Los ecos de la tragedia
Sobre la pared de fondo del cubo de la memoria en que el director teatral canadiense Robert Carsen ha convertido el escenario, un grupo de figurantes escribe en blanco sobre el gris imperante la palabra Ifigenia (si me lo permiten, voy a utilizar los nombres en castellano). En las paredes laterales los nombres evocados son los de Agamen¨®n y Clitemnestra. En el suelo, Orestes. El recuerdo del mito de los Atridas est¨¢, pues, presente, desde el primer momento de la representaci¨®n. Es una soluci¨®n est¨¦tica sencilla de realizaci¨®n, pero de una eficacia hist¨®rico-dram¨¢tica fundamental. El puente en el tiempo est¨¢ servido: la tragedia cl¨¢sica-la ¨®pera del XVIII en su vertiente m¨¢s teatral-la sensibilidad actual.
IPHIG?NIE EN TAURIDE
De C. W. Gluck. Con Susan Graham, Pl¨¢cido Domingo, Paul Groves, Franck Ferrari y Maite Alberola. Director musical: Thomas Hengelbrock. Director de escena: Robert Carsen. Producci¨®n procedente de Chicago, Londres y San Francisco. Teatro Real, 13 de enero.
La invitaci¨®n a las correspondencias e interrelaciones es obligada. Carsen opta por la sobriedad. Como ya hizo en este teatro con Di¨¢logos de carmelitas. Deja, en esta ocasi¨®n, las ocurrencias m¨¢s o menos caprichosas, m¨¢s o menos geniales, y se centra en la esencia del drama y su pervivencia hist¨®rica. Los personajes visten de negro. El ritual llevado a cabo por unos figurantes marca el ritmo de la representaci¨®n. El coro est¨¢ en el foso, con los instrumentistas. La m¨²sica y el teatro fundidos narran lo que sucede en torno a la familia destruida, la venganza, la compasi¨®n, el dolor, la amistad. Lo que perdura. Y al final entra en escena una luz-alabastro que permite la esperanza.
Susan Graham, Pl¨¢cido Domingo y Paul Groves encabezan el reparto vocal. Los tres se van de Madrid al Metropolitan de Nueva York el mes que viene con esta ¨®pera. Los tres estaban tocados con el dichoso virus gripal de estos d¨ªas en Madrid. El director art¨ªstico del Real lo anunci¨® antes de comenzar la representaci¨®n. Los tres demostraron una profesionalidad fuera de serie y, sobre todo, una capacidad art¨ªstica excepcional para superar las dificultades f¨ªsicas. Susan Graham lleg¨® a conmover, Pl¨¢cido Domingo volvi¨® a deslumbrar con su humildad y su cercan¨ªa y Paul Groves estuvo sencillamente impecable.
Hubo sentidos "bravos" y aclamaciones para los tres. Se integraron en el drama. Trabajaron en equipo. Y, sobre todo, demostraron que los m¨¦ritos individuales son a¨²n mayores cuando se vuelcan en un esfuerzo colectivo. Admirable tr¨ªo.
No es la Sinf¨®nica de Madrid una orquesta habituada al "estilo cl¨¢sico", Thomas Hengelbrock concert¨® con habilidad, desplegando un juego de contrastes muy meritorio que se manifest¨® en una prestaci¨®n orquestal de gran m¨¦rito. Ifigenia en Tauride es una ¨®pera por la que han manifestado su preferencia directores como Gardiner, Muti o Minkowski. Su m¨²sica es teatral hasta las entra?as. Hengelbrock -un director en alza, que el pr¨®ximo julio inaugura el Festival de Bayreuth- plante¨® con mucha resoluci¨®n la componente dram¨¢tica de la ¨®pera. Acompa?¨® con sensibilidad. Sac¨® mucho partido de los coros, especialmente de las voces femeninas y, en conjunto, consigui¨® que sonase todo casi en estilo.
Fue una s¨®lida representaci¨®n de ¨®pera, con una conseguida integraci¨®n de voces, orquesta, coro, teatro y escena. El p¨²blico aclam¨® al final el espect¨¢culo en todas sus vertientes. Llama poderosamente la atenci¨®n la fuerza que tienen en la actualidad los temas asociados a la tragedia griega. Las sugerencias e interpretaciones que sigue suscitando el mito de los Atridas, por ejemplo, se manifiesta en los campos art¨ªsticos m¨¢s diversos. Una pel¨ªcula como El viaje de los comediantes, de Theo Angelopoulos, caus¨® un gran impacto hace unas d¨¦cadas por su visi¨®n contempor¨¢nea del mito. En el campo de la literatura dram¨¢tica es destacable en Espa?a Electra en Oma, de Pedro V¨ªllora, en 2008, distinguida con el Premio Beckett o, como se?ala el profesor Pedro B¨¢denas de la Pe?a en el programa de mano de la ¨®pera, trabajos como el de Gerhart Hauptmann con la tetralog¨ªa Ifigenia en Delfos o el de Egon Vietta con Ifigenia en America, ambos de la d¨¦cada de los cuarenta.
La tragedia griega, evidentemente, sigue viva. La ¨®pera del XVIII, interpretada de la manera que se hace en el Real esta Ifigenia en Tauride, tambi¨¦n. Es cuesti¨®n de volver a contemplar con pasi¨®n la eternidad de las emociones y los sentimientos que conciernen al ser humano.
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