Mon¨®logos con dinero p¨²blico
A las pol¨¦micas que despierta Calatrava con sus habituales retrasos, multiplicaci¨®n del presupuesto y extravagancia constructiva se unen ¨²ltimamente los llamados "proyectos fantasma", dise?os no ideados para ser construidos sino, supuestamente, para manipular pol¨ªticamente con su hipot¨¦tica construcci¨®n. Podr¨ªa ser el caso de la ?pera de Palma, calificada por el fiscal Pedro Horrach de "montaje". Tambi¨¦n se investiga en Torrevieja, Castell¨®n y Valencia. En 2009, el New York Times public¨® una cr¨ªtica clave para la suerte del arquitecto valenciano, hasta entonces aclamado en el mundo por el magnetismo de sus sorprendentes dise?os.
Nicolai Ouroussoff tachaba su proyecto para el intercambiador de la Zona Cero de "hueco y monumento a su ego". M¨¢s all¨¢ de resistirse a corregir equivocaciones graves y caras, como el gran vest¨ªbulo del intercambiador neoyorquino, o el resbaladizo suelo de la pasarela Zubizurri, en Bilbao, los problemas de Calatrava se han convertido en los problemas de sus clientes. En Valencia, el Palau de les Arts trata de sanear sus cuentas (de 80 a 300 millones de euros) acogiendo banquetes de boda. El futbolista Ra¨²l Albiol estrenar¨¢ la iniciativa en junio. Pero los puentes no sirven para celebrar banquetes. Tras a?os de pol¨¦mica en Venecia y Jerusal¨¦n, en Calgary su pasarela rizada permanece cerrada por problemas de soldadura.
Con sus edificios pirot¨¦cnicos, Calatrava representa como nadie el cap¨ªtulo de los arquitectos estrella que, a su vez, tan fielmente retrata una ¨¦poca vivida por la sociedad occidental, todav¨ªa efervescente en China y Oriente Medio. El mensaje que en unos a?os leeremos en auditorios monumentales y en puentes grandilocuentes ser¨¢ de codicia, fanfarroner¨ªa y falta de escr¨²pulos.
Las formas flam¨ªgeras no podr¨¢n hablar de celebraci¨®n porque las celebraciones no consisten en aislarse sino en compartir: no se trata de apartarse para destacar sino de entregarse para disfrutar. Y hace ya a?os que Calatrava ha demostrado que pese a su genio para el dise?o y su inmensa habilidad para el negocio, carece de ambici¨®n de cercan¨ªa. La realidad no le interesa. Evita arraigar sus edificios, los a¨ªsla, los rodea de agua o esquiva el contacto con los vecinos, como sucedi¨® en Bilbao, donde exigi¨® en los tribunales que la gente diera un rodeo antes que unir su puente al de Arata Isozaki. Perdi¨® el juicio, pero no cambi¨®. Imposible saber por qu¨¦: no atiende a la prensa. Tampoco para este reportaje.
Hace cuatro a?os, en una muestra en Es Baluard de Mallorca, Calatrava expuso sus cer¨¢micas, dibujos y esculturas. No hab¨ªa arquitectura, pero fue tratado como un genio, como si todo lo que sale de su mano tuviese id¨¦ntico valor. O como si estuviese muerto y, como muerto, despertara curiosidad conocer sus aficiones. Quienes visitaron la exposici¨®n descubrieron a un tipo dotado con el l¨¢piz, pero con nula capacidad de autocr¨ªtica y sin atisbo de buen gusto. No se puede tener todo. Pero puede ser dif¨ªcil llegar a comprenderlo cuando uno parte de lo m¨¢s alto. Con apenas 30 a?os, Calatrava fue el primer arquitecto espa?ol vivo aplaudido en el mundo. Que fuera aclamado como "el nuevo Gaud¨ª" despert¨® entre los espa?oles tanto orgullo como envidia. Pero tambi¨¦n marc¨® el principio de su declive. Dos d¨¦cadas de exposiciones, premios -incluido el Pr¨ªncipe de Asturias en 1999- y ¨¦xitos no le han hecho ning¨²n favor. Tampoco a nuestra arquitectura. Y menos a nuestras cuentas. Hoy sus dise?os siguen siendo prodigiosos, pero han perdido magnetismo, credibilidad y raz¨®n de ser. Son mon¨®logos con dinero p¨²blico.
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