Fr¨ªa y elegante como Tilda Swinton
La suntuosa Villa Necchi, en Mil¨¢n, protagoniz¨® junto a la actriz la pel¨ªcula 'Io sonno l'amore'
Hay mansiones de cine y casas literalmente de pel¨ªcula: quienes vieron el a?o pasado la italiana Io sono l'amore (con una Tilda Swinton m¨¢s bella y extraterrestre que nunca) se acuerdan sobre todo de la coprotagonista que le daba r¨¦plica silenciosa: la villa art d¨¦co rodeada de jardines en el coraz¨®n de Mil¨¢n donde se desarrollaba el dram¨®n familiar. La casa de los Recchi se sumaba a una lista ilustre de antepasadas inmobiliarias que va de Tara a Brideshead, de Manderley a Howard's End: m¨¢s que sitios, personajes de pleno derecho. Trasfondos para retratos de familia en interior y m¨¢s: de toda una ¨¦poca. Eran, claro, el emblema visible de las virtudes o vilezas de la casta social que quiso autorretratarse al construirlas.
En este caso, la Villa Necchi Campiglio encarna el pasado oscuro y suntuoso y claustrof¨®bico de la alta burgues¨ªa industrial del norte de Italia, que hizo su fortuna entre dos guerras mundiales, coquete¨® con el fascismo cuando parec¨ªa invencible, se recicl¨® tras la guerra sin padecer represalias ni rendir cuentas y sigue gobernando en la sombra el destino econ¨®mico de Italia, independientemente del signo del Gobierno de turno.
Los Recchi de la pel¨ªcula eran un trasunto, claro, de los Necchi que levantaron la villa. Estos hicieron su fortuna con las m¨¢quinas de coser que llevaban su nombre: desde los a?os veinte, no hubo hogar italiano que no la tuviera (o la envidiara). El dinero era abundante pero ol¨ªa a nuevo, y aquella burgues¨ªa tuvo el buen sentido de no competir con la a?eja aristocracia italiana en su propio terreno: frente a las quintas de recreo trazadas por Miguel ?ngel o Palladio, los salones venecianos decorados al fresco y los retratos de familia firmados por Tiziano, opt¨® por cambiar las reglas del juego simb¨®lico y apostar por el futuro: los Agnelli, los Pirelli o los Necchi encargaron sus mansiones y las sedes de sus empresas a arquitectos modernos. Los nuevos edificios serv¨ªan tambi¨¦n como desafiante declaraci¨®n de intenciones.
Arquitecto de moda
Piero Portaluppi, el arquitecto de moda del Mil¨¢n de entreguerras, era en este caso la elecci¨®n evidente: moderno y lujoso, vanguardista pero no radical. Mezclaba la suntuosidad elegante y algo kitsch del ¨²ltimo art d¨¦co con coqueteos superficiales con el estilo Internacional o la Bauhaus. Salpimentaba todo con alusiones al glorioso pasado cl¨¢sico de Italia y con rasgos originales de una brillantez que no resultaba amenazadora. En 1932 los Necchi hicieron posible el sue?o de cualquier arquitecto de su estilo: le ofrecieron un solar ajardinado en el coraz¨®n del barrio m¨¢s elegante de Mil¨¢n para levantar en ¨¦l una mansi¨®n. El presupuesto: ninguno. La consigna era la total confianza y cheque en blanco para elegir materiales y disponer espacios.
Portaluppi estuvo a la altura del encargo. Y de los vecinos: la elegante Via Mozart se llenaba de edificios fantasiosos que exudaban la arrogancia de una burgues¨ªa arrullada por las mejores horas del fascismo de un Mussolini triunfante. En la misma calle est¨¢ el delirante Palazzo Fidia, de Aldo Andreani, con detalles sofisticados como la escultura en forma de oreja met¨¢lica que sirve de telefonillo para comunicarse a pie de acera con el interior de la casa. Muy cerca, en los ultraburgueses Giardini Publici, Portaluppi levant¨® poco antes el hermoso planetario, de inspiraci¨®n clasicista y decoraci¨®n moderna: una especie de versi¨®n diminuta del Pante¨®n de Roma cuya c¨²pula sirve de b¨®veda celeste y recuerda hasta qu¨¦ punto los italianos, realmente, fueron durante milenios los ¨¢rbitros del gusto arquitect¨®nico. Es uno de los m¨¢s hermosos edificios cient¨ªficos de Europa, y quiz¨¢ el planetario m¨¢s elegante de todo el siglo XX.
