La caza del monstruo Bin Laden
Poco despu¨¦s de las once de la noche del 1 de mayo, dos helic¨®pteros MH-60 Black Hawk despegaron del aer¨®dromo de Jalalabad, en el este de Afganist¨¢n, e iniciaron una incursi¨®n secreta en Pakist¨¢n con la misi¨®n de matar a Osama bin Laden. Dentro de los aparatos iban 23 miembros del Equipo 6 de los SEALS, las fuerzas especiales de la Marina, conocido como Grupo Especial de Desarrollo de Guerra Naval (en ingl¨¦s, DEVGRU). Tambi¨¦n iban a bordo un traductor estadounidense de origen paquistan¨ª, a quien llamar¨¦ Ahmed, y un perro llamado Cairo, un pastor belga. Era una noche de luna nueva, y los pilotos de los helic¨®pteros, con gafas de visi¨®n nocturna, volaron sin luces sobre las monta?as que recorren la frontera con Pakist¨¢n. Las comunicaciones por radio se redujeron y en la nave se instal¨® una extra?a calma.
Hab¨ªa una aut¨¦ntica falta de confianza en que los paquistan¨ªes pudieran mantener el secreto durante m¨¢s de un nanosegundo"
"La perspectiva de arrasar una ciudad paquistan¨ª hizo dudar a Obama, que aparc¨® la opci¨®n de bombardear Abbottabad con B-52"
"Por Dios y por mi pa¨ªs, Ger¨®nimo, Ger¨®nimo, Ger¨®nimo. Ger¨®nimo E.K.I.A. ('enemy killed in action', enemigo muerto en acci¨®n)"
"?Quer¨ªa el Gobierno saud¨ª recuperar el cad¨¢ver de Bin Laden? 'Su plan me parece bien', dijeron. Y el cuerpo fue arrojado al mar"
Quince minutos m¨¢s tarde, los helic¨®pteros descendieron hacia un valle y se introdujeron sin que los detectasen en el espacio a¨¦reo paquistan¨ª. Desde hace m¨¢s de 60 a?os, el Ej¨¦rcito de ese pa¨ªs mantiene un estado de m¨¢xima alerta contra su vecino oriental, India. Debido a esa obsesi¨®n, "las principales defensas a¨¦reas est¨¢n dirigidas hacia el este", explica Shuja Nawaz, experto en el Ej¨¦rcito paquistan¨ª. Varios oficiales y altos funcionarios de la Administraci¨®n de Estados Unidos coinciden con esta opini¨®n, pero un jefe militar paquistan¨ª con el que habl¨¦ en Rawalpindi no est¨¢ de acuerdo: "Nadie deja sus fronteras sin vigilar". Aunque no dio detalles sobre la localizaci¨®n ni la orientaci¨®n de los radares paquistan¨ªes -"No se trata de d¨®nde est¨¢n o no est¨¢n los radares"-, dijo que la infiltraci¨®n estadounidense fue consecuencia de "las diferencias tecnol¨®gicas que tenemos con Estados Unidos". Los Black Hawks, cada uno de ellos con dos pilotos y un tripulante del 160? Regimiento de Aviaci¨®n de Operaciones Especiales, tambi¨¦n conocidos como "merodeadores nocturnos", estaban modificados para enmascarar el calor que desprend¨ªan, el ruido y el movimiento; los exteriores ten¨ªan unos ¨¢ngulos afilados y planos y estaban cubiertos con una "piel" antirradar.
El destino de los SEALS era una casa en la peque?a ciudad de Abbottabad, a 190 kil¨®metros de la frontera, en las colinas de la sierra de Pir Panjal. Fundada en 1853 por un comandante brit¨¢nico de nombre James Abbott, la ciudad se convirti¨® en sede de una prestigiosa academia militar tras la creaci¨®n de Pakist¨¢n en 1947. Seg¨²n la CIA, Bin Laden estaba escondido en la tercera planta de una casa en un complejo de media hect¨¢rea junto a Kakul Road en Bilal, un barrio de clase media a 1,5 kil¨®metros de la academia. Si se cumpl¨ªa el plan, los SEALS descender¨ªan desde los helic¨®pteros sobre el complejo, dominar¨ªan a los guardias de Bin Laden, le disparar¨ªan de cerca para matarlo y se llevar¨ªan el cuerpo a Afganist¨¢n.
Los helic¨®pteros atravesaron Mohmand, una de las siete ¨¢reas tribales de Pakist¨¢n, rodearon Peshawar por el norte y siguieron hacia el este. El comandante del Escuadr¨®n Rojo del DEVGRU, a quien llamar¨¦ James, iba sentado en el suelo entre otros 10 SEALS, Ahmed y Cairo (he cambiado los nombres de todos los que participaron secretamente en esta acci¨®n). James, un hombre ancho de pecho, de menos de 40 a?os, no tiene el cuerpo ¨¢gil de nadador que se espera de un SEAL; m¨¢s bien parece un lanzador de disco. Esa noche vest¨ªa camisa y pantal¨®n de camuflaje y llevaba una pistola Sig Sauer P226 con silenciador, municiones extra y barras de energ¨ªa. En la mano ten¨ªa un fusil M4 de ca?¨®n corto, con silenciador (otros SEALS hab¨ªan preferido el Heckler & Koch MP7). En los ri?ones llevaba un "botiqu¨ªn de emergencia" para el tratamiento de heridas graves sobre el terreno. En uno de sus bolsillos hab¨ªa un mapa plastificado y cuadriculado del complejo. En otro, un folleto con fotograf¨ªas y descripciones f¨ªsicas de las personas que se pensaba que estaban dentro. Ten¨ªa puestos unos auriculares para suprimir los ruidos. Solo escuchaba su coraz¨®n.
