Un BCE a la americana
El banco central, cada vez menos ortodoxo, asume un mayor protagonismo
Una de las consecuencias m¨¢s significativas de la crisis es el giro copernicano que se ha visto obligado a dar el Banco Central Europeo (BCE), siempre tan ortodoxo, siempre tan aburrido. Hasta ahora, claro. Su presidente, Jean-Claude Trichet, ha tenido que cambiar su posici¨®n de manera radical al menos en tres cuestiones relevantes en menos de tres meses.
En febrero de este a?o asegur¨® que no conceder¨ªa "ning¨²n trato especial" en la exigencia de una calificaci¨®n m¨ªnima de la deuda soberana de un pa¨ªs para ser aceptada por el BCE como garant¨ªa para conceder pr¨¦stamos. Eso ya ha sucedido con Grecia: el pasado d¨ªa 3, el consejo del BCE acord¨® suspender el requisito de una calificaci¨®n m¨ªnima para Grecia, lo que implicaba aceptar toda su deuda como colateral sin condici¨®n alguna, con independencia de su valoraci¨®n por las agencias. Eso beneficia a Grecia, l¨®gicamente, pero tambi¨¦n a los bancos franceses y alemanes, los m¨¢s atrapados con la deuda hel¨¦nica.
Hay m¨¢s. En marzo, Trichet calific¨® de "muy, muy negativo" que el Fondo Monetario Internacional (FMI) interviniera en la asistencia a Grecia "en lugar del Eurogrupo o de los Gobiernos". Las exigencias de Alemania le han hecho cambiar de opini¨®n y el FMI estar¨¢ presente en Grecia, en el mecanismo de rescate y en todo lo que haga falta. "El papel del FMI tiene inconvenientes claros en t¨¦rminos de presentaci¨®n, de imagen, pero tiene todo el sentido por la experiencia de esa instituci¨®n en la soluci¨®n de algunos de los problemas planteados", tercia el ex ministro espa?ol Pedro Solbes.
Pero el cambio m¨¢s radical se registr¨® el pasado lunes, cuando por primera vez en su historia el BCE decidi¨® comprar deuda soberana en los mercados. Eso es lo que se conoce como activar la m¨¢quina de imprimir dinero, o iniciar la pol¨ªtica de relajaci¨®n cuantitativa: el BCE inyecta dinero fresco en la econom¨ªa y a cambio se queda los t¨ªtulos de deuda. Y as¨ª consigue, de un plumazo, rebajar las tensiones reflejadas en los tipos de inter¨¦s y calmar las incertidumbres en los mercados respecto a los bancos.
En lo que va de semana ha adquirido unos 20.000 millones de euros en bonos de Espa?a, Portugal y Grecia de un vencimiento de entre uno y tres a?os. La Reserva Federal y el Banco de Inglaterra hacen lo mismo desde el inicio de la crisis, aunque en su caso con otro objetivo: para dar liquidez al sistema financiero en un momento en que la sequ¨ªa amenazaba a la banca.
Daniel Gros y Thomas Mayer del Center For European Policy Studies (CEPS), consideran que ese cambio es peligroso: "El BCE no puede y no debe actuar simplemente como agente de las autoridades fiscales nacionales". El economista Charles Wyplosz va un paso m¨¢s all¨¢ al asegurar que lo que hace el BCE es "salvar" a los Gobiernos en apuros, por las presiones pol¨ªticas a las que ha sido sometido, con lo que tiene dos problemas: se pone en duda su sacrosanta independencia y se crea un v¨ªnculo peligroso entre la pol¨ªtica monetaria y la pol¨ªtica fiscal. La decisi¨®n ha generado una profunda grieta en el consejo del banco, especialmente por las cr¨ªticas del Axel Weber, miembro del consejo de gobierno del BCE, presidente del Bundesbank y celoso guardi¨¢n de la ortodoxia antiinflacionista y de aquel minimalismo del que sol¨ªa presumir el banco con sede en Francfort: una herramienta (los tipos de inter¨¦s) para una pol¨ªtica (el control de la inflaci¨®n, la gran obsesi¨®n alemana).
