Seducci¨®n y folclore (adi¨®s a un proyecto)
Tras dimitir como asesor y miembro del Patronato del Museo Thyssen en M¨¢laga, el exdirector del Reina Sof¨ªa aclara las razones de su litigio
El proyecto original del Museo Carmen Thyssen de M¨¢laga respond¨ªa a un prop¨®sito dif¨ªcil de llevar a la pr¨¢ctica: reivindicar la pintura decimon¨®nica espa?ola. Solo hoy empezamos a darnos cuenta del alcance social que lleg¨® a tener el arte en el siglo XIX. En contraste con la producci¨®n art¨ªstica del antiguo r¨¦gimen, que se dirig¨ªa a una minor¨ªa, la decimon¨®nica naci¨® con la ambici¨®n de conquistar a p¨²blicos muy amplios. Para ello explor¨® registros de la sensibilidad que carec¨ªan pr¨¢cticamente de precedentes hist¨®ricos. Uno de ellos fue la seducci¨®n de lo pintoresco y, dentro de lo pintoresco, ese acercamiento a lo popular que fue el costumbrismo.
El costumbrismo, en su origen, daba testimonio de la pervivencia de la cultura rural del antiguo r¨¦gimen en un mundo que estaba entrando en la historia moderna. Pero, como fue probablemente el g¨¦nero pict¨®rico m¨¢s demandado del siglo XIX, a lo largo del proceso de su difusi¨®n se fue alejando de su origen hist¨®rico, y, conforme lo hac¨ªa, su calidad art¨ªstica fue decayendo hasta llegar a niveles deleznables. Esa decadencia es especialmente visible en el caso espa?ol. En la mayor parte de los pa¨ªses europeos la pintura costumbrista desapareci¨® hacia finales del siglo XIX. Iban a pasar d¨¦cadas, m¨¢s de medio siglo, antes de que renaciera el inter¨¦s de los artistas por lo popular. Lo popular hoy en el resto del mundo es lo pop, los productos culturales destinados al consumo masivo y el imaginario al que recurre es plenamente moderno. En Espa?a, por el contrario, los clich¨¦s del costumbrismo decimon¨®nico sobrevivieron anacr¨®nicamente a lo largo del siglo XX y acabaron incrust¨¢ndose en la cultura de consumo masivo. Es as¨ª, totalmente degenerados y carentes de significaci¨®n hist¨®rica, como han llegado hasta nuestros d¨ªas, ti?endo de folclore ciertas manifestaciones de la cultura de masas. Es una peculiaridad espa?ola que se manifiesta ubicuamente en la vida nacional. En pol¨ªtica, por ejemplo, la pervivencia de lo folcl¨®rico marca una diferencia notable entre el imaginario del populismo conservador espa?ol y el de otros pa¨ªses europeos.
Solo hoy nos damos cuenta del alcance social del arte en el siglo XIX en Espa?a
La reapreciaci¨®n global de la pintura decimon¨®nica responde a un cambio de gusto que, como es l¨®gico, ha sido precedido y preparado por el trabajo profesional de los historiadores del arte. En Espa?a, sin embargo, a pesar de que la historiograf¨ªa del arte del siglo XIX ha conocido un desarrollo s¨®lido a lo largo de las ¨²ltimas tres d¨¦cadas, la pintura costumbrista decimon¨®nica sigue siendo rechazada por amplios sectores del p¨²blico aficionado al arte. Es evidente que ese rechazo es ampliamente atribuible a la contaminaci¨®n de lo folcl¨®rico.
He dicho m¨¢s arriba que el Museo Carmen Thyssen de M¨¢laga respond¨ªa a un prop¨®sito dif¨ªcil de llevar a la pr¨¢ctica. De hecho solo una gesti¨®n hist¨®rico art¨ªstica exquisitamente profesional pod¨ªa hacerlo viable. Una direcci¨®n capaz de situar cada obra de la colecci¨®n en su contexto hist¨®rico y de medir su calidad con precisi¨®n y seguridad, discriminando lo bueno de lo regular y eliminando lo malo. Una direcci¨®n capaz de tejer a lo largo de los a?os, por medio de un programa coherente de exposiciones temporales, una red convincente de afinidades y paralelismos entre el arte decimon¨®nico espa?ol y el del resto del mundo. Una direcci¨®n capaz de establecer una muralla sanitaria infranqueable entre el museo y lo folcl¨®rico. Y, por supuesto, libre de todo tipo de injerencias de car¨¢cter extraprofesional, ya fueran pol¨ªticas, ya fueran de otra naturaleza.
?Era pedir demasiado? Por lo visto, s¨ª.
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