El deudor reticente
Finalmente, Irlanda ha solicitado un paquete de rescate que, seg¨²n declaraba su Gobierno hasta hace pocos d¨ªas, no necesita (todav¨ªa), porque no tiene que acudir a los mercados a financiarse hasta bien entrado el a?o que viene. La presi¨®n de sus socios (ahora acreedores) de la eurozona, temerosos del contagio hacia otros perif¨¦ricos que s¨ª tienen necesidad de financiarse ahora, ha terminado convenciendo al deudor.
No se conocen los detalles del paquete de ayuda, pero s¨ª sabemos que coinciden ciertos aspectos novedosos. Es la primera vez que se activa el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF), creado a ra¨ªz de la crisis griega, que proporcionar¨¢ la financiaci¨®n conjuntamente con la Comisi¨®n Europea y el FMI. Se ha descartado la opci¨®n de que la financiaci¨®n se otorgara directamente a los bancos irlandeses, lo que resulta sensato porque los mecanismos activados solo se pueden utilizar para prestar a Gobiernos. Otro aspecto inusual es que las condiciones de ajuste de la econom¨ªa las va a determinar, en buena medida, el propio Gobierno irland¨¦s antes incluso de que se active el paquete.
Se sigue echando en falta un esquema de actuaci¨®n global que refuerce el mensaje de unidad
La crisis irlandesa es consecuencia del estallido de la burbuja inmobiliaria y, de manera m¨¢s inmediata, del enorme agujero de sus bancos que, al igual que el caso de Islandia, son demasiado grandes para el tama?o del pa¨ªs. Una lecci¨®n de estos dos casos es que conviene mantener una cierta proporci¨®n entre el tama?o de los bancos y el del pa¨ªs que, en ¨²ltima instancia, puede verse obligado a rescatarlos. Y que, en caso contrario, hay que medir el rescate cuidadosamente si no se quiere que una crisis bancaria se convierta en algo peor. El empecinamiento irland¨¦s en garantizar todos los pasivos bancarios, y no solo los dep¨®sitos, tiene gran parte de responsabilidad en esta crisis.
Portugal y Espa?a han sido los pa¨ªses m¨¢s castigados por el contagio en los ¨²ltimos d¨ªas. Portugal tiene un problema fiscal m¨¢s inmediato, con un trasfondo de escaso crecimiento desde que entr¨® en el euro y problemas serios de competitividad. Espa?a comparte con Irlanda el auge y ca¨ªda del sector de la construcci¨®n y con Portugal, los problemas de competitividad, pero la situaci¨®n fiscal es menos acuciante, aunque muy vulnerable.
El empeoramiento del riesgo soberano en la periferia en las ¨²ltimas semanas tuvo como detonante la idea alemana de que el sector privado asuma parte de los costes de la crisis en caso de rescate. La filosof¨ªa es impecable: si se compromete dinero p¨²blico deben tambi¨¦n sufrir p¨¦rdidas los tenedores de bonos; pero el momento elegido para deslizar esta idea no pudo haber sido peor, tanto que parece dif¨ªcil atribuirlo a mera torpeza.
Hay una circularidad inquietante en este paquete de ayuda. Los Gobiernos de la eurozona rescatan al de Irlanda para que este contin¨²e apoyando a sus bancos, cuya deuda est¨¢ en buena medida en manos de los propios bancos de la Eurozona (y de Reino Unido, cuya anunciada participaci¨®n en el paquete tiene poco de altruista), que a su vez se mantienen en pie, en parte, por la garant¨ªa impl¨ªcita de sus Gobiernos. El programa articulado deber¨ªa servir, por otro lado, para reducir la elevada dependencia del sistema bancario irland¨¦s respecto del recurso al BCE, ante la imposibilidad de sus entidades de acceder a los mercados mayoristas y las dificultades para retener su base de dep¨®sitos. En m¨¢s de una ocasi¨®n se ha estigmatizado la apelaci¨®n del sistema bancario espa?ol a la liquidez del eurosistema, por llegar a representar en los m¨¢ximos de julio de este a?o un 13% del PIB. En septiembre, la apelaci¨®n de Irlanda rondaba el 75% del tama?o de su econom¨ªa, cifra insostenible, que pone de manifiesto hasta qu¨¦ punto la deriva de esta econom¨ªa tiene origen bancario.
Resulta duro pensar que los mismos mercados financieros que nos han metido en esta crisis sean los que ahora nos exigen sacrificios. Nos guste o no, son los que tienen que financiar nuestro d¨¦ficit y renovar nuestros vencimientos (los del Estado y los del sistema bancario), as¨ª que m¨¢s nos vale convencerles de que nuestras medidas de ajuste van en serio. La reacci¨®n a la articulaci¨®n del segundo plan de rescate en la eurozona en lo que llevamos de 2010 debe valorarse teniendo en cuenta tambi¨¦n el comportamiento de los mercados en los d¨ªas anteriores al anuncio. La digesti¨®n de su aprobaci¨®n ya se inici¨®, en efecto, a principios de la semana pasada, con relajaciones de diferenciales soberanos en Irlanda, que secundaron Portugal y Grecia, y en menor medida Espa?a (el menos castigado tambi¨¦n en la fase previa). Pero no nos enga?emos: la gesti¨®n de la crisis contin¨²a enfocada a la resoluci¨®n individual de los problemas. Se sigue echando en falta un esquema de actuaci¨®n global que refuerce el mensaje de unidad en el seno de la zona del euro y desactive una tercera ronda de tensiones y una ca¨ªda en domin¨® que ser¨ªa muy dif¨ªcil de frenar. El mercado tambi¨¦n lo echa en falta, y sigue esperando reformas de la gobernanza de la zona del euro m¨¢s profundas. La reacci¨®n de estos d¨ªas parece reflejar una mezcla de cierto alivio e insatisfacci¨®n; los mercados esperan acciones m¨¢s decisivas y de car¨¢cter m¨¢s global.
Sara Bali?a y Santiago Fern¨¢ndez de Lis son profesores de la Escuela de Finanzas Aplicadas (Afi).
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