"La clase media en realidad no hizo nada. No eran franquistas, pero tampoco activamente dem¨®cratas"
Los emigrantes eran devueltos directamente o encerrados en el castillo de Montju?c si nadie los reclamaba; mi estanquero era de Murcia y fue all¨ª a sacar a un primo suyo; lo de los timos de las apariciones de v¨ªrgenes en Sant Miquel del Fai me lo cont¨® el escritor Jordi Punt¨ª; y s¨ª, un polic¨ªa de la Brigada Pol¨ªtico Social cobraba 11.000 pesetas al mes y los confidentes, 4.000". Son teselas con las que Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n (Zaragoza, 1960) ha construido el delicado mosaico de su novela El d¨ªa de ma?ana (Seix Barral), sutil friso del tardofranquismo y la transici¨®n a partir de Justo, emigrante que acabar¨¢ de confidente de la polic¨ªa pol¨ªtica.
PREGUNTA. Conocemos al protagonista por los dem¨¢s. De nuevo estructura depurada, invisible.
RESPUESTA. Quer¨ªa un personaje esquivo y esa soluci¨®n coral me lo facilitaba; si le hubiera dado voz se hubiera convertido en novela policiaca; tambi¨¦n buscaba un estilo cercano a la oralidad y una amplitud de territorio para ofrecer un fresco social de los sesenta y setenta; pero eso ya lo hizo Faulkner; o Kubrick, en Atraco perfecto...
P. Un traidor es el eje. ?Qu¨¦ buscaba con esa figura?
R. Justo es la representaci¨®n de la dictadura; turbio, canalla, irracional; su degradaci¨®n es la del r¨¦gimen: muestra el envilecimiento de la tortura, aunque no he cargado las tintas en eso.
P. Madres que no comen bistec para fortalecer a sus hijos ante las oposiciones; homosexuales tratados como invertidos en centros psiqui¨¢tricos; mujeres insultadas por conducir los primeros
seiscientos; especulaci¨®n urban¨ªstica... Retrato certero de los sesenta.
R. En el fondo he hecho una novela sobre la clase media, protagonista de la historia, pero que en realidad no hizo nada. No eran franquistas, pero tampoco activamente dem¨®cratas; lleg¨® Adolfo Su¨¢rez y tal y se fueron encontrando con la democracia; el suyo fue un protagonismo sin brillo alguno. S¨ª, escribo sobre algo tan falto de brillo como las clases medias, desvalidas aqu¨ª en lo literario...
P. ?Nuestro John Cheever?
R. S¨ª, ser¨ªa un Cheever espa?ol, si bien nuestra clase media es m¨¢s sosa que la de Estados Unidos. Tambi¨¦n yo soy m¨¢s piadoso que ¨¦l, que los odiaba.
P. Usted no: sus personajes vuelven a sentir de una manera que son entra?ables; incluso Justo.
R. Intento indagar en ellos: siempre dejo un atisbo de redenci¨®n; incluso a los fascistas de Dientes de leche les redimo parcialmente; me gusta pensar qu¨¦ habr¨ªan podido ser si hubieran tomado otra decisi¨®n.
P. Entre los ultras y esa gris clase media, a¨²n habr¨¢ que felicitarse por la transici¨®n...
R. No se puede exigir m¨¢s: la realidad era esa; una parte de la polic¨ªa organizando los grupos de ultraderecha, pas¨¢ndoles armas y dej¨¢ndoles hacer... Se lleg¨® a una democracia tan d¨¦bil que casi no aguanta ni el 23-F: si Tejero dispara a Guti¨¦rrez Mellado en vez de querer tirarle al suelo, la democracia se acaba ah¨ª. Aqu¨ª quien carg¨® con la lucha fue el partido comunista, que despu¨¦s hizo grandes concesiones y que en 1982, cuando ya no eran necesarios, fueron borrados del mapa. Aunque fui duro con ellos en Enterrar a los muertos, la historia no los ha tratado bien.
P. Usted arranca junto a Ferrero, G¨¢ndara, Fern¨¢ndez Cubas... haciendo todos una literatura evasiva, muy alejada del realismo que practica ahora.
R. Durante a?os, en mi obra la realidad y lo colectivo no parec¨ªan existir; hoy me siento m¨¢s a gusto con este Pis¨®n que escribe con personajes y ciudades y ¨¦pocas concretas; he borrado parte de mi producci¨®n porque es testimonio de lo que era.
P.
Enterrar a los muertos, Dientes de leche, Partes de guerra, el gui¨®n de Trece rosas... ?Voluntad de cronista de la transici¨®n?
R. La parte colectiva ocupa cada vez m¨¢s en mis libros, aunque no se puede hablar de Historia en may¨²scula sin acercarse a las historias de la gente corriente, que es lo que debe hacer un escritor. ?La transici¨®n? Es mi ¨¦poca, mis a?os de formaci¨®n. Cada escritor tiene un territorio de memoria en el que escarba. Me cuesta hablar de la actualidad: el mundo de mis personajes no es el de los m¨®viles ni los port¨¢tiles.
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