Durante los 90 minutos de vuelo, James y sus compa?eros ensayaron mentalmente la operaci¨®n. Abbottabad era, con gran diferencia, la misi¨®n en la que m¨¢s se hab¨ªa adentrado el DEVGRU en territorio paquistan¨ª. Tambi¨¦n representaba el primer intento serio, desde finales de 2001, de matar a "Cig¨¹e?al", el nombre en clave que el Mando Conjunto de Operaciones Especiales (en ingl¨¦s, JSOC) hab¨ªa asignado a Bin Laden. Desde que se escap¨® aquel invierno durante una batalla en la regi¨®n de Tora Bora, en el este de Afganist¨¢n, Bin Laden hab¨ªa permanecido oculto de EE UU.
Cuarenta y cinco minutos despu¨¦s del despegue de los Black Hawks, cuatro MH?47 Chinooks partieron de la misma pista de Jalalabad. Dos de ellos volaron hasta la frontera y se quedaron en el lado afgano; los otros dos entraron en Pakist¨¢n. El despliegue de los Chinooks fue una decisi¨®n de ¨²ltimo minuto: el presidente Barack Obama quer¨ªa estar seguro de que los estadounidenses iban a poder "salir de Pakist¨¢n". Otros 25 SEALS del DEVGRU, sacados de un escuadr¨®n estacionado en Afganist¨¢n, iban en los Chinooks que se quedaron en la frontera; era una "fuerza de respuesta r¨¢pida" que solo entrar¨ªa en acci¨®n si la misi¨®n sal¨ªa muy mal. Los otros dos Chinooks estaban equipados con un par de ametralladoras M134 Minigun. Siguieron la ruta inicial de los Black Hawks, pero aterrizaron en un lugar predeterminado, dentro del lecho seco de un r¨ªo, en un amplio valle poco poblado del noroeste de Pakist¨¢n. La casa m¨¢s pr¨®xima estaba casi a un kil¨®metro. A pesar de haberse posado, las h¨¦lices siguieron funcionando mientras los agentes vigilaban las colinas circundantes. Uno de los Chinooks llevaba bidones de combustible por si los otros aparatos lo necesitaban.
Mientras tanto, los dos Black Hawks se aproximaban a toda velocidad hacia Abbottabad por el noroeste. De pronto, los pilotos giraron a la derecha y fueron hacia el sur por encima de un risco. Al acabar las colinas, los pilotos volvieron a girar a la derecha, hacia el centro de la ciudad, e iniciaron el descenso. El interior de los Black Hawks se llen¨® del sonido met¨¢lico de las balas que iban entrando en las rec¨¢maras. Mark, suboficial mayor de la Marina y el de m¨¢s rango entre los suboficiales que participaban en la operaci¨®n, se agach¨® sobre una rodilla junto a la puerta abierta del helic¨®ptero de cabeza. ?l y los otros 11 SEALS que iban en el "helic¨®ptero n¨²mero 1", con guantes y gafas de visi¨®n nocturna, se preparaban para deslizarse por cuerdas hasta el jard¨ªn de Bin Laden. Esperaron a que el jefe de la tripulaci¨®n diera la se?al de arrojar la cuerda. Pero cuando el piloto sobrevolaba el complejo, subi¨® de pronto y empez¨® a bajar, Mark sinti¨® que el Black Hawk se alejaba de ¨¦l. Crey¨® que iban a estrellarse.
Cuatro meses despu¨¦s de que Obama llegara a la Casa Blanca, Leon Panetta, director de la CIA, inform¨® al presidente de las ¨²ltimas iniciativas de la agencia para localizar a Bin Laden. A Obama no le produjo gran impresi¨®n. En junio de 2009 redact¨® un memor¨¢ndum en el que ordenaba a Panetta que elaborase un "plan operativo" para encontrar al dirigente de Al Qaeda. El presidente intensific¨® el programa secreto de aviones no pilotados de la CIA; hubo m¨¢s ataques con misiles en Pakist¨¢n durante ese primer a?o de Obama que en los ocho a?os de George W. Bush. Pese a ello, Bin Laden segu¨ªa en paradero desconocido.
En agosto de 2010, Panetta regres¨® con mejores noticias. Los analistas de la CIA cre¨ªan haber identificado al correo de Bin Laden, un hombre de treinta y pocos a?os llamado Abu Ahmed al Kuwaiti. Este conduc¨ªa un todoterreno blanco que en la cubierta de la rueda de repuesto ten¨ªa bordada la imagen de un rinoceronte blanco. La CIA empez¨® a seguir la pista. Un d¨ªa, un sat¨¦lite captur¨® im¨¢genes del todoterreno entrando en un gran recinto de cemento en Abbottabad. Los agentes, convencidos de que Kuwaiti viv¨ªa all¨ª, vigilaron el complejo, que estaba formado por una vivienda principal de tres pisos, una casa de invitados y varios edificios auxiliares. Observaron que los residentes quemaban su basura, en vez de sacarla, y llegaron a la conclusi¨®n de que el complejo no ten¨ªa tel¨¦fono ni Internet. Kuwaiti y su hermano iban y ven¨ªan, pero otro hombre que viv¨ªa en el tercer piso no se iba nunca. Cuando se atrev¨ªa a salir, se quedaba siempre dentro del recinto. Algunos analistas aventuraron que pod¨ªa ser Bin Laden. La agencia le apod¨® El Caminante.
Aunque aquello entusiasm¨® a Obama, todav¨ªa no estaba preparado para ordenar una acci¨®n. John Brennan, asesor de Obama en materia antiterrorista, me cont¨® que los consejeros del presidente examinaron los datos para ver "si pod¨ªa refutarse la teor¨ªa de que Bin Laden estaba all¨ª". La CIA redobl¨® sus esfuerzos y, seg¨²n una informaci¨®n reciente en The Guardian, un m¨¦dico que trabajaba para la agencia inici¨® una campa?a de inmunizaci¨®n en Abbottabad, con la esperanza de lograr muestras de ADN de los hijos de Bin Laden (al final, nadie del complejo recibi¨® vacunas).
