?cidos ecos de la sociedad vienesa
Una antolog¨ªa rescata 'La Antorcha' de Karl Kraus, la revista centroeuropea m¨¢s relevante de la historia - Sus p¨¢ginas retratan el declive del imperio austroh¨²ngaro
Karl Kraus fue un hombre singular. En el despacho abarrotado de libros y peri¨®dicos donde pasaba la mayor parte del d¨ªa leyendo y escribiendo ten¨ªa tambi¨¦n instalado el div¨¢n donde dorm¨ªa y se tumbaba a leer. Durante 30 a?os, desde 1899 hasta poco antes de su muerte, en 1936 (a consecuencia del ataque a su d¨¦bil coraz¨®n que sufri¨® tras ser arrollado por un ciclista) se dedic¨® de manera exclusiva a esos menesteres, con una perseverancia y tenacidad extraordinarias. No ten¨ªa esposa ni hijos. Unas rentas de familia le permit¨ªan dedicarse exclusivamente a su vocaci¨®n. Gran parte de su tiempo lo dedicaba a la revista La Antorcha, de la que El Acantilado publica una cuidada antolog¨ªa.
Su actitud y estilo dejaron huella en lo mejor y lo peor de Bernhard o Jelinek
Llama la atenci¨®n la vigencia en las observaciones sobre prensa y literatura
Con esta edici¨®n ya se puede considerar cabalmente representado entre nosotros a Karl Kraus, por mediaci¨®n de Adan Kovacsis, que a principios de los a?os noventa ya tradujo Los ¨²ltimos d¨ªas de la humanidad (Tusquets), su colosal e irrepresentable obra teatral / apocal¨ªptica sobre la I Guerra Mundial; y en el a?o 2003, Dichos y contradichos (Min¨²scula), una colecci¨®n de aforismos y fragmentos de variada ¨ªndole. Para contextualizar la personalidad y la obra de Karl Kraus en la Viena de la primera mitad del siglo XX tenemos adem¨¢s los testimonios de la autobiograf¨ªa de Elias Canetti (Galaxia Gutemberg), las p¨¢ginas de Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde en su Viena fin del imperio (Planeta) y el ensayo sobre la Viena de Kraus -tambi¨¦n reci¨¦n publicado por El Acantilado- de Sandra Santana, El laberinto de la palabra. De estos libros proceden los datos de este art¨ªculo sobre el director, redactor ¨²nico y corrector ("se preocupaba de cada coma, y buscar erratas en la revista era arriesgarse a volverse loco", dice Canetti) de aquellos cuadernos de cubierta roja que fueron la revista peri¨®dica m¨¢s importante de la historia centroeuropea.
La Antorcha se autofinanciaba mediante los ingresos de las ventas y suscripciones. Colocaba cerca de 30.000 ejemplares por n¨²mero, y aparec¨ªan dos o tres cada mes. A veces la revista era muy gruesa, otras veces delgada. Al principio contaba con algunos colaboradores, pero pronto Kraus se percat¨® de que se bastaba y se sobraba para llenar ¨¦l solito todas las p¨¢ginas. Adem¨¢s de esta exigente actividad era un conferenciante muy cotizado. Parece que escucharle era una experiencia electrizante, cautivadora.
Los beneficios de las cerca de 700 conferencias que pronunci¨® iban destinadas a diferentes obras de caridad. La ¨²nica debilidad (por llamarla as¨ª) humana que se le conoce, documentada por la caudalosa correspondencia con Sidonie N¨¢dh¨¦rny, a cuya publicaci¨®n ¨¦l dio su conformidad, fue su inclinaci¨®n sentimental hacia esta dama arist¨®crata, propietaria de una mansi¨®n con un parque encantador, adonde Kraus se retiraba con frecuencia para descansar durante algunos d¨ªas de su absoluto sentido de la responsabilidad respecto a la verdad mistificada incesantemente por la prensa y los literatos a los que combat¨ªa con implacable hostilidad.
En la guerra de las ideas y en la execraci¨®n y burla del periodismo filisteo, de la justicia injusta, de la estupidez p¨¢nfila y satisfecha del peque?oburgu¨¦s, Kraus no tomaba prisioneros. Su actitud y su estilo han dejado una huella profunda en las letras de su pa¨ªs, y lo mejor y lo peor de uno y otro se detecta en autores como Thomas Bernhard o Elfriede Jelinek. Se erigi¨® en conciencia moral de "Felix Austria" en los a?os del incomparable florecimiento de las letras y las artes, en la Viena de Joseph Roth, Schnitzler, Wittgenstein, Freud, Hoffmansthal, Schoenberg, Kokoschka o Schiele, tan bien retratado por Zweig en El mundo de ayer, y hasta v¨ªsperas de la II Guerra Mundial.
A su compromiso y su rigor y coherencia en la defensa de los valores humanistas y en la cr¨ªtica de vicios sociales e hipocres¨ªas pol¨ªticas, solo cabr¨ªa reprocharle una combatividad tan extrema e implacable que demol¨ªa con la misma sa?a la tara peque?a e insignificante y la injusticia clamorosa. Se puso casi siempre del lado correcto (salvo por ejemplo en la consideraci¨®n del intelecto de la mujer, al que dedica frases grotescas), denunci¨® la din¨¢mica suicida que condujo a la I Guerra Mundial, y advirti¨® desde el principio del potencial aniquilador de la ascensi¨®n de Hitler cuando esta era todav¨ªa resistible. Leyendo su selecci¨®n de art¨ªculos llama la atenci¨®n (melanc¨®licamente) la vigencia de muchos de sus escritos y de sus observaciones sobre el papel de los medios de comunicaci¨®n y de la literatura, por ejemplo, en la difusi¨®n de las lindezas de lo que hoy llamamos "bonismo" y entonces "filiste¨ªsmo"; o la persistencia de debates como por ejemplo el de la publicidad de la prostituci¨®n en los peri¨®dicos: La prensa como alcahueta, ?de 1903!
Esta antolog¨ªa es meritoria tambi¨¦n porque da el tono, en solo 500 p¨¢ginas, de las docenas de miles que public¨® la revista a lo largo de 30 a?os; incluye textos fundamentales (como el ya citado Moralidad...) o parte del ensayo de 300 p¨¢ginas sobre el poder nazi, entre otros de tono m¨¢s ligero, sat¨ªricos y c¨®micos. Ya que al fin y al cabo Kraus era, seg¨²n Canetti en el ¨²ltimo de los papeles que dedic¨® a su memoria, "el mayor escritor sat¨ªrico de expresi¨®n alemana".
Babelia
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