El pueblo egipcio presiona para acelerar el traspaso de poder
La multitud vuelve a la plaza de la Liberaci¨®n en rechazo de las tibias medidas de apertura anunciadas por Suleim¨¢n y para insistir en la marcha de Mubarak
El r¨¦gimen simula conceder un poco m¨¢s, la calle aprieta mucho m¨¢s. El r¨¦gimen intenta ralentizar el ritmo, la calle acelera. El r¨¦gimen protege la figura de Hosni Mubarak, un monumento derribado, mientras la calle exige que el ¨ªdolo ca¨ªdo sea barrido y escondido en el almac¨¦n de la historia. Egipto sigue atrapado en la tensi¨®n entre pasado y futuro. A las dos semanas de iniciarse la revuelta, los manifestantes exhibieron de nuevo ayer su fuerza con un caudal de multitudes en el centro de El Cairo y una marcha gigantesca hacia el Parlamento. No se hab¨ªa visto nada tan abrumador hasta la fecha. Washington endureci¨® el tono y critic¨® la vacuidad de las promesas del r¨¦gimen.
Quien hubiera cre¨ªdo percibir un cierto des¨¢nimo en la revuelta se vio obligado a reconsiderar las cosas. De forma relativamente sorprendente, porque no exist¨ªa ninguna convocatoria unitaria, los ciudadanos decidieron aclarar cualquier duda. Ni en el Viernes del Adi¨®s, cuando cinco d¨ªas antes los egipcios fueron llamados a dar un ¨²ltimo empuj¨®n a Mubarak, se hab¨ªa asistido en el centro de El Cairo a tal movimiento de masas.
La liberaci¨®n de Wael Ghoneim, el joven ejecutivo de Google que volvi¨® a la calle tras una semana de "desaparici¨®n" en las mazmorras del r¨¦gimen ("vosotros sois los h¨¦roes", grit¨® en Tahrir); la noticia de que la organizaci¨®n Human Rights Watch hab¨ªa contabilizado ya 297 muertos en la represi¨®n, y la difusi¨®n de datos sobre la colosal fortuna de Mubarak (estimada entre 17.000 y 40.000 millones de d¨®lares, 12.430 y 29.268 millones de euros), contribuyeron a enardecer la protesta.
Por primera vez, una marcha compuesta por decenas de miles de personas sali¨® de la emblem¨¢tica plaza de la Liberaci¨®n, donde ya no cab¨ªa nadie m¨¢s, para dirigirse a la cercana sede del Parlamento. Al caer la noche se instal¨® un campamento ante el edificio. Algunos grupos de manifestantes pensaban que el siguiente paso hab¨ªa de consistir en una ocupaci¨®n pac¨ªfica del Parlamento, para subrayar que las dos C¨¢maras fraudulentamente elegidas el pasado 3 de diciembre (casi el 90% de los esca?os correspondieron al Partido Nacional Democr¨¢tico de Mubarak) no serv¨ªan y hab¨ªa que elegir con rapidez diputados representativos.
La revuelta se ampli¨® con una dimensi¨®n laboral, gracias a los paros y sentadas realizados en varias de las mayores empresas privadas de Egipto. Los trabajadores reclamaban un aumento salarial equivalente al concedido la v¨ªspera a los funcionarios, a los que se subi¨® el sueldo un 15%, pero subrayaron que sus protestas formaban parte de la revuelta general en demanda de libertad y justicia. Universitarios y periodistas protagonizaron tambi¨¦n actos de solidaridad con el movimiento representado por la plaza de Tahrir.
El vicepresidente Omar Suleim¨¢n hab¨ªa intentado, otra vez, apaciguar la revuelta con un conjunto de promesas. A juzgar por el volumen de las manifestaciones que siguieron a sus palabras, difundidas a mediod¨ªa por las cadenas de televisi¨®n egipcias, lo de Suleim¨¢n equivali¨® a un brindis al sol. No convenci¨® ni a sus patrocinadores estadounidenses. La Casa Blanca hizo saber su insatisfacci¨®n ante un discurso que en Washington se interpret¨® como contraproducente. Barack Obama y Hillary Clinton hab¨ªan confiado en que Suleim¨¢n maniobrara con m¨¢s habilidad, fuera capaz de dividir al movimiento de protesta y de ofrecer unas perspectivas cre¨ªbles de reforma. Por el momento, solo hab¨ªa conseguido agravar el bloqueo.
El bloqueo ten¨ªa un nombre, el de Hosni Mubarak. El grito un¨¢nime de la calle fue, un d¨ªa m¨¢s, "fuera Mubarak". Mientras permaneciera te¨®ricamente supeditado al presidente, el vicepresidente carec¨ªa de credibilidad a ojos de quienes protestaban. Mientras careciera de credibilidad, el nuevo hombre fuerte del r¨¦gimen, el supuesto encargado de pilotar la reforma, no ser¨ªa capaz de organizar una transici¨®n sin vac¨ªos de poder. Sin Mubarak se saltaba a un futuro quiz¨¢ incierto. Con Mubarak no se iba a ninguna parte.
Omar Suleim¨¢n no aport¨® nada sustancialmente novedoso. Anunci¨® la creaci¨®n de una comisi¨®n, dirigida por el presidente del Tribunal Supremo, encargada de trazar un plan para reformar la Constituci¨®n y democratizar las elecciones presidenciales previstas en septiembre. ?C¨®mo pod¨ªa persuadir con eso a un movimiento de protesta que no quer¨ªa un retoque en la Constituci¨®n de la dictadura, sino una Constituci¨®n completamente nueva? Tambi¨¦n prometi¨® que se investigar¨ªan la corrupci¨®n, la brutalidad policial, la actuaci¨®n de los matones del r¨¦gimen y la s¨²bita desaparici¨®n de la polic¨ªa el viernes 28. ?No sab¨ªa ¨¦l ya la verdad, tras dos d¨¦cadas como jefe de los servicios secretos y mano derecha de Mubarak? Asimismo, asegur¨® que no censurar¨ªa la prensa y que no reprimir¨ªa a los manifestantes.
Era, m¨¢s o menos, lo que ya hab¨ªa dicho el domingo, en su reuni¨®n con una delegaci¨®n de opositores. Costaba creer a Suleim¨¢n mientras prosegu¨ªan las detenciones arbitrarias y la manipulaci¨®n de los medios de informaci¨®n p¨²blicos. Era imposible creerle mientras tuviera detr¨¢s el retrato de Mubarak.
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