M¨¢s flexibles, m¨¢s felices
Cada d¨ªa tres veces. No pod¨ªa dejar de hacerlo. Ten¨ªa que nadar en el mar, fuera verano o invierno. Cecilia me explicaba su esclavitud a este ritual con la cara r¨ªgida. Tan r¨ªgida como su creencia de que si no lo hac¨ªa no estaba pura. En su pueblo costero era conocida por este severo protocolo marino, e incluso la tele local la hab¨ªa entrevistado por ello. El nombre es inventado, pero el caso es real. Se puede etiquetar de trastorno obsesivo-compulsivo.
La gran mayor¨ªa de personas que sufren trastornos psicol¨®gicos comparten una caracter¨ªstica: la rigidez de sus ideas. Y los que no tenemos la etiqueta de alguna psicopatolog¨ªa colgando no solemos ser tan exageradamente r¨ªgidos, pero s¨ª mucho m¨¢s de lo que nos pensamos.
"Con los matices no nos sentimos c¨®modos. Siempre elegimos las certezas. ?Salir de dudas? Lo sabio es ?salir de certezas!" "?Por qu¨¦ creemos siempre que nuestro pensamiento es m¨¢s certero que el del otro? ?Es rid¨ªculo! El primer paso es el respeto"
Unos a?os atr¨¢s me invitaron a pronunciar una conferencia sobre felicidad. Quer¨ªa estructurar la conferencia alrededor de un concepto clave, de lo que era esencial para ser feliz. ?Salud?, ?dinero?, ?amor?, ?optimismo?... un aluvi¨®n de letras escritas sobre estos conceptos que no me acababan de convencer, hasta que llegu¨¦ a una idea que era la que buscaba: "la flexibilidad". Imposible ser feliz si no eres flexible. Y esa idea fue el germen que me llev¨® a escribir mi libro Felicidad flexible (Aguilar).
Nuestros esquemas mentales
"Tienes toda la raz¨®n... desde tu punto de vista" (Paul Watzlawick)
Todo nuestro cuerpo experimenta siempre la intensa sensaci¨®n de que tenemos raz¨®n, y as¨ª suele ser... desde nuestro punto de vista. Y por eso intentamos imponer a los dem¨¢s nuestras ideas, a veces con una furia desbordante. Muchos libros llevan por t¨ªtulo frases del tipo "c¨®mo convencer a los dem¨¢s", pero no existe ninguno que se titule "c¨®mo ser convencido". Lo encontrar¨ªamos rid¨ªculo... ?Para qu¨¦ nos vamos a dejar convencer si son los otros los que est¨¢n equivocados?
En realidad, lo absurdo es defender a capa y espada nuestras convicciones. Tenemos que ser muy conscientes de cinco caracter¨ªsticas que poseen nuestras certezas y veremos lo pat¨¦tico que a veces suele ser nuestro f¨¦rreo convencimiento. Nuestros esquemas mentales son:
1. Relativos. Lo que pensamos depende, por ejemplo, de nuestro lugar de nacimiento. Las religiones son un claro ejemplo. As¨ª, al defender nuestra fe, a veces incluso con bombas, en el fondo es como si estuvi¨¦ramos defendiendo que nuestro lugar de nacimiento es el correcto. ?Cu¨¢nta sangre se ha derramado dentro de este saco il¨®gico!
2. R¨ªgidos. Pensamos en blanco y negro. En los cuentos infantiles encontramos los malos y los buenos. Y crecemos y en el fondo seguimos pensado as¨ª. Una se?ora de unos 80 a?os me comentaba respecto a la guerra entre palestinos e israel¨ªes: "Yo ya me he perdido, ?qui¨¦nes son los buenos?". Claro que tenemos la capacidad de matizar, pero a nuestro cerebro le encantan las cosas claras y ordenadas. Los matices nos impiden encasillar, y con todo desordenado nuestras neuronas no se encuentran tan c¨®modas. La duda es lo que menos soportan, porque es el principal obst¨¢culo para poner orden. As¨ª que siempre elegimos las certezas. ?Salir de dudas? Lo sabio es ?salir de certezas!
