Sortu
El dilema de legalizar o no legalizar Sortu amenaza con amargar el final feliz de la lucha contra ETA, llev¨¢ndose quiz¨¢ por delante el pacto de legislatura que sostiene al lehendakari, Patxi L¨®pez. Menos mal que la astucia de Rubalcaba ha permitido traspasar la papeleta a los tribunales, para que puedan lavarse las manos los Gobiernos de Madrid y de Vitoria. De modo que si todo ocurre seg¨²n se espera, finalmente Sortu no ser¨¢ legalizada. Lo cual ser¨¢ mal percibido por la opini¨®n p¨²blica vasca, que ver¨¢ otra vez frustradas sus expectativas m¨¢s indulgentes y acomodaticias. Y a¨²n lo recibir¨¢ peor la izquierda abertzale, que protestar¨¢ airada denunciando que el Estado espa?ol incumple sus propias reglas al bloquear con nuevas exigencias la ordenanza en vigor que hasta hoy se requer¨ªa para su legalizaci¨®n.
La izquierda 'abertzale' deber¨ªa asumir en p¨²blico su responsabilidad como c¨®mplice de ETA
El problema de fondo es la Ley de Partidos, que al restringir los derechos pol¨ªticos excluyendo a la izquierda abertzale de la representaci¨®n electoral solo puede ser excepcional y transitoria. Quienes nos opusimos a ella aleg¨¢bamos dos razones en contra que contin¨²an vigentes: la primera instrumental, pues prohibir las candidaturas de Batasuna no solo impide visualizar su p¨¦rdida progresiva de apoyo electoral, sino que adem¨¢s amenaza con neutralizar e invertir la tendencia, reforzando sus bases de apoyo social. La otra raz¨®n es sustancial o de principio, pues una democracia de calidad no debe restringir el pluralismo de la representaci¨®n excluyendo candidaturas a las que se priva de su derecho de sufragio pasivo. Frente a ello, las razones que aconsejaban aprobar la ley tambi¨¦n eran dos. Una utilitaria o pragm¨¢tica, a fin de oponer los intereses de ETA y Batasuna a la espera de que esta se distanciase de aquella, lo que ya se ha logrado casi por entero. Y la otra raz¨®n tambi¨¦n era de principio, pues no se puede consentir que una candidatura electoral se beneficie del asesinato o la coacci¨®n de sus rivales pol¨ªticos. Pero si ETA deja de matar, esta raz¨®n ya no tendr¨¢ sentido y la ley deber¨¢ caducar cuanto antes.
Entremos ahora en la demanda de legalizaci¨®n. Si tomamos al pie de la letra las exigencias requeridas, Sortu ha satisfecho expresamente su rechazo preventivo a la violencia futura de ETA; y si esta se reprodujese, sostiene que entonces la condenar¨¢. Lo cual le diferencia claramente de Batasuna, que jam¨¢s cruz¨® semejante frontera verbal. Y cumplido ese requisito, no parece justo que adem¨¢s se le pida ahora como nueva condici¨®n la previa disoluci¨®n de ETA, pues eso es algo que Sortu no est¨¢ en disposici¨®n de decidir. Lo ¨²nico que puede hacer es separarse de la violencia mediante una declaraci¨®n performativa de rechazo del terrorismo. Igual que declarar "s¨ª quiero" convierte a una persona soltera en casada, tambi¨¦n declarar "no quiero seguir unida a la violencia" equivale a divorciarse de su anterior complicidad.
Eso aclara el bizantino debate sobre si Sortu es o no continuaci¨®n de Batasuna: esta permanec¨ªa unida a ETA mientras que aquella ya no lo est¨¢. O sea que ahora estamos ante un nuevo estado civil de la misma izquierda abertzale, una vez formalizada no la ruptura con ETA pero s¨ª su separaci¨®n por consenso o divorcio de mutuo acuerdo, tras firmar un pacto de divergencia que conviene a ambas partes. Seg¨²n ese acuerdo, ETA renuncia a la lucha armada tal como le solicit¨® su anterior consorte Batasuna (aunque no se disuelva todav¨ªa para vigilar y rentabilizar el pacto), e incluso acepta que una Sortu ya emancipada de su tutela rechace te¨®ricamente la posible violencia futura que quiz¨¢ no se produzca ya. Todo a cambio de que la izquierda abertzale respete la violencia pasada de ETA sin condenarla jam¨¢s: este es el velo de ignorancia que constituye la clave del pacto. De ah¨ª que Sortu se comprometa por su parte a respetar el velo de silencio retrospectivo sobre la violencia pret¨¦rita a cambio de que ETA acepte el nuevo lenguaje de condena formal de su futura violencia hipot¨¦tica.
?Significa esto que podemos aceptar el blanqueo de Sortu? Lo dudo mucho, pues la declaraci¨®n performativa de rechazo de la violencia podr¨ªa ser tan solo una performance: una mascarada. Y es que la izquierda abertzale habla mucho de proceso democr¨¢tico como encuadre legitimador (framing) de su estrategia pol¨ªtica. Pero, a juzgar por su discurso, todav¨ªa no se han democratizado en absoluto, pues solo rechazan el matar porque ya no les sirve para alcanzar sus fines. Y para democratizarse de verdad deber¨ªan levantar su velo de ignorancia y de silencio, asumiendo en p¨²blico su pasada responsabilidad como c¨®mplices encubridores de las violaciones de derechos humanos cometidas por ETA. Si Sortu aspira a democratizarse, antes de exigir sus derechos tendr¨¢ que empezar por reconocer los derechos ajenos.
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