tico de la UPF Guillem L¨®pez-Casasnovas, uno de los grandes expertos espa?oles en Hacienda P¨²blica. "De lo contrario hay serios riesgos de tener una crisis fiscal a la griega", abunda. No hay comidas gratis: una econom¨ªa que ha vivido por encima de sus posibilidades debe purgar sus excesos tarde o temprano. "La clave ser¨¢ repartir las cargas de la crisis: hay que poner sobre la mesa varias p¨ªldoras muy duras de tragar. Y hacer que toda la factura recaiga en sindicatos, funcionarios y beneficiarios del gasto social ser¨ªa inaceptable: hay que subir impuestos a las rentas altas para que el ajuste no penalice mayoritariamente a las clases populares", se?ala L¨®pez-Casasnovas.
Y aun as¨ª, eso apenas vale para salir del paso, de esa ratonera fiscal en la que ya est¨¢ metida Grecia. La parte del le¨®n del gasto se va en pensiones, sanidad, educaci¨®n y subsidios de paro, y se ir¨ªa tambi¨¦n en gastos sociales si la dependencia fuera algo m¨¢s que una ley. A pesar del agujero en las cuentas p¨²blicas, el grueso del Estado de bienestar no puede permitirse estar en crisis porque sus prestaciones ya son reducidas. No parece f¨¢cil bajarle el sueldo a un pa¨ªs de mileuristas para que la econom¨ªa gane competitividad, como piden algunos premios Nobel. Y la misma l¨®gica vale para el Estado de bienestar: es tremendamente dif¨ªcil recortar las pensiones cuando la pensi¨®n media es tan baja (775 euros). Ni uno solo de los 15 economistas, soci¨®logos y pol¨ªticos o ex pol¨ªticos consultados para este reportaje cree que haya que rebajar los servicios fundamentales.
"Reducir el gasto en educaci¨®n ser¨ªa un desastre: Espa?a ya ocupa p¨¦simos puestos en t¨¦rminos de fracaso escolar, paro juvenil o competitividad como para plante¨¢rselo", apunta el ex ministro socialista Jordi Sevilla. "Lo mismo ocurre con sanidad y pensiones; por ah¨ª s¨®lo es posible actuar desde las reformas estructurales, desde el pacto y con la seguridad de que los efectos s¨®lo llegar¨¢n a largo plazo: reconversi¨®n industrial del modelo sanitario (un debate serio sobre el copago, una reforma focalizada a tratar a los enfermos cr¨®nicos y a los dependientes), retoques en las pensiones (ampliaci¨®n selectiva de la edad de jubilaci¨®n, financiaci¨®n con impuestos) y evidentemente una reforma laboral", a?ade Sevilla.
El soci¨®logo Gregorio Rodr¨ªguez Cabrero considera que los recortes, adem¨¢s, pueden ser contraproducentes. "El gasto en educaci¨®n, sanidad y servicios sociales es una gran fuente de empleo, contribuye a generar demanda, incrementa la productividad: es una inversi¨®n social de futuro y aumenta el bienestar del presente. El fetichismo del d¨¦ficit aboga por la contenci¨®n del gasto, pero la obsesi¨®n por el d¨¦ficit ser¨¢ una fuente potencial de conflictos sociales", advierte.
En el fondo, tras la supuesta crisis del Estado de bienestar se esconde un jugoso debate ideol¨®gico de fenomenales consecuencias para la ciudadan¨ªa. A un lado, los mercados, los bancos y una parte de los economistas, advirtiendo del negro futuro de un pa¨ªs con un d¨¦ficit que supera el 10% del PIB. Al otro, quienes piensan que el debate est¨¢ excesivamente viciado por la sostenibilidad financiera, por el economicismo, por quienes sostienen que las matem¨¢ticas del d¨¦ficit definen la agenda pol¨ªtica por una combinaci¨®n de cobard¨ªa y miop¨ªa pol¨ªtica.
Vicen? Navarro, de la Pompeu Fabra, es uno de ellos. "Mientras EE UU contrata a miles de funcionarios, aprueba una reforma sanitaria a la europea y sale con ello de la crisis, Espa?a decide recortar el 80% la oferta de empleo p¨²blico, se obsesiona con el d¨¦ficit, ve como algo inevitable la cura de adelgazamiento del Estado. El problema de Espa?a no es la deuda p¨²blica, sino el paro. ?Un 20%, un 40% de paro juvenil! El Gobierno toma la l¨ªnea opuesta a la que recomiendan organismos tan poco sospechosos de izquierdistas como el FMI: no retirar est¨ªmulos hasta que salgamos de esta". "Adem¨¢s", a?ade, "es urgente una subida de impuestos a las rentas altas que acabe con la falta de progresividad en el sistema fiscal, para gastar ese dinero en empleo p¨²blico y en estimular la demanda", avisa Navarro, en una tesis que defiende tambi¨¦n -con matices- Josep Borrell: "Sistema fiscal y Estado de bienestar est¨¢n directamente relacionados; es un error reducir una parte y pensar que la otra no se va a ver afectada".
