Corte a raya entre estaciones
Derriban por su mal estado un edificio de los a?os veinte en las cocheras de Cuatro Caminos - Aloj¨® la peluquer¨ªa de los primeros empleados del metro
"El peluquero era gordito y dicharachero y siempre ten¨ªa mucha gente". A Jos¨¦ Luis G¨¢lvez, jubilado de Metro, le cuesta recordar mucho m¨¢s. Est¨¢ haciendo memoria del a?o 1945, cuando de ni?o, su padre, conductor de Metro, le llevaba a la peluquer¨ªa que la empresa ten¨ªa junto a las cocheras de Cuatro Caminos.
El peluquero se llamaba Carlos Pedrero y cortaba y secaba en la planta baja de la Casa Tuduri, llamada as¨ª porque en el primer piso viv¨ªa un ingeniero de la compa?¨ªa con ese apellido.
La Casa Tuduri, en la calle Esquilache, fue construida en alg¨²n momento entre 1919 y 1922. Naci¨® al mismo tiempo que la primera l¨ªnea de metro entre Cuatro Caminos y Sol y forma parte de las cocheras originales. Es un sencillo edificio de ladrillo rojo que desde hace unos d¨ªas est¨¢ siendo demolido.
"Conservamos la idea de que Metro era una familia", dice Mendoza
En la calle afeitarse costaba 5 pesetas y en la peluquer¨ªa de Metro, 1,75
"Corr¨ªa peligro de derrumbe, estaba apuntalada por los bomberos, no se podr¨ªa haber salvado", explica Carlos Mendoza, responsable de Gesti¨®n Patrimonial de Metro y nieto de uno de los fundadores del suburbano. Lo que s¨ª salv¨® su equipo antes de que entrasen los hombres con los mazos fue todo lo que hab¨ªa dentro con la esperanza de poder recrear la peluquer¨ªa en el futuro museo de Metro.
Secadores de pie de los a?os sesenta, cestos con rulos, revistas Coiffeur de Paris, sillones de cuero y hierro forjado de principios de siglo, percheros para gabanes y sombreros, un recogedor de pelo de madera, incluso botes de mejunjes con nombres como Rhum Quinina Arom¨¢tica esperan a ser restaurados. En una pared encontraron un calendario de 1984 y lo conservan por su valor hist¨®rico: es el ¨²nico dato que tienen de cu¨¢ndo dej¨® de funcionar la peluquer¨ªa. Dentro queda una caja fuerte que a¨²n no se ha abierto: "A ver lo que encontramos...", dice Mendoza. No espera riquezas, sino pistas, mechones de historia. La joya de la casa colgaba de un muro exterior ya derribado: una placa con el logo de Metro antiguo (las letras en may¨²sculas). "Esa placa es sagrada, ?un rombo original!", dice Luis Mar¨ªa Gonz¨¢lez Valdeavero, del equipo de Patrimonio que tambi¨¦n ha conservado uno de los balcones del edificio.
Luego est¨¢n las monta?as de papeles. El m¨¢s antiguo, de 1929, tiene una relaci¨®n del personal, que lleg¨® a los nueve empleados. Hay una carta de 1962 en la que el peluquero pide a Metro que le permitan subir los precios para adecuarlos a los tiempos: en la calle, afeitarse costaba 5 pesetas y cortarse el pelo 12, pero en la peluquer¨ªa de Metro los empleados solo pagaban 1,75 y 2 pesetas por estos servicios. "Era una contrata subvencionada, el encargado no pagar¨ªa el local ni la luz", explica Mendoza mostrando el documento que usaban los peluqueros para viajar gratis en el metro.
"Los conductores y el personal de movimiento no hac¨ªa cola para volver enseguida a su puesto", recuerda G¨¢lvez. Tambi¨¦n que el peluquero atend¨ªa a los empleados del antiguo mercado de San Antonio (que estaba enfrente) y que hac¨ªa de prestamista.