3. Limitados. La especie humana suele ser bastante prepotente porque no somos capaces de ver la limitaci¨®n de nuestro propio cerebro. Nuestras neuronas no pueden entender algo que no hayan visto antes. ?Acaso alguien puede lograr imaginarse que antes del Big Bang no exist¨ªa ni el espacio ni el tiempo? ?Alguien puede entender, como afirma la f¨ªsica cu¨¢ntica, que las part¨ªculas peque?as no est¨¢n ni aqu¨ª ni all¨ª, sino que solo se concretan en un espacio cuando las miramos? Como muy ir¨®nica y acertadamente declaraba el premio Nobel Niels Bohr, "si alguien no se queda confundido con la f¨ªsica cu¨¢ntica es porque no la entiende".
4. Invisibles. Un cuadrado blanco no se puede ver encima de un fondo blanco. Muchos de nuestros valores y creencias, como son compartidos con el resto de individuos de la sociedad, tampoco son visibles. Solemos tener como un huequecito dentro; siempre notamos que nos falta algo, y eso que nos falta creemos que est¨¢ en el futuro y por eso corremos tanto para llegar a ¨¦l. Esta creencia es compartida por la mayor¨ªa. Imaginemos una sociedad donde se viviera m¨¢s que el presente y no estuvi¨¦ramos tan encarados al futuro, donde la gente anduviera tranquilamente por las calles. Si entre esta calma apareciera uno de nosotros con el motorcillo que llevamos dentro, esa persona destacar¨ªa. Probablemente al ser su comportamiento diferente al resto se plantear¨ªa si est¨¢ actuando bien. No revisamos nuestras creencias por la sencilla raz¨®n de que a veces son invisibles.
5. Blindadas. El caso de los Reyes Magos es una creencia hermosamente blindada. Cuando los adultos metemos la pata mil veces ante los ni?os, cuando se nos escapa, por ejemplo, que hemos ido a comprar los regalos, ?no suele pasar nada! Les encaja tan poco lo que decimos con sus creencias que ni lo procesan. Cuando una persona conf¨ªa en su pareja y esta le es infiel, suele ser la ¨²ltima en enterarse; como todas las posibles pistas no encajan en sus creencias, caen en saco roto. Cuando esas creencias se rompen, es cuando decimos que se nos ha ca¨ªdo la venda de los ojos.
Los tozudos siempre suelen ser los dem¨¢s. Los vemos siempre m¨¢s r¨ªgidos e inflexibles que nosotros. Claro que no es as¨ª. Para comprobar nuestras propias rigideces basta con pensar de cu¨¢ntas formas podr¨ªamos acabar esta frase: "A m¨ª no me podr¨ªan convencer de...". Por ejemplo: de que Dios existe, de que mi partido pol¨ªtico no es el mejor, de que mi objetivo no es el que me conviene... Juguemos con esta frase un rato y nos sorprenderemos de con cu¨¢ntas inquebrantables certezas vivimos.
comprensivo
con uno mismo
"La batalla m¨¢s dif¨ªcil la tengo todos los d¨ªas conmigo mismo" (Napole¨®n)
Supongamos que existiera un ser "organizador de vidas" y nos propusiera el siguiente trato: "Te puedo dar un solo tipo de flexibilidad: o bien puedo otorgarte la oportunidad de que las circunstancias que te rodean sean m¨¢s c¨®modas, pero t¨² seguir¨¢s siendo igual de exigente contigo mismo, o bien te regalar¨¦ flexibilidad en tus autoexigencias, te sabr¨¢s tratar mejor a ti mismo, aunque tu situaci¨®n exterior seguir¨¢ igual". ?Qu¨¦ elegir¨ªamos? Pens¨¦moslo bien.
Si aprendi¨¦ramos a ver las situaciones de diferentes formas, si supi¨¦ramos reforzarnos a nosotros mismos, perdonarnos, rebajar nuestras autoexigencias, no culpabilizarnos, las situaciones externas de rebote nos parecer¨ªan muy diferentes, no nos afectar¨ªan tanto. Incluso de agobiantes pasar¨ªan a ser c¨®modas. En cambio, si nos modificaran lo externo, pero continu¨¢ramos igual de r¨ªgidos, ?notar¨ªamos mucho avance en nuestras vidas?