Y a¨²n hay una tercera v¨ªa en el debate: quienes afirman que cierta izquierda ha agotado su discurso, ha muerto de ¨¦xito. "El Estado de bienestar no est¨¢ en crisis: lo que est¨¢ en crisis es la l¨®gica sobre la que fue creado, sobre un modelo de sociedad que ya no existe, con personas que empezaban a trabajar a los 20 a?os, cotizaban m¨¢s de 40 y ten¨ªan una esperanza de vida de seis meses desde el momento en que empezaban a cobrar una pensi¨®n", ataca el ex ministro socialista Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall. "Cincuenta a?os m¨¢s tarde, la izquierda est¨¢ sin ideas y se empe?a en mantener el car¨¢cter totalmente universal del Estado de bienestar, defiende las rebajas de impuestos, y con ello se dejan como intocables cosas como pensiones no contributivas en el barrio de Salamanca, como grandes banqueros que se van al paro y cobran prestaci¨®n, como pensionistas multimillonarios que no pagan por las recetas, por poner s¨®lo algunos ejemplos hilarantes. Es el momento de revisar aspectos antidistributivos del Estado de bienestar. Pero no parece que haya coraje para eso".
Mois¨¦s Na¨ªm, director de Foreign Policy, tercia en la pol¨¦mica entre m¨¢s Estado o m¨¢s mercado, decantada a favor del segundo en los ¨²ltimos tiempos. "El reto no es Estado o mercado, es combinar ambos: ya se ha visto que no funcionan por separado. No hay recetas simples: el Estado no puede jugar el mismo rol en la sanidad que en las telecomunicaciones, en defensa que en la regulaci¨®n del sistema financiero. El desaf¨ªo del Estado de bienestar europeo es responder a los retos que supone la evoluci¨®n de la demograf¨ªa, de una econom¨ªa pol¨ªtica de derechos adquiridos que tal vez no se pueden mantener y a la distribuci¨®n de poder entre generaciones, entre regiones y entre sectores ante las amenazas que deja la crisis".
Hay pol¨¦micas que surgen en cuanto se abre ese debate sobre Estado y mercado: el exceso de televisiones en algunas comunidades aut¨®nomas; los informes absurdos y costos¨ªsimos que encargan las administraciones; los sueldos de los centenares de asesores que pululan alrededor de los Gobiernos central, aut¨®nomo y local; ese funcionario a quien todo el mundo conoce que se pasa el d¨ªa mano sobre mano; la ineficiencia rampante de una parte del sector p¨²blico, esas cosas. Cientos de conductores de autob¨²s recibieron la baja m¨¦dica en la ¨²ltima huelga de transportes de una de las grandes capitales espa?olas. Ejemplos como ese afectan a la calidad del sector p¨²blico, "pero sobre todo a la moral de la tropa", se queja Josep Oliver, catedr¨¢tico de la Aut¨®noma de Barcelona. "La crisis nos deja por delante un trabajo tit¨¢nico: mejorar factores como la competitividad o el absentismo en el funcionariado para redescubrir la funci¨®n p¨²blica. Hay que ganar eficiencia y evitar el fraude, eso es evidente, nadie puede oponerse a eso, y sin embargo ning¨²n partido ha conseguido avances en d¨¦cadas: no debe ser tan f¨¢cil. Adem¨¢s, ese no es el problema: el grueso del dinero no se escapa por la falta de competitividad del sector p¨²blico, por el segundo canal de una televisi¨®n p¨²blica, ni siquiera por los centenares de miles de millones de asesores pol¨ªticos. Eso es meter ruido en el debate para no llegar a ning¨²n sitio. El grueso del dinero se va y se ir¨¢ en educaci¨®n, sanidad y pensiones, y eso no va a bajar, no puede bajar, no debe bajar", se?ala Oliver. "Eso s¨ª, no se puede gastar por sistema m¨¢s de lo que se ingresa, y hay que gastar mejor para que no parezca que el dinero se desvanece, que desaparece", cierra. La frase de Dickens, felicidad o miseria, es de David Copperfield, personaje de novela convertido hoy en un mago venido a menos. El Estado de bienestar espa?ol se enfrenta tambi¨¦n a una mutaci¨®n. Veremos en qu¨¦ acaba.
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