Nuestros amigos de Damasco
Espa?a ha mantenido una inquebrantable relaci¨®n con el r¨¦gimen de los Asad pese a conflictos como la muerte del embajador Ar¨ªstegui en Beirut
"No cabe ninguna duda de que el proyectil que cay¨® el 16 de abril a las 14.30 en la Embajada de Espa?a es de procedencia siria, pues son las tropas sirias en L¨ªbano las ¨²nicas que poseen y utilizan este armamento, de procedencia sovi¨¦tica". "Esta opini¨®n es absolutamente compartida por todo el personal de la embajada y confirmada por todos los embajadores comunitarios residentes en Beirut".
El informe que entreg¨® Jorge Dezcallar, entonces director general de ?frica y Oriente Pr¨®ximo, el 21 de abril de 1989 al entonces ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, no dejaba la menor duda: Siria fue la responsable de la muerte del embajador espa?ol Pedro de Ar¨ªstegui, de su suegro, de su cu?ada y de su ch¨®fer. Su mujer result¨® gravemente herida.
Hace apenas un mes la ministra Jim¨¦nez destac¨® la "voluntad" reformista de Siria
Ar¨ªstegui fue el segundo embajador europeo que cay¨® abatido en L¨ªbano por el r¨¦gimen sirio en la d¨¦cada de los ochenta. El primero fue, en 1981, el franc¨¦s Louis Delemare, asesinado en Beirut por unos desconocidos que, seg¨²n la prensa francesa, estaban a sueldo de Damasco.
Dezcallar consideraba, sin embargo, en su informe que no hubo "intencionalidad" por parte de Siria "de atentar contra la vida del embajador", una opini¨®n entonces controvertida en la comunidad diplom¨¢tica en Beirut. "Lo m¨¢s que puede afirmarse es que los sirios admitieron impl¨ªcitamente la posibilidad de que el proyectil cayera en la embajada, pues conoc¨ªan perfectamente su emplazamiento".
El Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez no llam¨® a consultas a su embajador en Siria, ni siquiera protest¨® ante Damasco, aunque, con discreci¨®n, solicit¨® una explicaci¨®n escrita, y la obtuvo. Fue un modelo de ambig¨¹edad. Seis a?os despu¨¦s, en 1995, Gonz¨¢lez visit¨® en Damasco al presidente Hafez el Asad, padre del actual jefe de Estado. ?Le habl¨® de aquella muerte? "Ya lo hab¨ªa hecho el ministro de Exteriores y no me ha parecido necesario", contest¨® en p¨²blico.
Los sucesivos Gobiernos espa?oles, socialistas pero tambi¨¦n del Partido Popular, se han esforzado por mantener a toda costa una relaci¨®n privilegiada con el r¨¦gimen de los Asad, equiparable, en materia de derechos humanos, al de Sadam Husein en Irak, derrocado en 2003 por EE UU.
Hace menos de un mes, la ministra de Exteriores, Trinidad Jim¨¦nez, viaj¨® a Damasco, donde resalt¨® "la voluntad real" de sus autoridades de promover reformas democr¨¢ticas. Desde entonces la represi¨®n de las protestas ha causado decenas de muertos, los ¨²ltimos el viernes pasado. "A trav¨¦s de esa ¨ªntima relaci¨®n con Siria, desde Espa?a se busca jugar un papel en Oriente Pr¨®ximo y, de paso, hacerse valer ante EE UU", explica un diplom¨¢tico espa?ol resumiendo la opini¨®n de muchos compa?eros suyos que, a lo largo de los a?os, se han ocupado de esa regi¨®n en el Ministerio de Exteriores.
A Siria tambi¨¦n le interes¨® mantener lazos especiales con Espa?a para romper su aislamiento por parte de EE UU y, en menor medida, por parte de Europa y de varios vecinos ¨¢rabes a causa de sus injerencias en L¨ªbano y del asesinato, en 2005 en Beirut, del ex primer ministro Rafic Hariri. Se sospecha que los servicios secretos sirios lo instigaron.
De la intensidad de la relaci¨®n hispano-siria dan idea las m¨²ltiples visitas bilaterales, los momentos elegidos para hacerlas y lo que dijeron entonces sus protagonistas. Miguel ?ngel Moratinos fue, por ejemplo, en 2006, el primer ministro de Exteriores occidental que se desplaz¨® a Damasco tras el asesinato de Hariri.
Felipe Gonz¨¢lez viaj¨® a Damasco en 1995 como presidente de turno de la UE; Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar lo hizo cuatro a?os despu¨¦s, poco antes del fallecimiento de Hafez el Asad. Su hijo, Bachar, eligi¨® Espa?a en 2001 para efectuar su primera visita como presidente a un pa¨ªs no ¨¢rabe. Repiti¨® viaje a Madrid en octubre de 2003.
Cuando EE UU se dispon¨ªa a intervenir en Irak, con el respaldo diplom¨¢tico de Espa?a, Aznar supo sacar partido de los nexos con Siria. Por encargo del presidente George Bush llam¨® a El Asad para pedirle que no acogiera a colaboradores de Sadam, pero tambi¨¦n le tranquiliz¨®. A diferencia de Irak, Siria, "pa¨ªs amigo", no es objetivo militar, recalc¨®.
Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero tuvo, en cambio, alg¨²n roce con Bush por culpa de esa visita rel¨¢mpago de Moratinos a Damasco en 2006, un a?o despu¨¦s del asesinato de Hariri, seg¨²n revelan los cables de la Embajada de EE UU en Madrid.
Ese viaje "podr¨ªa llevar a Espa?a otra vez al punto de partida de dos a?os atr¨¢s", advirti¨® a Moratinos el embajador estadounidense, Eduardo Aguirre, record¨¢ndole que 2004 fue el peor a?o de la relaci¨®n bilateral. Rafael Dezcallar, entonces director de Pol¨ªtica Exterior, respondi¨® que Espa?a era "contraria a la estrategia de aislamiento" de Siria.
La relaci¨®n m¨¢s que cordial con el presidente Hafez el Asad no impidi¨® al Gobierno de Gonz¨¢lez acoger en la Costa del Sol a su hermano Rifaat, que a mediados de los a?os ochenta se convirti¨® en su peor adversario tras fomentar un golpe para sustituirle. Previamente, hab¨ªa aplastado la rebeli¨®n de los Hermanos Musulmanes sirios.
El Cedid, precursor del CNI, y la propia CIA avalaron la instalaci¨®n de Rifaat en Espa?a, donde pasa a¨²n largas temporadas, porque era una fuente de informaci¨®n inagotable sobre su pa¨ªs y los extremistas ¨¢rabes. Damasco no pidi¨® que se le expulsara, pero s¨ª que se le tuviera vigilado y que se le impidiera conspirar.
A?os antes Espa?a tambi¨¦n dio cobijo a las primeras v¨ªctimas de Rifaat el Asad y de sus unidades militares especiales: los islamistas y sus familiares. A principios de los ochenta fue, despu¨¦s de Alemania, el pa¨ªs europeo que m¨¢s integristas sirios acogi¨®. Fueron entonces los primeros islamistas que se instalaron en territorio espa?ol.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.