Al terminar 2010, Obama orden¨® a Panetta que explorara las opciones de una acci¨®n militar. Panetta contact¨® con el vicealmirante Bill McRaven, el SEAL a cargo del JSOC. Tradicionalmente, el Ej¨¦rcito ha controlado las operaciones especiales, pero en los ¨²ltimos a?os los SEALS han adquirido una mayor presencia: el jefe de McRaven en el momento de la incursi¨®n, Eric Olson -jefe del Mando de Operaciones Especiales, SOCOM en sus siglas en ingl¨¦s-, es almirante de la Armada y fue comandante del DEVGRU. En enero de 2011, McRaven pidi¨® a un oficial del JSOC llamado Brian, que hab¨ªa sido subcomandante del DEVGRU, que le presentara un plan. El mes siguiente, Brian se instal¨® en un despacho de la CIA en Langley (Virginia), y llen¨® las paredes de mapas e im¨¢genes de sat¨¦lite.
La relaci¨®n entre las unidades de operaciones especiales y la CIA se remonta a la guerra de Vietnam. Pero el l¨ªmite entre los dos colectivos se ha ido difuminando a medida que los agentes de la agencia y los militares han coincidido cada vez m¨¢s en Irak y Afganist¨¢n. "Tenemos una relaci¨®n muy ¨ªntima, hablamos y entendemos nuestros respectivos lenguajes", dice un alto oficial del Departamento de Defensa. Ejemplo de esa tendencia es que el general David H. Petraeus, general y antiguo comandante en jefe de las fuerzas en Irak y Afganist¨¢n, es ahora el nuevo director de la CIA, mientras que Panetta se ha hecho cargo del Departamento de Defensa. La misi¨®n para matar a Bin Laden, preparada en el cuartel general de la CIA y autorizada en virtud de los estatutos legales de la CIA, pero ejecutada por agentes del DEVGRU de la Armada, intensific¨® a¨²n m¨¢s la cooperaci¨®n entre la agencia y el Pent¨¢gono. John Radsan, que hab¨ªa pertenecido al equipo de abogados de la CIA, dice que el asalto a Abbottabad fue equivalente a "una total incorporaci¨®n del JSOC a una operaci¨®n de la CIA".
El 14 de marzo, Obama convoc¨® a sus consejeros de seguridad nacional en la Sala de Crisis de la Casa Blanca y revis¨® un cuadro que mostraba posibles acciones contra el complejo de Abbottabad. Todas eran variantes de un asalto del JSOC o un ataque a¨¦reo. En algunas versiones se propon¨ªa cooperar con el Ej¨¦rcito paquistan¨ª; en otras, no pedir su colaboraci¨®n. "Hab¨ªa una aut¨¦ntica falta de confianza en que los paquistan¨ªes pudieran mantener el secreto durante m¨¢s de un nanosegundo", dice un asesor cercano al presidente. Al final de la reuni¨®n, Obama orden¨® a McRaven que siguiera adelante y elaborase un plan.
Brian invit¨® a James, el jefe del Escuadr¨®n Rojo del DEVGRU, y a Mark, el suboficial mayor, al cuartel general de la CIA. Pasaron las dos semanas y media siguientes buscando formas de entrar en la casa. Una opci¨®n era volar en helic¨®pteros hasta un lugar a las afueras de Abbottabad y hacer que el equipo entrara a pie en la ciudad. Pero el riesgo era alto y los SEALS estar¨ªan cansados despu¨¦s de tener que correr una distancia considerable hasta el complejo. Pensaron en excavar un t¨²nel para entrar o, al menos, en la posibilidad de que Bin Laden excavara un t¨²nel para salir. Pero las im¨¢genes del Centro Nacional de Inteligencia Geoespacial mostraban que hab¨ªa agua estancada, lo cual suger¨ªa que el complejo estaba construido sobre una cuenca de drenaje. La capa fre¨¢tica estaba seguramente justo bajo la superficie, por lo que los t¨²neles ser¨ªan casi imposibles. Al final, los planificadores se pusieron de acuerdo en que ten¨ªa m¨¢s sentido volar hasta el complejo. "Nuestro trabajo consiste en hacer lo inesperado, y es probable que lo que menos se esperasen fuera que llegase un helic¨®ptero, dejase caer a unos hombres en el tejado y aterrizase en el jard¨ªn", dice el oficial de Operaciones Especiales.
El 29 de marzo, McRaven present¨® el plan a Obama. Los asesores militares del presidente estaban divididos. Algunos eran partidarios de un asalto; otros, de un ataque a¨¦reo, y otros quer¨ªan esperar a mejores datos. Una opci¨®n era atacar con bombarderos B-2 Spirit. Esto evitaba el riesgo de meter soldados estadounidenses en territorio paquistan¨ª. Pero la Fuerza A¨¦rea calcul¨® que ser¨ªa necesaria una carga de 32 bombas inteligentes, cada una de 1.000 kilos, para penetrar a 10 metros bajo tierra y asegurarse del derrumbe de cualquier b¨²nker. La perspectiva de arrasar una ciudad paquistan¨ª hizo dudar a Obama, que aparc¨® la opci¨®n de los B-52 e indic¨® a McRaven que empezara a ensayar la incursi¨®n.
Brian, James y Mark seleccionaron un equipo de dos docenas de SEALS del Escuadr¨®n Rojo y les dijeron que se presentaran en un lugar muy boscoso de Carolina del Norte para hacer un ejercicio de entrenamiento el 10 de abril (el Escuadr¨®n Rojo es uno de los cuatro que componen el DEVGRU, que cuenta con unos 300 agentes). Ninguno de los SEALS, aparte de James y Mark, estaba al tanto de las informaciones de la CIA sobre el complejo de Bin Laden hasta que un teniente de nav¨ªo entr¨® en un despacho en el que encontr¨® a un general de dos estrellas del Ej¨¦rcito, del cuartel general del JSOC, sentado en torno a una mesa con Brian, James, Mark y varios analistas de la CIA. All¨ª mismo pusieron al teniente de nav¨ªo al corriente. En el campamento se hab¨ªa construido una r¨¦plica del complejo, todo se?alado con muros y alambradas. El equipo pas¨® los cinco d¨ªas siguientes practicando maniobras.
