Serpientes en la hierba
Ahora que algunos atisban cierto paralelismo entre determinadas actitudes de miembros del PP y las estrategias extradeportivas de Mourinho, ser¨ªa oportuno recordar que el patriota Aznar nunca hizo la mili (ignoro qu¨¦ malformaci¨®n o subterfugio le impidi¨® servir, en su d¨ªa, a la Patria) y tampoco Mourinho necesit¨® jugar jam¨¢s al f¨²tbol para convertirlo en una guerra de imprevisibles consecuencias. No entremos al trapo. Pero es necesario, sin embargo, alertar del peligro de una de las m¨¢s subrepticias armas de obnubilaci¨®n masiva: la irracionalidad esgrimida desde el resentimiento. Los contaminados dif¨ªcilmente conservar¨¢n la salud ¨¦tica y mental necesaria para rechazar una realidad distorsionada que repare su frustraci¨®n, aunque para ello tengan que negar la evidencia inventando pruebas o tergiversando los hechos. Todo vale antes que admitir errores propios, rectificar falaces acusaciones o saber perder cuando toca. En uno de sus relatos, Kurt Vonnegut nos cuenta que existe un tipo de serpientes que roban ni?os y los cr¨ªan como si fueran una serpiente. Los ense?an a arrastrarse y todo lo dem¨¢s. Y el resto de las serpientes tambi¨¦n los tratan como si fueran una serpiente. Si, en vez de ni?os, nos robaran el raciocinio, podr¨ªamos acabar arrastr¨¢ndonos por la hierba alta y seca del Bernab¨¦u como serpientes. Estoy de acuerdo con Di St¨¦fano: el Real Madrid no se merece esto. El f¨²tbol, tampoco. Tengamos la fiesta en paz.
Estoy de acuerdo con Di St¨¦fano: el Madrid no se merece esto. El f¨²tbol, tampoco.
Este era, m¨¢s o menos, el mensaje an¨®nimo recibido a trav¨¦s de la maltratada Lata de Lotina. Como ya sab¨¦is, se trata de una lata de cerveza vac¨ªa que retransmite voces y emite opiniones para exacerbaci¨®n del hijo de la mujer invisible. Un abyecto ni?o, de progenitores desconocidos, con sendas cruces gamadas en las nalgas y relevantes padres adoptivos. Por lo dem¨¢s, en la taberna londinense de la rubicunda Doris reinaba la confusi¨®n. Por en¨¦sima vez, al Real Mourinho acababan de dejarle con 10, por la consabida tarjeta roja, cuando perd¨ªa en su propio campo contra un humilde Zaragoza. "?Por qu¨¦? ?Por qu¨¦?", clamaba el Diablo alzando la cornamenta al cielo. A modo de respuesta, con casta?eteo de cr¨®talo, Juanita La Muerte taconeaba hasta romperse el astr¨¢galo contra las tablas del mostrador mientras el orondo capit¨¢n Grason reflexionaba para sus adentros que el Real Mourinho hab¨ªa mostrado sus deficiencias dando por bueno el pusil¨¢nime empate con el que cedi¨® la Liga al Bar?a en vez de luchar por reducir la, todav¨ªa alcanzable, diferencia de puntos. Por su parte, el mejor equipo del mundo no tardar¨ªa en mostrar, a su turno, la peor cara del repertorio, la incapacidad a la hora de apuntalar o apuntillar un resultado favorable, dejando que siguiera coleando la ag¨®nica serpiente liguera y propiciando p¨®stumas esperanzas en el contrincante de una Champions que el bipolar entrenador portugu¨¦s hab¨ªa dado por muerta y enterrada. "Estamos eliminados", hab¨ªa sentenciado con su sempiterno rictus de amargura.
Grason lleg¨® a dos conclusiones. Primera, un dicot¨®mico entrenador, que adem¨¢s act¨²a para la galer¨ªa, solo puede crear, en el p¨²blico y en sus jugadores, irritaci¨®n e incertidumbre. Segunda, la ret¨®rica en el c¨¦sped es una serpiente venenosa que, por reiteraci¨®n, acaba mordi¨¦ndose la cola. Se plante¨® una tercera cuesti¨®n de ¨ªndole epistemol¨®gica. Se refer¨ªa a si, en las p¨¢ginas asignadas al deporte, era l¨ªcito utilizar referentes pol¨ªticos. "Mientras los pol¨ªticos utilicen el deporte, s¨ª", se respondi¨® a bote pronto, "?o acaso han vuelto los tiempos en los que el deporte, y el f¨²tbol por antonomasia, era circo, redil y coto de caza de las dictaduras?". Tras dos o tres tragos m¨¢s de cerveza, el capit¨¢n Grason matiz¨® el razonamiento: "En plena eclosi¨®n global, ?debe regresar la cultura a su reducto espec¨ªfico y no interferir, con derivas pol¨ªticas, el ¨¢mbito balomp¨¦dico?". La pregunta estaba bien formulada, pero fue mal interpretada. Reci¨¦n llegado de pol¨ªticas alturas, un ¨¢ngel se le pos¨® en el hombro y le anunci¨® al o¨ªdo que, a partir de ahora, todos los partidos tendr¨ªan su pr¨®rroga m¨¢s all¨¢ del terreno de juego, en los dominios donde la hierba ni crece ni se riega y el f¨²tbol se juega sin bal¨®n.
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