En Villa Necchi, Portaluppi no escatim¨® en materiales: el alabastro y el bronce, los techos de estuco, las boiseries de ra¨ªz o maderas preciosas, las grandes vidrieras de su jard¨ªn de invierno o de la hermosa puerta-ventana que se abre al vest¨ªbulo espl¨¦ndido. En el jard¨ªn, una piscina climatizada de m¨¢rmol (fue la primera privada en la ciudad, y caus¨® tanto estupor en la ¨¦poca como tragedias en la pel¨ªcula) y una generosa pista de tenis a la sombra de los grandes ¨¢rboles.
El inter¨¦s de la visita es tan est¨¦tico como antropol¨®gico. Sin patucos para el parqu¨¦ ni cordones ante los muebles, sin vitrinas ni cartelas explic¨¢ndolo todo, uno cree haberse colado en una de las cenas familiares. Y al placer culpable del gorroneo se une el de la indiscreci¨®n: uno visita salones y biblioteca, s¨ª, pero tambi¨¦n ba?os y cocinas y habitaciones de servicio.
Portaluppi se permiti¨® detalles extravagantes: ventanas en forma de estrella en los ba?os, y una escalera que se dignar¨ªa a recorrer cualquier estrella de Hollywood. La villa respira adem¨¢s un decidido aire n¨¢utico en sus formas y sus grandes ojos de buey: toda una novedad en la arquitectura civil de la ciudad.
Chimeneas de ¨®nix
Por dentro, hay que reconocerle el tino a la hora de encauzar el gusto ampuloso de sus clientes. Los muebles que sobrevivieron a la confiscaci¨®n durante la guerra (sirvi¨® de cuartel general de Mussolini, que viv¨ªa justo al lado) son simples y poderosos: hay mesas de lapisl¨¢zuli y chimeneas de ¨®nix, cubrerradiadores de bronce dorado y puertas correderas de pergamino. La colecci¨®n de vanguardistas italianos encaja bien aqu¨ª: los cuadros de Sironi, de Morandi, Saviano y De Chirico, las esculturas de Boccioni y Marino Marini tienen calidad y m¨¢s, sabor de ¨¦poca.
En el piso noble, un amplio pasillo de puertas id¨¦nticas esconde los apartamentos privados de la familia. Lo cubre una b¨®veda de medio ca?¨®n y se remata en un gran ventanal abierto al jard¨ªn y el cielo gris de Mil¨¢n: todo un golpe de efecto escenogr¨¢fico. Y casi metaf¨ªsico: no ser¨ªa mal escenario para un cuadro de De Chirico. Porque aparte de cinematogr¨¢fica, la casa es teatral. El escenario perfecto para una comedia social de costumbres que empez¨® entre risas y acab¨® en tragedia.
Javier Montes es autor de la novela Segunda parte (Pre-Textos).

Gu¨ªa
C¨®mo llegar
? Easyjet (www.easyjet.com) y Ryanair (www.ryanair.com) vuelan a Mil¨¢n por unos 40 euros.
Informaci¨®n
? Oficina de turismo de Mil¨¢n (www.turismo.milano.it).
Visitas
? Villa Necchi Campiglio (www.fondoambiente.it). Via Mozart, 14, Mil¨¢n. La familia Necchi la don¨® al Fondo Ambiente Italiano, y est¨¢ abierta a visitas, de mi¨¦rcoles a domingos, de 10.00 a 18.00.
? Planetario Ulrico Hoepli. Giardini Publici, Corso Venecia, 57.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