El 18 de abril, la patrulla del DEVGRU vol¨® a Nevada para otra semana de ensayos. Practicaron en una gran franja de desierto, propiedad del Gobierno, con una elevaci¨®n equivalente a la zona de alrededor de Abbottabad. Hab¨ªa un edificio que pod¨ªa hacer de casa de Bin Laden. Las tripulaciones de los helic¨®pteros prepararon una ruta paralela al camino entre Jalalabad y Abbottabad. Cada noche, tras el atardecer, comenzaban las pr¨¢cticas. Doce SEALS, entre ellos Mark, abordaban el helic¨®ptero n¨²mero 1. Otros 11 SEALS, Ahmed y Cairo sub¨ªan al helic¨®ptero n¨²mero 2. Los pilotos volaban a oscuras, llegaban al falso complejo y se quedaban sobrevol¨¢ndolo mientras los SEALS descend¨ªan por cuerdas. No todos estaban acostumbrados. A Ahmed lo hab¨ªan sacado de una mesa para la misi¨®n, y nunca se hab¨ªa deslizado por una cuerda. Aprendi¨® enseguida la t¨¦cnica.
Refinaron el plan. El helic¨®ptero n¨²mero 1 volar¨ªa sobre el patio y lanzar¨ªa dos cuerdas por las que se deslizar¨ªan los 12 SEALS al suelo. El helic¨®ptero n¨²mero 2 volar¨ªa hacia la esquina noreste para dejar bajar a Ahmed, Cairo y cuatro SEALS, que vigilar¨ªan el per¨ªmetro del edificio. Entonces el helic¨®ptero se situar¨ªa sobre la casa y James y los otros seis SEALS bajar¨ªan al tejado. Ahmed mantendr¨ªa a raya a los vecinos curiosos. Si hac¨ªa falta, los SEALS y el perro ayudar¨ªan de forma m¨¢s agresiva. Si no encontraran a Bin Laden, enviar¨ªan a Cairo para que buscase paredes falsas o puertas ocultas. "No era una operaci¨®n dif¨ªcil", dice el oficial de Operaciones Especiales.
La noche del 21 de abril lleg¨® un avi¨®n lleno de invitados. El almirante Mike Mullen, jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor, se reuni¨® con Olson, McRaven y el personal de la CIA en un hangar para que Brian, James, Mark y los pilotos les informaran sobre la misi¨®n, denominada Operaci¨®n Lanza de Neptuno. A pesar del papel fundamental del JSOC, la misi¨®n era oficialmente una operaci¨®n secreta de la CIA. El secreto permit¨ªa que la Casa Blanca ocultara su participaci¨®n en caso necesario.
En la noche del martes 26 de abril, el equipo de SEALS subi¨® a un Boeing C-17 Globemaster en Oceana, una base a¨¦rea de la Marina. Tras repostar en la base a¨¦rea de Ramstein, en Alemania, el C-17 continu¨® vuelo hasta el aer¨®dromo de Bagram, al norte de Kabul. En Washington, Panetta convoc¨® a m¨¢s de una docena de responsables y analistas de la CIA a una ¨²ltima reuni¨®n. Panetta pregunt¨® a los asistentes qu¨¦ seguridad ten¨ªan de que Bin Laden estaba en Abbottabad. El agente especializado en antiterrorismo dice que los porcentajes "variaron entre el 40% y el 90% o 95%".
Panetta era consciente de las dudas de los analistas, pero pensaba que las informaciones eran las mejores obtenidas por la CIA sobre Bin Laden desde su huida de Tora Bora. A media tarde del jueves, Panetta y el resto del equipo de seguridad nacional se reunieron con el presidente. Durante unas noches no iba a haber luz de luna sobre Abbottabad, las condiciones ideales para un asalto. Despu¨¦s habr¨ªa que esperar otro mes a que el ciclo lunar volviera a tener su fase m¨¢s oscura. Invitaron a varios analistas del Centro Nacional de Antiterrorismo a que expresaran su opini¨®n; su grado de confianza en la fiabilidad de los datos de la CIA fue de entre un 40% y un 60%. El director, Michael Leiter, dijo que ser¨ªa preferible esperar a una confirmaci¨®n m¨¢s s¨®lida de la presencia de Bin Laden. Sin embargo, el peligro era que cuanto m¨¢s se aplazara la acci¨®n, m¨¢s posibilidades hab¨ªa de alguna filtraci¨®n, "que habr¨ªa desbaratado el plan". Obama levant¨® la sesi¨®n pasadas las siete de la tarde. Se lo iba a pensar.
A la ma?ana siguiente, el presidente se reuni¨® en la sala de mapas con su asesor de seguridad nacional, Tom Donilon; uno de sus adjuntos, Denis McDonough, y Brennan. Obama hab¨ªa decidido llevar a cabo un asalto con el DEVGRU, y McRaven deb¨ªa escoger la noche. Era demasiado tarde para hacerlo ese viernes, y el s¨¢bado iba a haber demasiadas nubes. El s¨¢bado por la tarde, McRaven y Obama hablaron por tel¨¦fono, y McRaven dijo que la misi¨®n se iba a llevar a cabo el domingo por la noche. "Que Dios les ayude", dijo Obama. "Por favor, transm¨ªtales mi agradecimiento personal por su servicio y el mensaje de que voy a seguir personalmente esta misi¨®n muy de cerca".
El domingo 1 de mayo por la ma?ana, los miembros del equipo de la Casa Blanca cancelaron las visitas previstas, encargaron bandejas de s¨¢ndwiches en un supermercado y transformaron la Sala de Crisis en un puesto de mando. A las once en punto, los principales asesores de Obama empezaron a reunirse en torno a una gran mesa de conferencias. Ten¨ªan una pantalla que les conectaba con Panetta, en la sede de la CIA, y McRaven, en Afganist¨¢n (hab¨ªa al menos otros dos centros de mando, uno en el Pent¨¢gono y otro dentro de la Embajada de Estados Unidos en Islamabad).