Nuestro jefe son esas creencias: r¨ªgidas, relativas, invisibles, limitadas y blindadas. No son muy buenas caracter¨ªsticas para un jefe. Es urgente que consigamos un director m¨¢s flexible.
tolerantes con los dem¨¢s
"Si de veras lleg¨¢semos a poder comprender, ya no podr¨ªamos juzgar" (Andr¨¦ Malraux)
Qu¨¦ complicado resulta entendernos los unos con los otros. Y es que somos como armaduras de certezas chocando entre nosotros. Cada uno tenemos nuestra verdad, que nunca acaba de encajar con la de los dem¨¢s. ?Por qu¨¦ creemos siempre que nuestro pensamiento es m¨¢s certero que el del otro? ?Es rid¨ªculo! Y el primer paso para que funcione este complejo engranaje en el que estamos metidos es el respeto.
Las palabras de Rafael Navarrete, un sabio fil¨®sofo, no lo podr¨ªan expresar con mayor claridad: "Cada uno ve el mundo y la vida desde un repliegue de la gran verdad que nadie puede pronunciar. A partir de ese descubrimiento, el hombre sabio emprende su camino. Sabe muy bien que solo podr¨¢ sentirse feliz si es fiel a la luz que ¨¦l ha descubierto... A veces encuentra a otros hombres sabios que recorren otros caminos; al cruzarse se saludan y se respetan porque todos saben que son muchos los senderos".
Ser flexible con los dem¨¢s no significa ser sumisos ni doblegarnos. Significa, de entrada, respetarnos. Y a partir de aqu¨ª, a veces, llegar a entendernos.
Flexibilidad con la vida
"Esto no es un ensayo general, se?ores. Esto es la vida"
(Oscar Wilde)
El ideal, lo que se espera de nosotros, suele ser: que encontremos un trabajo estable (que nos guste mucho o no, no es tan importante), que nos entreguemos a ¨¦l totalmente (si somos hombres, esa exigencia es m¨¢s fuerte; si somos mujeres, no queda tan mal que el trabajo est¨¦ en un segundo lugar porque primero hemos de cuidar a nuestra prole), que encontremos una pareja y nos casemos, que tengamos hijos (y que nos volquemos en cuerpo y alma con ellos, sobre todo si somos mujeres, olvid¨¢ndonos de nuestras propias necesidades e ilusiones), y adem¨¢s de todo esto est¨¢ claro que hemos de estar delgados, hemos de hacer ejercicio a diario, hemos de tomar fruta y verdura tres veces al d¨ªa, nos hemos de limpiar los dientes despu¨¦s de comer un cacahuete, y hemos de practicar meditaci¨®n cada ma?ana despu¨¦s de despertarnos.
?Qu¨¦ agobio!
A esto se le llama presi¨®n social. ?Pero realmente es la sociedad la que nos oprime? ?No! Lo que nos lleva a sentirnos obligados a actuar de una determinada manera son nuestras propias creencias y valores. S¨ª es cierto que estas creencias y valores los tenemos porque la sociedad nos ha ido programando as¨ª. ?Pero podemos desprogramarnos! Cuando una persona reconoce que lo hace no por una exigencia externa, sino por una propia autoexigencia, ya ha dado un paso de gigante. Ya ha abierto los ojos.
Lo m¨¢s liberador que existe en esta vida es romper con los propios esquemas. De repente, el mundo se vuelve m¨¢s ancho. Es la experiencia m¨¢s l¨²cida posible.
El roble y la ca?a
Hab¨ªa un roble en la orilla de un r¨ªo. A los pies del roble crec¨ªa una ca?a. Todos los d¨ªas, el roble reprend¨ªa a la ca?a por doblarse a un lado y a otro seg¨²n soplara el viento. "M¨ªrame a m¨ª, ca?ita", dec¨ªa el roble. "Observa c¨®mo no me doblego ante nadie, porque soy un roble y soy fuerte". La ca?a no dec¨ªa nada; no val¨ªa la pena. Una noche hubo una tormenta terrible y el viento sopl¨® ferozmente, con mucha m¨¢s fuerza que de costumbre. Al amanecer, el roble estaba partido en dos, pero la ca?ita segu¨ªa en pie, meci¨¦ndose bajo la luz del sol.
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