P¨¢nico sin freno en el Rastro
Un vendedor del mercadillo arrolla con su coche a 13 personas y destroza puestos, veh¨ªculos y farolas en un descenso descontrolado por la Ribera de Curtidores
"La farola nos salv¨® la vida", dice Alicia Alvarado mientras se?ala, tres metros m¨¢s all¨¢, un tubo verde seccionado, completamente doblado y aplastado contra la acera que, efectivamente, parece haber sido la base de una farola. Pasaban unos minutos de las ocho y media de la ma?ana. Los comerciantes se preparaban para una jornada de Rastro en la Ribera de Curtidores. "Mi hijo y yo est¨¢bamos acabando de montar el puesto, colocando el toldo. De repente oigo un golpe muy fuerte, muchos gritos y estruendo de hierros y cosas rompi¨¦ndose". Al girarse, vio un coche rojo empotrado contra la farola y los puestos de al lado -uno de ellos de objetos de cer¨¢mica- reducidos a un batiburrillo de hierros informes, lonas descolgadas y mercanc¨ªa esparcida por el suelo.
El choque con una farola fren¨® la carrera desbocada 400 metros despu¨¦s
Ah¨ª acab¨® una carrera desbocada que hab¨ªa empezado 400 metros m¨¢s arriba, frente al n¨²mero 5. Un hombre de entre 50 y 60 a?os, conocido como Fanes entre sus compa?eros del Rastro, acababa de descargar la mercanc¨ªa (ropa y lencer¨ªa) y los hierros para montar su puesto. Se subi¨® a su Kia Carnival rojo y empez¨® a bajar la calle hacia la Ronda de Valencia, para aparcarlo, seg¨²n sus vecinos. Enseguida perdi¨® el control, tal y como relataron varios testigos. El coche, desbocado, arroll¨® lo que se le puso por delante: coches, furgonetas, tenderetes y a 13 personas, la mayor¨ªa de ellas trabajadores. Todos resultaron heridos leves, b¨¢sicamente por golpes, excepto un hombre de 81 a?os que el Samur traslad¨® al hospital Gregorio Mara?¨®n con pron¨®stico grave.
Pudo haber sido peor. En eso estaba todo el mundo de acuerdo. No tanto en otras cosas, como la actuaci¨®n del conductor. Su hijo, Israel, segu¨ªa trabajando en un puesto unos cuantos n¨²meros m¨¢s abajo del de su padre. Bajo un cartel de "Sujetadores grandes marcas, 3 euros", agitaba los brazos en se?al de negaci¨®n cada vez que se le acercaba un periodista. "Se le han ido los frenos en una cuesta abajo y no pod¨ªa parar, qu¨¦ m¨¢s quieres que te diga", se avino a explicar. ?Que qu¨¦ tal estaba su padre? "Bien". ?Ya en casa (lo llevaron al Mara?¨®n con un golpe en el pecho, probablemente al saltar el airbag, seg¨²n el Samur)? "S¨ª". Mientras algunos comerciantes achacaban el accidente a los frenos, otros, recelosos, aseguraban haber visto al hombre "como un zombi, mirando al frente, sin inmutarse" mientras bajaba "a cien por hora" el ¨²ltimo tramo de la calle. Una portavoz de la Polic¨ªa Municipal se neg¨® a ofrecer informaci¨®n.
Fue todo muy r¨¢pido. Mari Carmen Guti¨¦rrez, de 45 a?os, no lo vio venir. Estaba de espaldas, montando la parte delantera de su puesto de art¨ªculos de cuero, conocido en el Rastro como "el de la bandera republicana". La suerte quiso que el puesto vecino no abriera ayer, as¨ª que ella coloc¨® el suyo un poco m¨¢s recogido, hacia la acera. La golpe¨® en la espalda el espejo retrovisor. "Me vi arrollada y, casi al mismo tiempo, vi c¨®mo el coche estampaba a otra se?ora contra una furgoneta aparcada. Por suerte cay¨® hacia el otro lado y no a la calzada, porque se la hubiera llevado por delante", explicaba horas despu¨¦s con el parte del Samur en la mano. El coche, que a esa altura todav¨ªa no iba muy deprisa, sigui¨® avanzando. La gente empez¨® a chillar y a correr tras ¨¦l. "A¨²n no sab¨ªamos qui¨¦n era. Parec¨ªa un chiflado que se daba a la fuga. Todo el mundo empez¨® a gritar 'que lo paren, que lo paren".
A falta de testimonio visual, Javier, desde su quiosco, describ¨ªa el suceso a base de onomatopeyas: "O¨ª pasar un coche a toda hostia, fuuuuu, y luego pa, pa, pa, pa, iba choc¨¢ndose con todo". Como con el Volvo de Felipe Garc¨ªa, que tiene el puesto de bisuter¨ªa frente al n¨²mero 18. "Ha bajado despendolado", resum¨ªa. "Yo estaba descargando la mercanc¨ªa y ten¨ªa la puerta de atr¨¢s abierta". Se la llev¨® por delante. Felipe se sum¨® a la riada de gente que corr¨ªa tras el coche. "No sab¨ªa qui¨¦n era. Pero es amigo m¨ªo, muy buena persona, un se?or respetuoso". A¨²n ten¨ªa m¨¢s calle que recorrer. Seg¨²n algunos testigos, en esa zona el coche iba pitando. En la esquina con la calle de Mira el Sol, Touria Drabni, de 32 a?os, estaba subida a una escalera, colgando los collares del frontal de su puesto. "Vi que ven¨ªa un coche a toda velocidad, pero no reaccion¨¦. Mejor, porque si bajo se me lleva las piernas por delante". En lugar de eso, tir¨® la escalera y Touria sali¨® despedida. Cay¨® sobre el brazo, que luc¨ªa vendado. "Dice el Samur que quiz¨¢ tengo una fractura, pero yo no puedo perder tres o cuatro horas de venta", afirmaba mientras daba las vueltas con el brazo bueno.
A esa altura, la velocidad ya era vertiginosa, seg¨²n los testigos. "A 90 o a 100 ir¨ªa, y sonaba mucho motor, como acelerado", dec¨ªa Arantxa, frente al n¨²mero 26. Antes de estrellarse, el coche a¨²n tir¨® dos puestos y golpe¨® a un transe¨²nte en un paso de cebra. La farola se dobl¨® y cay¨® sobre otro coche y el frontal del tenderete de Alicia. Un hombre de 81 a?os que paseaba por la zona result¨® herido grave. Del golpe acab¨® bajo el puesto de Alicia, donde horas despu¨¦s a¨²n se ve¨ªan restos de sangre. "No hablaba, solo se quejaba. Le tranquiliz¨¢bamos para que no se moviera", contaba. Su hijo, Alejandro, se acerc¨® al conductor, que qued¨® atrapado. "Estaba atontado por el golpe, como mareado, medio desmayado". A ¨²ltima hora, mientras recog¨ªan, su madre condensaba en una frase la opini¨®n de sus compa?eros comerciantes: "No ha pasado nada para lo que pod¨ªa haber pasado".
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