El general de brigada Marshall Webb, uno de los jefes adjuntos del JSOC, se sent¨® al extremo de una mesa lacada en un peque?o despacho anexo y encendi¨® su ordenador port¨¢til. Abri¨® varias ventanas de chat para mantener a la Casa Blanca conectada con los dem¨¢s equipos. El despacho ten¨ªa la ¨²nica pantalla de la Casa Blanca con im¨¢genes del objetivo en directo, en tiempo real, tomadas por un avi¨®n no pilotado RQ 170 que sobrevolaba Abbottabad a m¨¢s de 5.000 metros de altura. Los estrategas del JSOC, decididos a guardar el mayor secreto posible, hab¨ªan preferido no utilizar aviones de combate ni bombarderos. "No val¨ªa la pena", dice el oficial de Operaciones Especiales. Los SEALS estaban solos.
Obama regres¨® a la Casa Blanca a las dos en punto, despu¨¦s de jugar nueve hoyos de golf en la base a¨¦rea de Andrews. Los Black Hawks salieron de Jalalabad 30 minutos despu¨¦s. Justo antes de las cuatro, Panetta anunci¨® al grupo en la Sala de Crisis que los helic¨®pteros se aproximaban a Abbottabad. Obama se puso de pie. "Tengo que verlo", dijo, y cruz¨® el pasillo para entrar en el despachito y sentarse junto a Webb. El vicepresidente Joseph Biden; el secretario de Defensa, Gates, y la secretaria de Estado, Hillary Clinton, le siguieron, igual que hicieron todos los que pudieron caber en la habitaci¨®n. En la pantalla LCD, de un tama?o mediano, el helic¨®ptero n¨²mero 1 -una imagen granulada en blanco y negro- apareci¨® sobre el complejo y empez¨® a tener problemas.
Cuando el piloto not¨® que el helic¨®ptero se le iba, tir¨® del plato c¨ªclico, que controla la velocidad de las aspas de la h¨¦lice, pero el aparato no respond¨ªa. Los altos muros del complejo y las temperaturas c¨¢lidas hab¨ªan hecho que el Black Hawk entrara en el flujo descendente causado por su propia h¨¦lice, una peligrosa situaci¨®n aerodin¨¢mica conocida como settling with power, una ca¨ªda en torbellino. En Carolina del Norte no hab¨ªan visto ese problema, porque la alambrada utilizada en los ensayos permit¨ªa la libre circulaci¨®n del aire. Un antiguo piloto de helic¨®pteros con amplia experiencia explica la situaci¨®n de quien estaba a los mandos: "Es terror¨ªfico, yo he estado en una situaci¨®n as¨ª. La ¨²nica forma de superarla es empujar el plato c¨ªclico hacia delante y salir del silo vertical que se ha formado y por el que est¨¢s cayendo. Pero hace falta altitud. Si est¨¢s a 700 metros, tienes tiempo. Si est¨¢s a 16 metros, te chocas contra el suelo".
El piloto abandon¨® el plan de soltar las cuerdas y se centr¨® en aterrizar. Fue en busca de un corral para animales que hab¨ªa en la parte occidental del complejo. Los SEALS a bordo se sujetaron mientras la h¨¦lice de cola giraba y rozaba el muro de seguridad. El piloto bloque¨® el morro hacia delante para empotrarlo en el suelo y evitar que la nave se volcase hacia un costado. Vacas, gallinas y conejos salieron corriendo. Con el Black Hawk estrellado sobre la pared en un ¨¢ngulo de 45 grados, la tripulaci¨®n emiti¨® una llamada de socorro a los Chinooks.
James y los SEALS del helic¨®ptero n¨²mero 2 observaron todo mientras sobrevolaban la esquina noreste del complejo. El segundo piloto, sin saber si sus colegas estaban recibiendo disparos o experimentando problemas mec¨¢nicos, dej¨® de lado el plan de sobrevolar el tejado y aterriz¨® en un campo al otro lado de la calle. Todav¨ªa no hab¨ªa ning¨²n estadounidense en la parte residencial del complejo: Mark y su equipo estaban en un helic¨®ptero ca¨ªdo en un lado, y James y el suyo estaban en el extremo opuesto. Los equipos llevaban un minuto sobre el objetivo y la misi¨®n ya se hab¨ªa desviado del plan.
"La eternidad es el tiempo entre el momento en que ves que algo va mal y la primera informaci¨®n de viva voz", dice el oficial de Operaciones. Los responsables en Washington vieron las im¨¢genes a¨¦reas y aguardaron con inquietud a o¨ªr una transmisi¨®n militar. El asesor personal del presidente compara la experiencia con la de "ver el cl¨ªmax de una pel¨ªcula".
Al cabo de unos minutos, los 12 SEALS del helic¨®ptero n¨²mero 1 se repusieron y transmitieron con calma por radio que segu¨ªan adelante con la incursi¨®n. Hab¨ªan llevado a cabo tantas operaciones en los nueve a?os anteriores que pocas cosas les pillaban desprevenidos. En los meses transcurridos desde entonces, los medios de comunicaci¨®n han dicho muchas veces que la operaci¨®n de Abbottabad fue tan dif¨ªcil como la Operaci¨®n Garra de ?guila y el incidente de Black Hawk Down, pero el alto funcionario del Departamento de Defensa dice que "esta no fue una de las tres misiones m¨¢s dif¨ªciles. Fue una m¨¢s entre las casi 2.000 misiones que se han realizado en los dos ¨²ltimos a?os, noche tras noche". Equipar¨® la pr¨¢ctica de las incursiones nocturnas con la tarea de "cortar el c¨¦sped". Solo en la noche del 1 de mayo, las fuerzas de Operaciones Especiales estacionadas en Afganist¨¢n completaron otras 12 misiones en las que capturaron o mataron a entre 12 y 15 objetivos. "La mayor¨ªa de las misiones siguen una direcci¨®n", dice. "Esta se torci¨®".
