79 minutos con Anders Behring Breivik matando
Reconstrucci¨®n de la matanza de la isla de Utoya: 69 cad¨¢veres y un solo asesino
Entre los dirigentes laboristas noruegos es frecuente bromear sobre los viejos recuerdos de la isla de Utoya. All¨ª se formaron parejas que todav¨ªa duran y se trabaron amistades y enemistades para toda la vida. En sus folletos informativos, los j¨®venes del Partido Laborista (AUF) animan a los suyos anunciando que "Utoya es el mejor lugar de Noruega para conocer gente: aqu¨ª encontrar¨¢s j¨®venes de todo el pa¨ªs, habr¨¢ conciertos, discoteca y citas. ?Hasta tenemos un Sendero de los Enamorados!".
"Era lo mejor del verano", afirma Asbj Kristoffersen, de 75 a?os, un sindicalista y veterano militante socialdem¨®crata que sigue trabajando en las oficinas del partido en Oslo. Esa peque?a isla, de poco m¨¢s de 10 hect¨¢reas, le uni¨® para siempre a unas siglas y afianz¨® sus convicciones. "Fue el para¨ªso de mi juventud", asegura.
El helic¨®ptero policial no ten¨ªa capacidad para situar a un equipo con sus pertrechos en la isla. Hubo de acudir por mar
Breivik no se la jug¨®. Una vez cercado por los agentes, levant¨® los brazos y arroj¨® el arma a m¨¢s de 15 metros de s¨ª
Unos mil muchachos de entre catorce y veintitantos a?os hab¨ªan empezado a viajar a la isla a lo largo del verano para repetir una experiencia similar a la de Kristoffersen. El 22 de julio, los j¨®venes esperaban entusiasmados el discurso que el primer ministro, Jens Stoltenberg, iba a pronunciar al d¨ªa siguiente. Justo en el momento en el que Stoltenberg prepara el texto, una bomba explota junto a la sede del Gobierno central en Oslo. La explosi¨®n mata a ocho personas y destruye casi todo el barrio de oficinas y ministerios. Los j¨®venes oyen por la radio las noticias y siguen en todo momento lo que est¨¢ pasando, preocupados por la situaci¨®n del l¨ªder de su partido.
El viernes, 22 de julio, llov¨ªa en Utoya.
Es el cuarto d¨ªa de acampada veraniega en el campamento y los chicos del AUF se congregan tras recibir la noticia del atentado. Eskil Pedersen y Asmund Aukrust, dirigentes laboristas, han suspendido ya todas las actividades del d¨ªa y convocan a los 530 muchachos que siguen en la isla. A esas alturas muchos creen todav¨ªa que la bomba ha sido obra de alg¨²n grupo islamista internacional.
Johannes Dalen Giske est¨¢ trabajando en el ferri Thorbjorn cuando un tipo alto y corpulento, con uniforme de polic¨ªa y que lleva una bolsa, le pide que le lleve a la isla. Su nombre es Anders Behring Breivik. Es el autor de los atentados de Oslo. Nadie lo sabe entonces, pero el coche bomba solo ha sido una maniobra para despistar a la polic¨ªa y desviar la atenci¨®n de la isla de Utoya. Giske le deja pasar tras pedir permiso al capit¨¢n.
El visitante desembarca en Utoya a las 16.07. Minutos despu¨¦s abre fuego sobre Monica Bosei, de 45 a?os, llamada la madre de Utoya porque ella es quien ha organizado las acampadas de los ¨²ltimos 10 a?os. Breivik tambi¨¦n mata a Trond Berntsen, de 51 a?os, un polic¨ªa fuera de servicio y hermanastro de la princesa noruega Mette-Marit. Tras cobrarse las primeras v¨ªctimas, emprende el camino hacia la casa principal del complejo de Utoya. Nueve j¨®venes que escuchan los disparos se refugian en el barco de Giske. Sin entender muy bien la situaci¨®n, este decide regresar con esos nueve pasajeros. Entre ellos se salva Eskil Pedersen, presidente de AUF (Partido Laborista noruego).
En su camino hacia el centro de la isla, Breivik dispara a discreci¨®n. Abate a Ingvild Leren Stensrud, una chica de 16 a?os que sobrevive a los tres impactos ocult¨¢ndose a rastras entre los cad¨¢veres. Al alcanzar la cafeter¨ªa de la Isla, donde los j¨®venes a¨²n ignoran del todo lo que est¨¢ pasando, Breivik los llama a voces: "Acercaos, que tengo informaci¨®n importante sobre el atentado de Oslo". Mata, uno detr¨¢s de otro, a los que se pusieron en primera fila. Los dem¨¢s huyen despavoridos.
