La ciudad de la alegr¨ªa
Los manifestantes logran hacer de la plaza de la Liberaci¨®n, centro de la protesta, una suerte de comuna libre, limpia, segura y respetuosa con las minor¨ªas
La ciudad m¨¢s libre, limpia, segura y feliz de ?frica se llama Tahrir (de la Liberaci¨®n). Nadie sabe cu¨¢nto durar¨¢ esta experiencia ins¨®lita. Puede aventurarse que esta bocanada de futuro representar¨¢, para generaciones de ¨¢rabes y norteafricanos, lo que para Europa fue la Comuna de Par¨ªs (1871).
Aquel momento franc¨¦s de resistencia democr¨¢tica y convivencia popular estuvo dominado por movimientos radicales y revolucionarios y concluy¨® en un ba?o de sangre. Tahrir, de momento, no aspira a inventar nada: reclama la dimisi¨®n de un dictador, la disoluci¨®n de un sistema represivo, el fin del terror policial y la celebraci¨®n de elecciones libres. Cosas apoyadas en los principios m¨¢s b¨¢sicos de la justicia, seg¨²n se entiende en el siglo XXI. Cosas que Tahrir cree merecer como cualquier otro pueblo.
Los activistas identifican de vez en cuando a polic¨ªas infiltrados
La plaza cuenta con servicio m¨¦dico, de informaci¨®n y de reparto de alimentos
Tras dos semanas de existencia, la ciudad se ha autoorganizado con un alto nivel de eficiencia. En la entrada, a la altura del puente de Qasr, un control militar pide la documentaci¨®n. A partir de ah¨ª, se entra en el territorio de Tahrir. Un nuevo control ciudadano pide de nuevo documentos y efect¨²a un somero registro, para evitar la infiltraci¨®n de gente armada.
Como la aglomeraci¨®n es continua y las colas de entrada y salida no se interrumpen, el filtro de seguridad resulta poroso: los activistas veteranos, los que han pasado por las comisar¨ªas y c¨¢rceles del r¨¦gimen, identifican de vez en cuando a miembros de la polic¨ªa secreta camuflados entre la gente. Prefieren no denunciarlos p¨²blicamente. Podr¨ªan provocar un linchamiento y enturbiar un ambiente que se mantiene sin manchas. Adem¨¢s, no hay nada que ocultar. Quien est¨¢ en la plaza sabe ya que est¨¢ identificado y que arriesga mucho si vence la contrarrevoluci¨®n. Tahrir tiene centenares de miles de habitantes. Aunque el ambiente familiar pueda enga?ar, esta es una ciudad de valientes.
Unos metros detr¨¢s del "paso fronterizo", en la parte trasera del Ministerio de Turismo, junto a la entrada trasera de una mezquita, en una calle sin salida, se ve el vertedero de basuras. Siguiendo hacia la plaza propiamente dicha, a mano derecha, se extiende el campamento nocturno, la zona donde duermen quienes han decidido vivir en Tahrir de forma permanente. Son viviendas improvisadas, hechas con pl¨¢sticos y mantas. Se puede distinguir un "barrio" musulm¨¢n, el m¨¢s extenso, y un "barrio" de ambiente laico.
La zona central de la plaza es donde se acumula la multitud, donde discurren continuamente manifestaciones, donde se celebran conciertos y otras ceremonias: puede ser una misa cristiana, un funeral por las v¨ªctimas de la revuelta, una sesi¨®n de discursos. Solo es f¨¢cil moverse de noche y a primera hora de la ma?ana. A partir de mediod¨ªa, cuando llegan los ciudadanos de paso, los que compaginan trabajo y protesta, cuesta dar dos pasos seguidos.
Al fondo seg¨²n se entra, junto a la fachada occidental de la plaza, se encuentran los centros de coordinaci¨®n: servicio m¨¦dico, distribuci¨®n de alimentos, un rudimentario y muy espont¨¢neo centro de informaci¨®n. No vale la pena preguntar qui¨¦n manda, porque nadie manda. Hay que preguntar qui¨¦n puede cambiar un vendaje, qui¨¦n sabe a qu¨¦ hora se celebrar¨¢ ma?ana tal cosa, d¨®nde se puede conseguir agua: si la demanda es concreta, la soluci¨®n es inmediata.
En el fondo sur se han instalado las letrinas. Un equipo de voluntarios de limpieza mantiene la higiene general, muy superior a la del resto de El Cairo.
Hay otro elemento que distingue Tahrir del resto de Egipto, y eso solo pueden valorarlo en su justa medida quienes conocen bien el pa¨ªs: en Tahrir, una mujer puede pasear tranquilamente sin temor a roces l¨²bricos o tocamientos rijosos. Por razones no f¨¢cilmente comprensibles, los egipcios de Tah-rir muestran solo lo mejor de s¨ª mismos. Como si quisieran dibujar lo que podr¨ªa ser un Egipto ideal.
Movi¨¦ndose hacia el norte, hacia el Museo Egipcio, siempre atravesando multitudes que gritan contra Mubarak o dialogan en grupos, y cruz¨¢ndose con decenas de vendedores ambulantes (banderas y cintas con la bandera egipcia, agua, cigarrillos, refrescos, pasteles), se llega a algo parecido a un ambulatorio y a la barricada que separa Tahrir de la barricada externa del r¨¦gimen, permanentemente vigilada por unas decenas de fieles al r¨¦gimen. Entre una barricada y otra, tanques del Ej¨¦rcito. M¨¢s all¨¢, un pa¨ªs, Egipto, de futuro incierto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.