Tras el choque, Mark y los dem¨¢s miembros del equipo salieron por las puertas laterales del helic¨®ptero n¨²mero 1. Las botas se les hund¨ªan en el barro mientras corr¨ªan junto a una pared de m¨¢s de tres metros que rodeaba el corral. Tres hombres del equipo de demolici¨®n se acercaron a la puerta de metal, cerrada, sacaron explosivos C4 de sus bolsas y los colocaron en las bisagras. La puerta se abri¨® con una gran explosi¨®n. Los otros nueve SEALS salieron corriendo y fueron a parar a una especie de callej¨®n, dando la espalda a la entrada principal de la casa. Siguieron por el callej¨®n, con los fusiles silenciados en los hombros. Mark iba el ¨²ltimo mientras trataba de establecer comunicaci¨®n por radio con el otro equipo. Al final del camino, los estadounidenses volaron otra verja y entraron en el patio del pabell¨®n de invitados, donde viv¨ªa Abu Ahmed al Kuwaiti, el mensajero de Bin Laden, con su esposa y sus cuatro hijos.
Tres SEALS que iban en la parte delantera corrieron a examinar la casa de invitados mientras los otros nueve volaban otra puerta m¨¢s y pasaban a un patio interior que daba a la casa principal. Cuando los primeros doblaron una esquina para acercarse a la puerta del pabell¨®n de invitados, vieron a Kuwaiti que entraba corriendo a avisar a su mujer y sus hijos. Las gafas de visi¨®n nocturna de los estadounidenses daban a la escena unos tonos pixelados de color verde esmeralda. Kuwaiti iba vestido con un shalwar kameez (un conjunto de camisa y pantal¨®n) blanco, hab¨ªa agarrado un arma y estaba volviendo a salir cuando los SEALS abrieron fuego y le mataron.
Los otros nueve SEALS, entre ellos Mark, formaron unidades de tres para limpiar el patio interior. Los estadounidenses sospechaban que hab¨ªa varios hombres m¨¢s en la casa: el hermano de Kuwaiti, Abrar, de 33 a?os; dos hijos de Bin Laden, Hamza y Khalid, y el propio Bin Laden. Cuando una unidad SEAL acababa de atravesar el patio hacia la entrada delantera, Abrar -un hombre robusto, con bigote, con un shalwar kameez de color crema- apareci¨® armado con un AK-47. Le dispararon en el pecho y le mataron, igual que a su mujer, Bushra, que estaba de pie, sin arma alguna, junto a ¨¦l.
Fuera de los muros del complejo, Ahmed, el traductor, patrullaba el camino de tierra delante de la casa de Bin Laden como si fuera un polic¨ªa paquistan¨ª vestido de paisano. Ten¨ªa todo el aspecto, con un shalwar kameez por encima de un chaleco antibalas. Ahmed, el perro Cairo y cuatro SEALS proteg¨ªan el per¨ªmetro de la casa mientras James y otros seis SEALS -el contingente que deber¨ªa haber descendido sobre el tejado- entraban. Para el equipo que patrullaba el per¨ªmetro, los 15 primeros minutos transcurrieron sin incidentes. Los vecinos, sin duda, hab¨ªan o¨ªdo los helic¨®pteros, el sonido de uno que se estrellaba y las explosiones y los disparos espor¨¢dicos, pero no sali¨® nadie. Un habitante local mencion¨® el tumulto en Twitter: "Helic¨®ptero sobrevolando Abbottabad a la una de la ma?ana (es poco frecuente)".
Unos cuantos paquistan¨ªes curiosos se acercaron a preguntar por la conmoci¨®n al otro lado del muro. "Vuelvan a sus casas", dijo Ahmed en past¨²n, mientras Cairo permanec¨ªa alerta. "Est¨¢ en marcha una operaci¨®n de seguridad". La gente se fue a sus casas sin sospechar que hab¨ªan hablado con un norteamericano. Cuando, en los d¨ªas siguientes, llegaron los periodistas a Bilal, un residente cont¨®: "Vi que de un helic¨®ptero sal¨ªan unos soldados y que iban hacia la casa. Varios de ellos nos ordenaron en past¨²n que apag¨¢ramos las luces y permaneci¨¦ramos en el interior de las casas".
El jefe del escuadr¨®n, James, tras atravesar un muro, cruzar una parte del patio cubierta de enrejados y atravesar un segundo muro, se hab¨ªa reunido con los SEALS del helic¨®ptero n¨²mero 1, que estaban entrando en la planta baja de la casa. Lo que sucedi¨® a continuaci¨®n no est¨¢ claro. "Les aseguro que hubo un periodo de casi 20 o 25 minutos en el que no supimos qu¨¦ estaba ocurriendo", declar¨® Panetta m¨¢s tarde, en el programa de la cadena PBS NewHour.
Hasta ese momento, la operaci¨®n hab¨ªa sido observada por docenas de responsables de defensa, inteligencia y la administraci¨®n, que ve¨ªan las im¨¢genes enviadas por el avi¨®n no tripulado. Los SEALS no llevaban c¨¢maras en los cascos, pese a lo que dijo una informaci¨®n muy reproducida de CBS. Ninguno de ellos conoc¨ªa de antemano la planta de la casa y se sent¨ªan a¨²n m¨¢s excitados por saber que pod¨ªan estar a unos minutos de acabar con la persecuci¨®n m¨¢s costosa de la historia de EE UU; como consecuencia, algunos de sus recuerdos -en los que se basa este relato- pueden ser poco precisos y sujetos a controversia.
Mientras los hijos de Abrar corr¨ªan, los SEALS registraron la primera planta de la casa principal, habitaci¨®n por habitaci¨®n. Aunque los estadounidenses hab¨ªan previsto la posibilidad de que hubiera alguna bomba trampa, la presencia de ni?os en el complejo les indic¨® que no era as¨ª. "Hay un l¨ªmite a lo hipervigilante que se puede ser", dice el oficial de Operaciones Especiales. "?Bin Laden se acostaba todas las noches pensando que ¨ªbamos a venir al d¨ªa siguiente? Por supuesto que no. Quiz¨¢ los dos primeros a?os, pero ahora ya no". No obstante, hab¨ªa medidas de precauci¨®n: una puerta de metal cerrada bloqueaba la base de la escalera que llevaba al segundo piso.
