El actor es la voz... y otras cosas
Cuando estoy de paso en ciudades peque?as mantengo el vicio de buscar en el peri¨®dico la programaci¨®n de sus cines. Resulta inencontrable, o, simplemente, ya no existen cines. Tambi¨¦n te miran como si fueras un marciano cuando preguntas si hay alguna sala que exhiba las pel¨ªculas en versi¨®n original. Si ya no hay p¨²blico para el cine doblado, es surrealista imaginar que sea rentable programar un cine en el que se oyen las aut¨¦nticas voces de sus int¨¦rpretes mientras que unos molestos letreros traducen al castellano lo que estos dicen. Al parecer es normal que el gran p¨²blico sienta alergia ante esa forma de ver el cine, que les resulte incompatible seguir lo que ocurre en la pantalla con leer su traducci¨®n.
Trato de imaginarme a Jos¨¦ Isbert doblado al ruso. Siento escalofr¨ªos
Confieso que esa labor al principio exige cierto esfuerzo, pero cre¨ªa que a estas alturas cualquier persona que ame el cine sab¨ªa que merece la pena, que solo puedes valorar el trabajo de actores y actrices si escuchas sus voces, que incluso los doblajes m¨¢s cuidados siempre sonar¨¢n a impostura, que cualquier guionista que se respete a s¨ª mismo puede alucinar comprobando c¨®mo han desfigurado sus palabras y sus di¨¢logos al adaptarlos a otro idioma.
Me informan de datos tan aciagos como que solo uno entre cien espectadores elige la versi¨®n original en este pa¨ªs. Y quieres creer que cualquier tiempo pasado fue mejor en ese aspecto. La memoria te hace retroceder a 1967, cuando las pel¨ªculas recib¨ªan una calificaci¨®n moral (la cinefilia adolescente pod¨ªa imaginar mil m¨¦todos para colarse en las que recib¨ªan un 3R o un 4, equivalentes a mayores con reparos y gravemente peligrosas, presunta droga dura, billetes al infierno), la onanista censura obedec¨ªa frecuentemente a razones dada¨ªstas, se pod¨ªa crear un incesto para evitar un adulterio (Mogambo), escuchabas con los ojos vendados una voz y una entonaci¨®n determinadas y las identificabas inmediatamente con la inconfundible personalidad de John Wayne, Bette Davis, Cary Grant, James Stewart, Humphrey Bogart, Katharine Hepburn, Kirk Douglas, Ava Gardner, Orson Welles, Marlon Brando, Paul Newman, Robert Mitchum, Jack Lemmon, Henry Fonda... gente as¨ª.
En ese a?o inolvidable alg¨²n esp¨ªritu l¨²cido y generoso logr¨® introducir en Espa?a la versi¨®n original. Tambi¨¦n ese concepto tan melifluo del cine de arte y ensayo. No puedo imaginarme a ninguno de los grandes directores de la historia del cine plante¨¢ndose hacer pel¨ªculas de arte y ensayo. ?Qu¨¦ es eso, para qu¨¦ sirve, c¨®mo se degusta y se digiere? Recuerdo de aquel tiempo inici¨¢tico la voz de Bogarde en El sirviente, la de Emmanuelle Riva en la insoportable Hiroshima, mon amour, la de la maravillosa Anna Magnani en Roma, ciudad abierta. En algunos casos, costaba acostumbrarse a la aut¨¦ntica voz de personajes m¨ªticos, pero en cualquier caso, era la suya. En la mayor¨ªa, crec¨ªa la admiraci¨®n hacia su arte.
Aunque te hubieras enamorado del cine cuando te lo ofrec¨ªan doblado, sent¨ªas que te hab¨ªan estafado, que solo pod¨ªas juzgar las interpretaciones en versi¨®n original. Exagero, con las pel¨ªculas horrendas, da igual. Pienso en la voz, la dicci¨®n, el genial farfulleo de Jos¨¦ Isbert, uno de los mejores actores que ha dado el cine espa?ol. Trato de imagin¨¢rmelo doblado al ruso, al chino, a cualquier idioma. Y siento escalofr¨ªos. Ning¨²n espectador for¨¢neo podr¨ªa entender su grandeza.
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