La velocidad y el programa
Converg¨¨ncia i Uni¨® concurri¨® a las pasadas elecciones catalanas con un programa magro en promesas. El deseo de cambio era grande y no hac¨ªa falta recurrir a un amplio y farragoso cat¨¢logo de m¨¢ximos. Unas simples y cuidadas gotas se revelaron como filtro m¨¢gico suficiente para que el electorado catal¨¢n rompiera con el adolescente tripartito y se echara en brazos del centro-derecha maduro. La supresi¨®n del c¨®digo deontol¨®gico de los Mossos, la eliminaci¨®n del impuesto de sucesiones y el fin de los 80 kil¨®metros por hora en los accesos sur de Barcelona eran los puntos estrella del programa m¨ªnimo. Y no hay duda de que CiU va camino de cumplirlo a rajatabla, con una disciplina que poco tiene que envidiar a partidos de tradici¨®n marcial. El c¨®digo deontol¨®gico para la polic¨ªa catalana ya ha sido barrido del mapa; el impuesto de sucesiones -a pesar de la crisis- va a seguir la misma suerte, ya que, de otra manera, los grandes capitales -asegura el presidente Mas- huir¨¢n hacia la meseta en busca de libertad. El pacto fiscal -en el programa core de la federaci¨®n nacionalista- es lo ¨²nico que va fiado para m¨¢s largo.
Para sortear tanta contaminaci¨®n, Madrid muestra el camino: colocar los medidores en zonas boscosas o ajardinadas
En lo inmediato, CiU ha sabido mostrarse como exponente de la libertad frente al reglamentismo del tripartito. El ejemplo que lo materializa es la decisi¨®n de finiquitar la limitaci¨®n de velocidad a 80 kil¨®metros/hora. La comunidad cient¨ªfica ha criticado ampliamente la decisi¨®n del Gobierno de Mas, que el pr¨®ximo lunes ejecutar¨¢ sin titubeos uno de los consejeros m¨¢s ideol¨®gicos de CiU, Felip Puig. Desde el Departamento de Territorio y Sostenibilidad los t¨¦cnicos reconocen la bondad de la limitaci¨®n, pero seg¨²n su titular, Llu¨ªs Recoder, hay que cambiarla para dar cumplimiento "a una medida pol¨ªtica a la que nos comprometimos con los ciudadanos". As¨ª que haciendo gala de unos principios a prueba de part¨ªculas en suspensi¨®n, el compromiso electoral pesar¨¢ m¨¢s que la salud de los ciudadanos y que la sanci¨®n con que la Uni¨®n Europea amenaza si Catalu?a no baja los niveles de emisiones. No es que la reducci¨®n de la velocidad a 80 kil¨®metros por hora sea la soluci¨®n, pero en 2010 se rebaj¨® un t¨ªmido 11% la emisi¨®n de contaminantes. Se trata, pues, de una medida a todas luces insuficiente. Los expertos creen que se deber¨ªa reducir en un tercio la circulaci¨®n de los coches privados en la ciudad de Barcelona si pretendemos tener aire respirable. Pero los poderes esconden la cabeza bajo tierra, cuando no se echan tierra a los ojos para no ver el problema. La ciudad hermana de Madrid -hermana por tener unos niveles de contaminaci¨®n muy hermanados con los nuestros- ha vivido esta semana un episodio ilustrativo: la fiscal¨ªa ha decidido investigar por qu¨¦ el Ayuntamiento de la capital de Espa?a ha decidido cambiar de ubicaci¨®n los medidores de poluci¨®n de la ciudad, que fueron retirados de los puntos m¨¢s contaminados de la urbe y trasladados a zonas ajardinadas. Esa es una buena manera de encarar el problema. Ya advert¨ªa el fallecido almirante Luis Carrero Blanco que la estad¨ªstica era cosa de comunistas. Resultar¨ªa m¨¢s econ¨®mico que las autoridades recurrieran a la matem¨¢tica creativa, sin necesidad de medidores, y as¨ª facilitar -sin las engorrosas m¨¢quinas intermediarias- los valores de contaminaci¨®n que crean oportunos. Siempre hay pol¨ªticos dispuestos a no permitir que la realidad les estropee un buen programa electoral. Luego, como ha sucedido con las hipotecas y la crisis econ¨®mica, cuando las consecuencias de la contaminaci¨®n se agraven ser¨¢ el momento de socializar culpas y recordar a la ciudadan¨ªa que tambi¨¦n es culpable de la situaci¨®n.
Guste o no, la situaci¨®n obliga a tomar medidas y sobre todo invita a no revocar las existentes a sabiendas de que empeoran la situaci¨®n e inciden en la mortalidad. Parece como si, obstinadamente, el Gobierno catal¨¢n estuviera decidido a impugnar la verdad conocida para pecar con m¨¢s libertad. Y eso, como sabe todo cristiano, es un grave pecado contra el Esp¨ªritu Santo y, como tal, no tiene perd¨®n de Dios.
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