Un fracaso detr¨¢s de otro
Las reformas laborales aprobadas en tres d¨¦cadas de democracia no han propiciado la creaci¨®n de empleo estable ni han evitado la p¨¦rdida de millones de puestos de trabajo en tiempos de crisis
La intensidad con la que se ha reclamado desde m¨²ltiples foros una reforma laboral en Espa?a en los ¨²ltimos a?os puede llevar al equ¨ªvoco de pensar que pr¨¢cticamente nunca se hab¨ªa hecho ninguna. Nada m¨¢s lejos de la realidad. Desde que se promulg¨® en 1980, la redacci¨®n del Estatuto de los Trabajadores ha cambiado en torno a medio centenar de ocasiones. Poco menos de un cambio cada medio a?o tratando de arreglar los problemas de un mercado laboral dado a los excesos: a la gran creaci¨®n de empleo precario y temporal en las etapas de crecimiento y a la destrucci¨®n cuando llegan mal dadas. Un mercado laboral que, como record¨® el gobernador del Banco de Espa?a, Miguel ?ngel Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, hace apenas un mes, alg¨²n arreglo necesitar¨¢ si en dos d¨¦cadas se ha situado tres veces por encima del 20% de paro.
El Estatuto de los Trabajadores ha cambiado medio centenar de veces
Las reformas sin consenso han acabado siempre en huelga general
Para solucionarlo se ha echado mano de varias reformas de calado (1992, 1994, 1997, 2002 o 2006), de cambios leves en el Estatuto de los Trabajadores y de la extinta Ley de Acompa?amiento de los Presupuestos, la puerta de atr¨¢s por la que los Gobiernos de turno colaban cambios legislativos de lo m¨¢s dispares. Nada lo ha arreglado.
El reiterado fracaso ha alimentado el debate. Para unos, en los m¨¢s de 30 a?os de democracia nunca se ha llevado adelante el cambio profundo que precisaba un mercado laboral que hered¨® inercias del franquismo (un trabajo y una empresa para toda la vida) para adaptarse a una econom¨ªa moderna y no ser un lastre para ella. Para otros, esto solo demuestra que la soluci¨®n no llega de la mano de las regulaciones, sino de la actividad econ¨®mica, de la fluidez del cr¨¦dito y del modelo productivo, que hasta ahora ha creado trabajo precario, poco productivo y temporal.
Y este debate no se ha quedado ah¨ª; ha llegado a la calle. Las reformas laborales intentadas sin consenso han acabado en huelga general. Sucedi¨® en 1992, en 1994 y en 2002. Y el 29 de septiembre de este a?o se volver¨¢ a reeditar.
"Las reformas en Espa?a solo se han hecho en el margen del mercado laboral. Es decir, para los trabajadores entrantes [los temporales]", explica Juan Jos¨¦ Dolado, catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad Carlos III. Para Dolado, los cambios abordados en el mercado laboral espa?ol nunca han tenido la profundidad necesaria porque los sindicatos defienden a los trabajadores indefinidos, "los que votan en las elecciones", y se han opuesto a ello.
Lejos de esta opini¨®n est¨¢ Fernando Vald¨¦s, catedr¨¢tico de Derecho del Trabajo de la Universidad Complutense de Madrid, quien cree que las reformas laborales pueden contribuir a mejorar la situaci¨®n, pero no son la piedra de toque. ?l, con una tesis similar a la de los sindicatos, defiende que los males laborales llegan del modelo productivo.
Y entre los primeros males que atacan al mercado laboral espa?ol est¨¢ la temporalidad. Ah¨ª s¨ª que coinciden Vald¨¦s y Dolado. A ella se abri¨® la puerta en 1984, en la primera gran reforma laboral de calado del Estatuto de los Trabajadores. La que permiti¨® el uso de los contratos temporales sin causa como instrumento contra la segunda crisis del petr¨®leo, la que impuls¨® el paro por encima del 20% por primera vez en democracia.
"Ha sido la reforma de m¨¢s impacto. Luego todas han intentado desandar lo que se hizo entonces", explica Jos¨¦ Ignacio P¨¦rez Infante, profesor universitario de Mercado de Trabajo. Tambi¨¦n la ¨²ltima, la anunciada el mi¨¦rcoles. As¨ª lo han indicado tanto los documentos oficiales como las declaraciones de los miembros del Gobierno durante los ¨²ltimos meses.
Desde 1984, la divisi¨®n entre trabajadores indefinidos y temporales -"en castas", seg¨²n la expresi¨®n de Dolado- ha marcado el mercado laboral. Hay un grupo de asalariados con derecho a una indemnizaci¨®n por despido alta -incluso cara en comparaci¨®n con otros pa¨ªses- y otro con una compensaci¨®n escasa.
Tal vez por eso se han producido la r¨¢pida creaci¨®n de empleo y la destrucci¨®n a la misma velocidad, seg¨²n fuera la coyuntura laboral. Y ha generado una cultura en la gesti¨®n de los recursos humanos en las empresas y en la Administraci¨®n -ambas tienen tasas de temporalidad en torno al 25%- que se ha instalado de tal forma que las sucesivas reformas no han logrado corregir m¨ªnimamente.
