Nuestra roja esperanza blanca
Desde tiempos de P¨¦tain, la palabra armisticio tiene, para m¨ª, sospechosas connotaciones. En el Espa?a-Chile la he o¨ªdo pronunciar dos veces, sin pudor ni reticencia, en boca del comentarista de turno.
Estando clasificados ambos equipos en virtud de un resultado ajeno, ?para qu¨¦ seguir jugando al f¨²tbol? Bastaba sestear, sin pasar de medio campo, con la complicidad del adversario. "Los italianos juzgar¨ªan encomiable el comportamiento", aduce el comentarista. No soy ingenuo. Comprendo que, si las piernas pesan, se recurra al cerebro, aunque a veces sea en detrimento de un tercero en danza y de un p¨²blico (algunos venidos de muy lejos para ver goles y juego) que podr¨ªa confundir un pacto entre caballeros con lo que anta?o se llamaba tongo.
Tenemos en el banquillo al m¨¢s serio, sin¨®nimo de mejor, seleccionador que nunca ha tenido Espa?a
Dicho esto, la selecci¨®n espa?ola, tras el tropiezo suizo, ha colgado en el perchero su irrenunciable estilo a ultranza y tambi¨¦n sabe jugar a cara de perro si la ocasi¨®n lo requiere. Sacando, eso s¨ª, fuerzas de flaqueza. Porque, todo hay que decirlo, han llegado exhaustos a un Mundial donde el c¨¦sped no es precisamente un tapete de billar. Mientras la Francia de Domenech se autosuicida, valga la flagrante redundancia, la Italia de Lippi se muerde la cola y muere al probar su propia medicina; la Inglaterra de Capello se derrumba patas arriba ante el m¨¢s descomunal exabrupto arbitral; la Alemania de L?w y la Argentina de Maradona se disponen a chocar como trenes en direcci¨®n contraria que, por designios del guardagujas, ruedan sobre los ra¨ªles de la misma v¨ªa; la Ghana del serbio Rajevac nos trae, por fin, un atisbo de alegr¨ªa africana, y nuestro adusto Del Bosque se convierte por arte de birlibirloque en nuestra roja esperanza blanca.
Nunca ponderaremos demasiado a un entrenador que ejerce su sabidur¨ªa profesional (y personal) con tan imperturbable modestia y sensatez. En mi opini¨®n, tenemos en el banquillo al m¨¢s serio, sin¨®nimo de mejor, seleccionador nacional que nunca ha tenido Espa?a. Y, con id¨¦ntica rotundidad, me atrever¨ªa a afirmar que los ¨¢rbitros mundialistas, en cuanto los sueltan en la hierba, suelen erigirse en los m¨¢s obtusos mam¨ªferos del mundo, como tan escandalosamente nos est¨¢n dando ocasi¨®n de comprobar. No solo por errores m¨¢s o menos intencionados, sino, y sobre todo, por su desmedido orgullo, que no les permite rectificar ante la evidencia y los equipara a esos jueces que confunden toga con autoridad y criterio con ordeno y mando militar. Pero, una vez m¨¢s, vayamos a Soweto como inoportuno contrapunto.
A trav¨¦s de una polvorienta extensi¨®n de sepulcros protegidos con barrotes, como cunas de ni?o, para que las alima?as no escarben la tierra, Thulami me llev¨® a visitar la tumba del l¨ªder blanco Joe Slovo en la que el viento agitaba cintas de papel de colores que su segunda mujer y su hija repon¨ªan cada domingo. Al volver, nos perdimos y se nos hizo de noche. Un caballo macilento com¨ªa en bolsas de basura destripadas y, a la parpadeante luz de una hoguera de llamas abatidas por el viento, una mujer bailaba sola y sin m¨¢s m¨²sica que el crepitar del fuego. Se llamaba Thando, aunque prefer¨ªa que la llamaran Lorato.
Me dijo que conoc¨ªa a Winnie Mandela y que era "simp¨¢tica por fuera pero bruja por dentro" y que convert¨ªa a los hombres en perros basenjis despu¨¦s de acostarse con ellos. Thando le hab¨ªa robado, al parecer, un tarro de la m¨¢gica poci¨®n. Pero solo pensaba usarla con violadores, advirti¨®. Ni me di por aludido ni soy partidario de convertir a ¨¢rbitros o jueces en rabiosos basenjis. A su biliosa manera, algunos (y sin brebaje) ya lo son. Los ¨¢rbitros y los jueces, valga otra vez la redundancia, son tal para cual y, seg¨²n razas o querencias, en cuanto se les deja pensar, habiendo estudiado lo mismo, nunca opinan igual. Por ello, para avalar sus incompetencias, siempre requerir¨¢n un organismo superior todav¨ªa m¨¢s incompetente. ?Por qu¨¦ no equiparar un error arbitral que condiciona o decide un resultado a un botellazo que noquea al portero? ?Por qu¨¦ los jueces de l¨ªnea no consultan el monitor que todos estamos viendo? ?Por qu¨¦ no reparar el da?o infligido con la repetici¨®n del partido o con una rectificaci¨®n a tiempo? Por cierto, aunque no venga a cuento, hay una cosa que me intriga, ?en qu¨¦ tintorer¨ªa africana se ti?e el pelo Rajoy?
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