El 'yo acuso' de Antonio Me?o
Antonio Me?o tiene hoy 42 a?os y lleva desde los 21 en coma vigil, postrado en una cama, mente en blanco y cuerpo martirizado. Su caso, como la lucha tremenda y heroica de su madre, Juana Ortega, y de su padre, tambi¨¦n de nombre Antonio Me?o, es una de esas historias que averg¨¹enzan a toda la Administraci¨®n de justicia, a todos los poderes p¨²blicos, estatales, auton¨®micos y locales, a las empresas que han intervenido en el caso, a los colegios m¨¦dicos... a toda la sociedad. No es posible que una familia, en pleno siglo XXI y con la suerte -?suerte?- de vivir en el llamado Primer Mundo, haya pasado 21 a?os por este proceso de sentencias y recursos sin que nadie con dos dedos de frente -o de humanidad- pusiera fin al calvario.
Basta la simple relaci¨®n de hechos: Antonio Me?o, estudiante de Derecho, se queda en coma con 21 a?os en una operaci¨®n est¨¦tica en 1989. En 1993, un juzgado condena al anestesista por negligencia. El anestesista recurre y en 1998, cinco a?os despu¨¦s, la Audiencia Provincial le da la raz¨®n y le absuelven. La familia recurre y a los 10 a?os, 10, el Supremo confirma la absoluci¨®n y obliga a los Me?o-Ortega a pagar 400.000 euros a los demandados por gastos judiciales. Ahora, y ante la aparici¨®n de un testigo nuevo que los acusados ocultaron, el Supremo ha ordenado reabrir el caso.
Veinti¨²n a?os? ?Es posible que en un pa¨ªs civilizado, Juana Ortega, Antonio Me?o y su hijo hayan tenido que pasar 522 d¨ªas en un tenderete en el centro de Madrid? Y ahora ?qu¨¦ har¨¢ el Supremo? ?Otros 10 a?os? Queda la esperanza de que la empresa propietaria de la cl¨ªnica recupere la dignidad y crea que ya est¨¢ bien de tanto sufrimiento y tanto dolor, y que ha llegado el momento -hay que repetirlo: ?21 a?os!- de pactar una indemnizaci¨®n.
Cualquier cosa servir¨¢ para acabar con la inhumana agon¨ªa de estos dos jubilados, que ya en los a?os cincuenta, en mitad del franquismo, tuvieron que sufrir el drama de una Espa?a que los oblig¨® a emigrar a Francia. Ahora la ignominia y la verg¨¹enza se la deben a un sistema democr¨¢tico, pero ciego y sordo en demasiadas ocasiones.
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