Despu¨¦s de volar la puerta con cargas de C-4, tres SEALS subieron por las escaleras. A mitad de camino vieron al hijo de Bin Laden de 23 a?os, Khalid, que asomaba el cuello detr¨¢s de una esquina. Luego apareci¨® en lo alto de la escalera con un AK-47. Khalid, que llevaba una camiseta con el cuello dado de s¨ª y ten¨ªa el pelo corto y una barba recortada, dispar¨® a los soldados. (El responsable de antiterrorismo afirma que Khalid no iba armado, aunque s¨ª era una amenaza digna de tener en cuenta. "Un var¨®n adulto, a ¨²ltima hora de la noche, a oscuras, que baja por la escalera hacia ti en una casa de Al Qaeda, lo normal es suponer que es un elemento hostil"). Al menos dos de los SEALS devolvieron los disparos y mataron a Khalid. Seg¨²n los folletos que llevaban, dentro del complejo viv¨ªan hasta cinco varones adultos. Hab¨ªa ya tres muertos; el cuarto, Hamza, otro hijo de Bin Laden, no estaba all¨ª. El ¨²ltimo era el propio Bin Laden.
Antes de comenzar la misi¨®n, los SEALS hab¨ªan creado una lista de palabras en clave, con referencias a los indios americanos. Cada palabra representaba una fase distinta de la misi¨®n: salir de Jalalabad, entrar en Pakist¨¢n, acercarse al complejo, etc¨¦tera. "Ger¨®nimo" significaba que hab¨ªan encontrado a Bin Laden. Tres SEALS pasaron corriendo junto al cuerpo de Khalid y volaron otra verja de metal que obstru¨ªa el paso a la escalera para subir al tercer piso. Subieron por los escalones sin luz y examinaron el descansillo. En el escal¨®n superior, el primer SEAL gir¨® a la derecha: con las gafas de visi¨®n nocturna hab¨ªa visto a un hombre alto y delgado, con barba, que miraba desde la puerta de un dormitorio, a tres metros de distancia. El SEAL sinti¨® de inmediato que era "Cig¨¹e?al". El responsable de antiterrorismo dice que el SEAL vio a Bin Laden desde el descansillo y dispar¨®, pero fall¨®.
Los estadounidenses corrieron hacia la puerta del dormitorio. El primer SEAL la abri¨® de un empuj¨®n. Dos de las esposas de Bin Laden se hab¨ªan colocado delante de ¨¦l. Amal al Fatah, su quinta esposa, gritaba en ¨¢rabe. Hizo un movimiento como si fuera a atacar; el SEAL baj¨® el ca?¨®n y le dispar¨® en la pantorrilla. Temiendo que alguna de las mujeres, o las dos, llevara chalecos cargados de explosivos, se acerc¨® y las envolvi¨® en un abrazo del oso. Desde luego, si los hubieran llevado y los hubieran hecho estallar, habr¨ªa muerto, pero habr¨ªa absorbido parte del impacto y quiz¨¢ habr¨ªa salvado a los dos SEALS que iban tras ¨¦l.
Un segundo SEAL entr¨® en la habitaci¨®n y apunt¨® el l¨¢ser de infrarrojos de su M4 hacia el pecho de Bin Laden. El jefe de Al Qaeda, que llevaba un shalwar kameez de color tostado y un gorro de oraci¨®n en la cabeza, se qued¨® paralizado; no iba armado. "Nunca se plante¨® la posibilidad de detenerlo o capturarlo; no fue una decisi¨®n de ¨²ltimo minuto. Nadie quer¨ªa prisioneros", dice el oficial de Operaciones Especiales. El Gobierno mantiene que si Bin Laden se hubiera rendido, lo habr¨ªan capturado vivo.
Nueve a?os, siete meses y 20 d¨ªas despu¨¦s del 11 de septiembre, un estadounidense estaba a un disparo de acabar con la vida de Bin Laden. El primer tiro, una bala de 5,56 mil¨ªmetros, alcanz¨® a Bin Laden en el pecho. Cuando ca¨ªa hacia atr¨¢s, el SEAL le dispar¨® un segundo tiro a la cabeza, justo sobre el ojo izquierdo. Tom¨® su radio e inform¨®: "Por Dios y por mi pa¨ªs, Ger¨®nimo, Ger¨®nimo, Ger¨®nimo". Tras una pausa, a?adi¨®: "Ger¨®nimo E.K.I.A." (enemy killed in action, enemigo muerto en acci¨®n).
Al o¨ªr esto en la Casa Blanca, Obama frunci¨® los labios y dijo en tono solemne, sin dirigirse a nadie: "Lo tenemos".
El primer SEAL solt¨® un poco a las dos mujeres de Bin Laden, les puso esposas de pl¨¢stico y las llev¨® abajo. Mientras tanto, dos colegas suyos subieron corriendo con una bolsa de nailon para cad¨¢veres. La desenrollaron, se arrodillaron cada uno a un lado de Bin Laden y colocaron el cuerpo en la bolsa. Hab¨ªan pasado 18 minutos desde el aterrizaje del equipo del DEVGRU.