La postura de Weber -un monumental disgusto explicitado esta misma semana en un diario econ¨®mico alem¨¢n- es especialmente relevante por tratarse del virtual sucesor de Trichet en oto?o de 2011. Una sucesi¨®n que puede haberse cerrado en uno de los pactos bilaterales del ¨²ltimo fin de semana, como efecto colateral de la cumbre.
Y sin embargo los expertos consideran que m¨¢s all¨¢ del mecanismo pactado en Bruselas, lo que de veras activ¨® la euforia en los mercados el pasado lunes -el Ibex lanzado, con alzas del 14%, y el resto de parqu¨¦s a su estela- fue precisamente esa renovada heterodoxia del BCE. Especialmente en las cotizaciones de los bancos, los grandes beneficiados del giro de la instituci¨®n. Y del mismo modo, lo que provoc¨® las ca¨ªdas del viernes fue la sospecha de que el BCE hab¨ªa dejado de comprar deuda.
El BCE es una bestia muy distinta de la que era cuando empez¨® la crisis. Se ha americanizado: ya no puede pensar s¨®lo en la inflaci¨®n. Y ahora lanza andanadas de profundidad en varias direcciones: las ¨²ltimas medidas aprobadas por su consejo de gobierno persiguen "abordar el mal funcionamiento de los mercados de valores", seg¨²n un comunicado de la entidad. Los mercados (y ese ya casi habitual "mal funcionamiento") ganan cada vez m¨¢s peso en todas partes.
Los analistas no las tienen todas consigo respecto a ese viraje. "El paquete de rescate m¨¢s la aparici¨®n del BCE son, de entrada, una buena forma de detener el golpe que se acercaba por la v¨ªa de los mercados, que a trav¨¦s de presi¨®n sobre la deuda griega, portuguesa y espa?ola pod¨ªa haberse llevado por delante el euro. Al final, el BCE lleva meses apagando fuegos, porque es la ¨²nica instituci¨®n que puede funcionar con cierta celeridad. Pero Europa no puede funcionar con s¨®lo una moneda ¨²nica y un banco central: necesita un Tesoro, necesita un Presupuesto, necesita unas reglas del juego comunes en el terreno fiscal y en el mercado de trabajo", dice Xavier Vives, del IESE.
Ese Tesoro europeo no es una aspiraci¨®n nueva: una idea parecida se analiz¨® hace a?os en la Comisi¨®n. "A diferencia del mercado norteamericano, m¨¢s profundo y eficiente -y por lo tanto m¨¢s barato para emitir-, en la UE hay tantos mercados de deuda como pa¨ªses, aunque todos est¨¦n nominados en euros, pero las caracter¨ªsticas y precios de cada emisi¨®n son diferentes. Incluso la calificaci¨®n crediticia es muy distinta, y como ha puesto de relieve la crisis tal vez no suficientemente distinta", argumenta Solbes para explicar las dificultades que entra?ar¨ªa la puesta en marcha de un Tesoro. Al cabo, m¨¢s all¨¢ del BCE y del euro, pensar en una pol¨ªtica econ¨®mica com¨²n es adentrarse en terra inc¨®gnita. "Ni siquiera est¨¢ bien definido ese concepto: la gobernanza econ¨®mica no significa lo mismo para todos. La realidad es que las dificultades vividas nos est¨¢n forzando a que definamos nuevos procedimientos, a veces en el l¨ªmite de lo pactado en Maastricht", dice Solbes. Y el BCE es un ejemplo de libro de c¨®mo el vendaval de los hechos est¨¢ haciendo saltar las costuras del Tratado.
Queda un largo camino por delante para el BCE y para el euro. Daniel Gros asegura que el mero hecho de pensar en la bancarrota de alg¨²n pa¨ªs ejemplifica el dilema que tiene ante s¨ª Europa: "Algunos piensan que el hecho de que alg¨²n pa¨ªs declare la suspensi¨®n de pagos muestra que no ha habido suficiente integraci¨®n, ni ayuda, ni vigilancia. Y otros que esa misma suspensi¨®n de pagos demostrar¨ªa que la integraci¨®n es m¨¢s que suficiente: el sistema tiene reglas aplicables que todo el mundo debe cumplir, y si un pa¨ªs acaba mal es porque se lo ha buscado". El futuro del euro, del BCE y de todo lo que tenga relaci¨®n con la UE guarda relaci¨®n con lo que decida la Uni¨®n acerca de ese debate.
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