En el despacho del nieto del fundador de Metro donde guardan los documentos tratan de reconstruir la historia: cuando muri¨® el primer peluquero, uno de sus oficiales, Antonio Jaime Gij¨®n, se hizo cargo del sal¨®n. Su negocio tuvo baches, e incluso lleg¨® a pedir un pr¨¦stamo a Metro poniendo como garant¨ªa su "honestidad demostrada en 38 a?os de servicio" y sus siete secadores.
?Por qu¨¦ guardar rulos y facturas de champ¨²? "Todos estos trastos son una cr¨®nica de lo que ha sido esta casa", dice Mendoza. "Entonces las relaciones laborales eran exquisitas, lo que estamos conservando es la idea de que Metro era una gran familia". "En la ¨¦poca exist¨ªa un marcado paternalismo empresarial", a?ade Gonz¨¢lez Valdeavero, que explica que la compa?¨ªa contaba con un grupo de empresa que manten¨ªa un economato, un colegio de hu¨¦rfanos, un equipo de f¨²tbol, un gimnasio.... Cosas que se han ido perdiendo. "Y no hay que olvidar que el decoro era muy importante", a?ade.
"Los conductores ten¨ªan que llevar siempre la gorra de plato calada y la guerrera abrochada hasta el ¨²ltimo bot¨®n", recuerda G¨¢lvez. El jubilado apunta otra raz¨®n para la existencia de una peluquer¨ªa subvencionada: "Al principio, los empleados cobraban muy poquito, el 90% ten¨ªa otro trabajo fuera de la empresa, la peluquer¨ªa era una forma de compensar...". A sus 70 a?os recuerda que de ni?o el primer peluquero del metro le cortaba el pelo "a raya". Su memoria y los enseres que se han salvado ser¨¢n, en unos d¨ªas, lo ¨²nico que quede de aquella peluquer¨ªa para empleados.
El soterramiento que nunca ocurri¨®
El supuesto soterramiento de las cocheras de Cuatro Caminos lleva a?os rondando. Aparece en promesas electorales y planes de urbanismo, pero de momento all¨ª solo se est¨¢ derribando la casa del ingeniero Tuduri. Cae por su mal estado, no como inicio de la actuaci¨®n urban¨ªstica que tras el soterramiento prev¨¦ viviendas p¨²blicas, un polideportivo y amplias zonas verdes en un solar de 42.186 metros cuadrados junto a Reina Victoria. "La falta de entendimiento entre Ayuntamiento y Comunidad ha impedido que se lleve a cabo el proyecto", opina David Lucas, portavoz del PSOE en Madrid que a principios de 2010 denunci¨® la situaci¨®n. "Firmaron un acuerdo, pero ha quedado en papel mojado", dice.
En el Ayuntamiento explican que han llevado a cabo todos los tr¨¢mites necesarios para que el soterramiento ocurra y que la ejecuci¨®n del plan, pendiente de un informe de la Comunidad, depender¨¢ de Metro. En Metro remiten al Ayuntamiento.
Sea como fuere, detr¨¢s de la casita a medio derruir siguen en pie las primeras cocheras del suburbano y sus techos triangulares (como la f¨¢brica que dibujar¨ªa un ni?o). Ya no se usan apenas y se les caen las tejas. Son de 1919, cuando Alfonso XIII inaugur¨® el suburbano en la cercana estaci¨®n de Cuatro Caminos, y hay quien se pregunta si no habr¨ªa que conservarlas. "En el metro de Par¨ªs o de Londres conservan todos los edificios originales del XIX, pero aqu¨ª arrasan con todo", dice Juan Carlos Zamorano, uno de los autores del libro 90 a?os de Metro en Madrid y miembro de la asociaci¨®n Amigos del Metro. "Como amante del metro y de la arquitectura industrial de principios de siglo me dar¨¢ mucha pena que tiren las cocheras", dice. Y apunta que con el actual derribo de la Casa Tuduri "cae un poquito de la historia del suburbano en la ciudad".
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