En la cafeter¨ªa se halla Al¨ª Esbati, economista de 34 a?os invitado a Utoya para impartir un seminario. Esbati no da importancia a los primeros ruidos y gritos. Pero la expresi¨®n desencajada de los j¨®venes que se refugian en la sala le lleva a tirarse al suelo con los dem¨¢s. "?Todos fuera de aqu¨ª!", les gritan algunos muchachos a trav¨¦s de las ventanas. Esbati sale por una de ellas y evita as¨ª el embudo que se estaba formando en la puerta trasera. A la izquierda est¨¢ el bosque. Decide esconderse all¨ª.
Ya se han producido entre tanto las primeras llamadas de socorro. A las cinco y media de la tarde, la polic¨ªa de Buskerut recibe las primeras desde la isla. Utoya es una trampa mortal. Breivik continua su recorrido tranquilamente, armado con el fusil autom¨¢tico que ha sacado de su bolsa. Cuando alg¨²n herido da se?ales de vida, lo remata con su pistola Glock.
Julie Bremnes, que ya ha hablado con su madre por tel¨¦fono, le env¨ªa un mensaje de texto a las 17.42: "Mam¨¢, dile a la polic¨ªa que se den prisa, la gente est¨¢ muriendo aqu¨ª". Marianne Bremnes, que vive cerca del c¨ªrculo polar ?rtico, le responde enseguida:
-Lo estoy intentando, Julie, la polic¨ªa est¨¢ en camino. ?Te atreves a llamarme?
-No. Dile a la polic¨ªa que hay un loco dando vueltas y dispar¨¢ndole a la gente. Que se den prisa.
-La polic¨ªa lo sabe, ha recibido muchas llamadas. Todo va bien, Julie, la polic¨ªa nos est¨¢ llamando ahora. Env¨ªanos una se?al de vida cada cinco minutos, por favor.
-Tememos por nuestras vidas.
-Lo entiendo, cari?o. Sigue escondida y no te muevas. La polic¨ªa esta de camino, si es que no ha llegado ya. ?Has visto a alguien herido o muerto?
-Estamos escondidos en las rocas de la costa.
-Vale. ?Quieres que le diga a tu abuelo que pase a recogerte cuando haya pasado todo? T¨² decides.
-S¨ª.
-Vamos a llamar al abuelo ahora.
-Te quiero, aunque me porte mal a veces. No siento p¨¢nico, pero estoy muerta de miedo.
-Lo s¨¦, cari?o. Tambi¨¦n te queremos mucho. ?Sigues oyendo disparos?
-No.
Mientras Marianne trata de tranquilizar a su hija, Breivik contin¨²a con la matanza. Los muchachos que se ocultan en el bosque orientan su huida seg¨²n la direcci¨®n de donde les llegaba el sonido de los disparos. Kristoffer Niborg, de 24 a?os, corre con un grupo de amigos por los bosques de Utoya. Saben que Breivik les pisa los talones. Deciden abandonar la protecci¨®n de los ¨¢rboles para buscar la salvaci¨®n tir¨¢ndose al agua muy cerca de la zona nudista. El agua est¨¢ fr¨ªa. La ropa empapada tira de ellos hacia el fondo y su esfuerzo no les basta para alejarse lo suficiente. Breivik, tan tranquilo, se planta en la orilla y encara el rifle una y otra vez. Christopher logra escapar, pero varios de sus amigos mueren cerca de ¨¦l.
Edvard Fornes, de 16 a?os, tambi¨¦n se encuentra en la costa. Escondido entre la vegetaci¨®n, ve c¨®mo Breivik descubre a un grupo de compa?eros ocultos en una zanja. Los chicos suplican piedad. Breivik abre fuego y los mata, "como a perros", seg¨²n dir¨¢ Fornes. Breivik se dirige a otros j¨®venes que escapan: "Venid a jugar conmigo". Fornes se tira al lago y empieza a nadar. Cuando se gira, ve c¨®mo Breivik le apunta con su rifle y se sumerge para bucear. El agua est¨¢ a dos grados. El muchacho escapa ileso.
Alertada por llamadas como la de Marianne Bremnes, la polic¨ªa de Buskerut llega al punto del litoral m¨¢s pr¨®ximo a la isla de Utoya. Los agentes no pasan de ah¨ª. La mayor¨ªa de los efectivos est¨¢n concentrados en el centro de Oslo, donde unas horas antes hab¨ªa explotado el coche bomba de Breivik.
As¨ª que el jefe de la polic¨ªa de Oslo, Arnstein Gjengedal, ordena a las fuerzas de ¨¦lite antiterroristas Beredskapstroppen que acaben con la matanza de Utoya. La polic¨ªa solo tiene un helic¨®ptero, que carece de suficiente capacidad para llevar desde Oslo a los polic¨ªas con todos sus pertrechos. Los agentes no llegan a la orilla del Tyrifjorden hasta las 18.09. Tienen que esperar 16 minutos m¨¢s hasta que un bote les lleve a la isla.
