Pocas perlas y mucho tedio
Debido a la exigencia de tener que comentar otra cansina edici¨®n de los Premios Goya y la entrevista al juez Garz¨®n, se me han acumulado pel¨ªculas de la Berlinale que a¨²n no he podido rese?ar. Es probable que gran parte del cine que compite en los festivales empiece y termine su distinguida carrera en ellos, que su exhibici¨®n comercial se vea restringida con suerte a su pa¨ªs de origen. Con lo cual el lector de estas cr¨®nicas no tendr¨¢ elementos de juicio para disentir o estar de acuerdo con mis opiniones, pero como mi trabajo consiste en informar de su bautizo festivalero intento ser fiel a ¨¦l huyendo a ser posible de la asepsia. Ya he confesado m¨¢s veces que en algunas ocasiones me quedo frito o abandono la sala antes de que el manjar haya finalizado. Por estricto cuidado de la salud mental. Cuando eso ocurre, alguien con m¨¢s paciencia que yo me cuenta el desenlace de esa pel¨ªcula. Pero descubro que eso no altera ni a?ade nada trascendente a la inconclusa pesadilla que he sufrido.
Es triste la suerte de Shakespeare al ser traspasado al cine
Me ha ocurrido con The Turin horse, dirigida por el aclamado director h¨²ngaro Bela Tarr, alguien indescriptible de siempre para mi sentido del cine, pero al que las revistas especializadas dedican infinitas y asombradas p¨¢ginas, algo de enorme m¨¦rito al constatar la heroicidad que supone escribir incansablemente sobre la nada. En el pr¨®logo de esta pel¨ªcula cuentan que Nietszche se volvi¨® loco para el resto de su vida al ver c¨®mo un cochero azotaba a su caballo al negarse este a trotar. Bela Tarr no se ocupa de las enigm¨¢ticas razones por las que a Nietszche se le fue la olla, sino del cochero, su hija y el caballo. Quiero decir: describe minuciosamente lo que estos hacen a lo largo de seis d¨ªas, y en 146 y sufribles minutos. A saber: 10 minutos siguiendo al carro, otros siete encerrando al caballo en la cuadra en medio de una tormenta, ocho mostrando c¨®mo el hura?o due?o del caballo se cambia de ropa al llegar a casa, cinco observando c¨®mo devora una patata cocida, otros cinco filmando a la hija al comerse la suya, 10 mientras que ambos observan el agreste paisaje, nueve recogiendo al buen hombre cuando se desviste antes de acostarse y as¨ª hasta el final. Todo ello fotografiado en art¨ªstico blanco y negro, con id¨¦ntica y repetitiva m¨²sica, en planos secuencia, con la c¨¢mara inm¨®vil o movi¨¦ndola cadenciosamente, reduciendo el di¨¢logo a monos¨ªlabos (aunque hacia la mitad aparece un vecino borrach¨ªn que se suelta un mon¨®logo apocal¨ªptico), obsesionado con ¨¦xito el pretencioso marciano Tarr por crear atm¨®sfera, aunque esta no tenga ninguna historia que arropar. Me cuentan que Bela Tarr ha declarado que con The Turin horse lo que ha pretendido es representar el peso insoportable de la vida. Ignoro si la suya es tan pesada pero puedo jurar por mi santa madre que los kilos de aburrimiento que ofrece su cine se salen de la balanza.
Esa sensaci¨®n de inanidad existencial y de modorra narrativa se prolonga en la argentina Un mundo misterioso, dirigida por Rodrigo Moreno. Soy incapaz de captar qu¨¦ misterio vital o metaf¨ªsico existe siguiendo los insoportables pasos de un fulano con pinta de zombi al que su novia le ha pedido una separaci¨®n temporal, algo m¨¢s que l¨®gico al observar lo que hace, dice y calla este se?or en su nihilista camino. Los personajes con los que se encuentra tambi¨¦n est¨¢n en su honda. Lo ¨²nico agradecible de un mundo misterioso es que se acabe.
Se supone que el muy culto Ralph Fiennes conoce inmejorablemente el universo de Shakespeare y que est¨¢ enamorado de ¨¦l. Lo que no est¨¢ claro es que ese amor se vea correspondido al observar la adaptaci¨®n que ha hecho de Coriolano. Su aportaci¨®n m¨¢s original es que ha situado la acci¨®n y el texto en el mundo actual. Todo lo que sale por la boca de esos hombres que luchan por el poder merece la pena de ser o¨ªdo, pero las im¨¢genes que lo sustentan son inmediatamente olvidables. Es triste que Shakespeare, el hombre que cre¨® el lenguaje m¨¢s impresionante para hablar de la complejidad de la naturaleza humana, tenga tan poca suerte al ser traspasado al cine. Con gloriosas excepciones, como Campanadas a medianoche y Julio C¨¦sar.
Tampoco hay nada brillante que destacar en Las mujeres de la sexta planta, una pel¨ªcula francesa que describe la agridulce supervivencia de mujeres espa?olas que trabajan como sirvientas en Par¨ªs en los a?os sesenta. Est¨¢ protagonizada por el t¨®pico y el pasteleo, una combinaci¨®n que la taquilla valora mucho. El futuro, dirigida por Miranda July, retrata la crisis de una pareja que dedica todo su ocio a Internet y que espera que la adopci¨®n de un gatito enfermo haga m¨¢s llevadera su incomunicaci¨®n. Tambi¨¦n o¨ªmos las reflexiones del gato. Son tan bobas como todo lo que hacen y dicen esta pareja tan rara. No logro pillar las claves del humor indie. Y, c¨®mo no, hemos visto la ritual pel¨ªcula que siempre ofrece la Berlinale dedicada al Holocausto. Nada que ver con obras maestras como Shoah y La lista de Schindler. Se titula My best enemy y narra de forma rutinaria, aunque concienciada, la persecuci¨®n contra una familia jud¨ªa que posee un dibujo in¨¦dito de Miguel ?ngel.
Lo m¨¢s aceptable que he visto en los ¨²ltimos d¨ªas, junto a la conmovedora pel¨ªcula iran¨ª que les comentaba ayer, es la turca Our grand despair, que cuenta con gracia y sutileza la imposible historia de amor entre dos amigos cuarentones y una chica repentinamente hu¨¦rfana a la que han acogido temporalmente en su casa. En sus mejores momentos, me recuerda al cine de Claude Sautet, aquel maravilloso retratista del sentimiento amoroso, de sus alegr¨ªas y sus zozobras.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.