"Fue buena en su momento, pero el problema es que se convirti¨® en permanente lo que tendr¨ªa que haber sido coyuntural. Y algo de culpa tengo yo, que fui director general de Empleo en aquella ¨¦poca", explica P¨¦rez Infante.
La primera vez que se intent¨® corregir seriamente el problema fue en 1994. Entonces se abord¨® el que ha sido, probablemente, el cambio de mayor calado del Estatuto de los Trabajadores: se elimina el contrato temporal sin causa, se permiten los despidos individuales por causas objetivas y se llena de contenido la negociaci¨®n colectiva.
"Fue una gran reforma. Ha sido positiva. Acab¨® con los ¨²ltimos vestigios franquistas del estatuto y potenci¨® la negociaci¨®n colectiva", explica Vald¨¦s. Pero aquel cambio naci¨® con un pecado original que lastr¨® sus primeros pasos. No fue fruto del consenso y fue recibida con una huelga general.
Tras el conflicto, el di¨¢logo entre empresarios y sindicatos se paraliz¨®. No volvi¨® a recuperarse hasta que Felipe Gonz¨¢lez sali¨® del Gobierno. "La estad¨ªstica muestra que no es hasta 1997 cuando empiezan a aparecer en los convenios cuestiones relativas a movilidad geogr¨¢fica en los puestos de trabajo o a los c¨®mputos anuales y no semanales de los horarios", explica P¨¦rez Infante, en referencia a los cambios en la negociaci¨®n colectiva que hab¨ªa permitido la reforma de 1994.
Precisamente en este punto es donde Dolado ve el otro gran problema del mercado laboral: la negociaci¨®n colectiva. A ella y a su rigidez achaca este profesor universitario que los salarios no se adapten a la coyuntura y acabe destruy¨¦ndose empleo. Reclama acabar con el nivel provincial de negociaci¨®n y quedarse con los otros dos que ya existen: el estatal y el empresarial, descargando sobre este ¨²ltimo el gran peso. Los cambios que se llevaron a cabo en 1994 no son suficientes para ¨¦l. Y a la hora de se?alar responsables de que este cambio no se haya sacado adelante en ninguna reforma laboral hasta ahora, vuelve a se?alar a los sindicatos y a la patronal. "Una vez montada este tipo de negociaci¨®n desde comienzos de los ochenta se crean intereses ocultos", explica Dolado.
M¨¢s all¨¢ de las acusaciones, parece que los cambios en la negociaci¨®n colectiva desde hace 16 a?os hasta hoy no han sido suficientes. De hecho, tanto sindicatos como empresarios o FMI coinciden en la necesidad de cambios. Y hasta la reforma aprobada el mi¨¦rcoles, ninguna de las anteriores hab¨ªa realizado modificaciones significativas en este punto.
Los Gobiernos, del PSOE o del PP, han preferido apuntar a la temporalidad. La primera reforma del Partido Popular cre¨® el contrato de fomento del empleo indefinido, famoso ahora por la generalizaci¨®n de ¨¦l que ha hecho el Gobierno. Con esta figura, que tiene una indemnizaci¨®n por despido de 33 d¨ªas frente al ordinario de 45, el Ejecutivo de Aznar lo cre¨® para rebajar el porcentaje de contratos eventuales (m¨¢s del 30%). No lo logr¨® y el ¨¦xito del nuevo contrato fue ef¨ªmero. Un nuevo paso para desandar lo andado desde 13 a?os antes.
En 2001, el PP volvi¨® a atreverse con la temporalidad. Estableci¨® una compensaci¨®n de ocho d¨ªas por a?o a la finalizaci¨®n de contrato -salvo para los interinos-. El ¨²ltimo cambio del Estatuto de los Trabajadores que intent¨® el PP en 2002 acab¨® en huelga general. Gran parte de las intenciones iniciales del Ejecutivo de Aznar, que afectaban a las prestaciones por desempleo, fueron abortadas. Sobrevivi¨® el despido expr¨¦s, una v¨ªa que permite a las empresas tramitar la rescisi¨®n del contrato en 48 horas admitiendo la improcedencia del despido y poniendo a disposici¨®n del trabajador la indemnizaci¨®n correspondiente.
La otra gran reforma laboral que ha intentado taponar la brecha de la temporalidad lleg¨® en 2006. A base de subvenciones a la contrataci¨®n, el Ejecutivo socialista trat¨® de revitalizar el contrato creado en 1997 y logr¨® rebajar m¨ªnimamente el peso de los compromisos eventuales. Pero ha tenido que ser la crisis y su sangr¨ªa sobre el empleo la que haya rebajado la temporalidad hasta el 25%, una tasa que todav¨ªa sonroja al mercado laboral espa?ol al compararlo con los de sus socios europeos.
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