La televisi¨®n p¨²blica noruega s¨ª que ha llegado hasta Utoya por aire. El ruido de las aspas de su helic¨®ptero hace que Esbati, que segu¨ªa escondido en el bosque cercano a la cafeter¨ªa, se crea rescatado ya por la polic¨ªa. Tras pasar por diversos escondites en el bosque, la proximidad de los disparos de Breivik lo ha llevado hasta la costa. Las aspas, piensa, son de la polic¨ªa y traen la salvaci¨®n. As¨ª que se relaja un tanto y se re¨²ne con un grupo de muchachos, entre los que hay dos ni?os de 9 y 10 a?os. Uno de ellos llora: "Han matado a mi padre, he visto como mataban a mi padre". Esbati cree ahora que era el hijo del polic¨ªa Berntsen, la segunda v¨ªctima de Breivik.
El helic¨®ptero solo lleva una c¨¢mara de televisi¨®n, que graba impotente las ¨²nicas im¨¢genes de Breivik disparando en la isla. A ras de suelo, Esbati se percata de la presencia de otro adulto de uniforme. Lo toma por un polic¨ªa hasta que abre fuego sobre un grupo de j¨®venes. Esbati est¨¢ a solo 10 metros del asesino. Se tira al agua y huye, temiendo que una bala lo alcance por la espalda en cualquier momento. Pero Breivik contin¨²a su camino en direcci¨®n contraria.
Julie ha seguido enviando mensajes de texto a su madre a trav¨¦s del tel¨¦fono m¨®vil.
-La polic¨ªa est¨¢ aqu¨ª.
-Dicen que el que dispara lleva uniforme de polic¨ªa. Ten cuidado. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando?
-No lo sabemos.
-?Puedes hablar ahora?
-No, sigue disparando.
-Una unidad antiterrorista est¨¢ ah¨ª intentando atraparlo.
-Ok.
-?Te buscamos un vuelo a casa ma?ana?
-No estoy para eso ahora.
-Lo entiendo.
Tambi¨¦n el vicepresidente del Partido Laborista, Asmund Aukrust, que se hab¨ªa escondido en el bosque, se da cuenta de que los ¨¢rboles no son un buen lugar para protegerse de Breivik. Elige una tienda de campa?a del camping, donde se encierra con la esperanza de que Breivik no regrese a buscar m¨¢s v¨ªctimas. En las primeras dos horas que pasa oculto en su tienda escucha muchos tiros y gritos. Al final, solo la lluvia golpeando la lona. Se aferra a un pensamiento que le permite mantenerse en calma: "Esto es una locura y tendr¨¢ que terminar antes o despu¨¦s".
Se encargar¨¢ de ello Jacob Bjertnaes, que desembarca en Utoya a las seis y media de la tarde con el comando de ¨¦lite. Se dividen en dos grupos. Uno se encamina al norte y otro al sur. Es este ¨²ltimo el que ve al terrorista a unos 350 metros. Los agentes gritan para que Breivik deponga las armas. Tienen orden de disparar si se resiste o tiene explosivos en su cuerpo. Breivik no se la juega. Levanta los brazos y, en el mismo gesto, arroja el arma a m¨¢s de 15 metros de s¨ª. No dice nada. Los agentes le esposan. Terminan los 79 minutos de Breivik en Utoya.
La conversaci¨®n entre Julie y Marianne prosigue mientras tanto:
-?Sabes si lo han cogido ya?
-Te tendremos informada, cari?o. Estamos sigui¨¦ndolo todo por televisi¨®n. Eh, ?sigues ah¨ª?
-Si, los helic¨®pteros est¨¢n dando vueltas sobre nosotros...
-As¨ª que debes estar bien...
-Buscan a gente en el agua, a¨²n no nos han rescatado. ?Qu¨¦ dicen en las noticias?
-La polic¨ªa ha llegado a Utoya en un bote. Por lo dem¨¢s, nada nuevo. No sabemos qu¨¦ ha pasado con el pistolero, as¨ª que sigue quieta.
-?Ya lo tienen!
Aukrust permanece escondido durante horas. La cl¨ªnica universitaria de Oslo acoge a 32 heridos, 23 de ellos de extrema gravedad. Breivik us¨® balas de punta hueca, que se fragmentan tras el impacto con el cuerpo y se dispersan as¨ª por el organismo causando da?os impredecibles. Los m¨¦dicos inducen el coma a varios de ellos. Preguntado hace unos d¨ªas sobre el despertar de estos pacientes, el cirujano Aksel Naess explic¨® que el ¨²ltimo recuerdo de estas personas son las carreras por la supervivencia en los bosques de Utoya. "Lo primero que hacen es preguntar si sus amigos siguen vivos".
El balance de v¨ªctimas del asesino es, por ahora, de 69 muertos en la isla y 8 m¨¢s por la explosi¨®n del coche bomba. -
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