Durante los 20 minutos siguientes recogieron datos. Cuatro hombres examinaron la segunda planta, con bolsas de pl¨¢stico en la mano, para recoger l¨¢pices de memoria, CD, DVD y discos de ordenador, en una habitaci¨®n que hab¨ªa sido, en parte, un centro de medios de comunicaci¨®n de Bin Laden. Fuera, los soldados agruparon a las mujeres y los ni?os -todos ellos con esposas de pl¨¢stico- y les hicieron sentarse junto a una pared exterior desde la que se ve¨ªa el segundo Black Hawk, el que no hab¨ªa sufrido da?os. El ¨²nico miembro del equipo que hablaba bien ¨¢rabe les interrog¨®. Casi todos los ni?os eran menores de 10 a?os. Parec¨ªan no tener idea de qui¨¦n era el que viv¨ªa en el piso de arriba, aparte de que era "un viejo". Ninguna de las mujeres confirm¨® que el hombre era Bin Laden, pero una de ellas no dej¨® de llamarle "el jeque". Cuando lleg¨® el Chinook de rescate, un sanitario sali¨® y se arrodill¨® junto al cuerpo de Bin Laden. Le inyect¨® una jeringuilla y extrajo dos muestras de m¨¦dula espinal. Luego obtuvo m¨¢s ADN con bastoncillos de algod¨®n. Una de las muestras de m¨¦dula fue al Black Hawk. La otra fue al Chinook, junto con el cad¨¢ver.
Despu¨¦s, los SEALS ten¨ªan que destruir el Black Hawk estrellado. El piloto, armado con un martillo que ten¨ªa para casos as¨ª, destroz¨® el panel de instrumentos, la radio y los dem¨¢s dispositivos secretos de la cabina. Luego lleg¨® el equipo de demolici¨®n. colocaron explosivos junto al sistema de aviaci¨®n, las comunicaciones, el motor y la h¨¦lice. "No se pod¨ªa ocultar que era un helic¨®ptero", dice el oficial de operaciones especiales. "Pero s¨ª dejarlo inutilizable". Mientras sal¨ªan llamas gigantescas, los estadounidenses se fueron.
En la Sala de Crisis, Obama dijo: "No voy a estar tranquilo hasta que esos chicos salgan de ah¨ª y est¨¦n a salvo". Despu¨¦s de 38 minutos en el complejo, los dos equipos de SEALS ten¨ªan que superar el largo vuelo de vuelta a Afganist¨¢n. El Black Hawk ten¨ªa poco combustible y tuvo que quedar con el Chinook en el punto de repostaje que estaba cerca de la frontera afgana, pero todav¨ªa dentro de Pakist¨¢n. Se tardaban 25 minutos en llenar el dep¨®sito. En Washington, Biden, que ten¨ªa un rosario en las manos, se volvi¨® hacia Mullen, el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor. "Deber¨ªamos ir todos a misa esta noche", afirm¨®.
Los helic¨®pteros aterrizaron en Jalalabad hacia las tres de la madrugada; McRaven y el jefe de la delegaci¨®n de la CIA recibieron al equipo en la pista. Dos SEALS bajaron la bolsa con el cad¨¢ver y la abrieron para que McRaven y el funcionario de la CIA pudieran ver el cuerpo de Bin Laden con sus propios ojos. Hicieron fotograf¨ªas de su rostro y de su cuerpo. Pensaron que Bin Laden deb¨ªa de medir alrededor de 1,90 metros, pero nadie ten¨ªa una cinta m¨¦trica a mano para confirmarlo. Un SEAL que med¨ªa 1,80 se tendi¨® junto al cuerpo y vieron que este med¨ªa m¨¢s o menos 10 cent¨ªmetros m¨¢s que ¨¦l. Minutos despu¨¦s, McRaven apareci¨® en la pantalla de teleconferencia de la Sala de Crisis para confirmar que el cuerpo de Bin Laden estaba en la bolsa. Lo enviaron a Bagram.
Desde el principio, los SEALS hab¨ªan pensado arrojar el cad¨¢ver al mar, una forma rotunda de acabar con el mito de Bin Laden. Ya hab¨ªan hecho algo similar en otro caso anterior. Durante un asalto con helic¨®pteros del DEVGRU en Somalia, en septiembre de 2009, los SEALS hab¨ªan matado a Saleh Ali Saleh Nabhan, uno de los principales dirigentes de Al Qaeda en ?frica oriental; luego llevaron el cad¨¢ver a un buque en el oc¨¦ano ?ndico, le administraron los debidos ritos musulmanes y lo arrojaron por la borda. Antes de hacer lo mismo con Bin Laden, John Brennan hizo una llamada. Hab¨ªa sido jefe de la oficina de la CIA en Riad y llam¨® a un antiguo colega de los servicios de inteligencia saud¨ªes. Le dijo lo que hab¨ªa ocurrido en Abbottabad y le inform¨® del plan. Brennan sab¨ªa que la familia de Bin Laden segu¨ªa ocupando un lugar destacado en el reino y que Osama hab¨ªa sido ciudadano saud¨ª. ?Estaba interesado el Gobierno saud¨ª en recuperar el cad¨¢ver? "Su plan me parece bien", replic¨® su hom¨®logo.
Al amanecer cargaron el cuerpo en la bodega de un V-22 Osprey de alas basculantes, acompa?ado por un oficial de enlace del JSOC y una patrulla de seguridad de polic¨ªa militar. El Osprey vol¨® hacia el sur, hacia el USS Carl Vinson, un portaaviones nuclear de m¨¢s de 300 metros de eslora que navegaba por el mar de Arabia, frente a la costa paquistan¨ª. Una vez m¨¢s, los estadounidenses iban a atravesar espacio a¨¦reo de Pakist¨¢n sin permiso. A algunos funcionarios les preocupaba que los paquistan¨ªes, humillados por el ataque unilateral en Abbottabad, restringieran el acceso. Pero el avi¨®n aterriz¨® en el Vinson sin incidente. Lavaron el cuerpo de Bin Laden, lo envolvieron en una mortaja blanca, lo pesaron y lo metieron en una bolsa. El proceso se llev¨® a cabo "en estricto cumplimiento de los preceptos y las pr¨¢cticas del islam", dijo Brennan. El enlace del JSOC, el contingente de polic¨ªa militar y varios marineros colocaron el cuerpo amortajado en un ascensor al aire libre y bajaron hasta el nivel inferior, el hangar para los aviones. Desde siete u ocho metros sobre las olas, arrojaron el cuerpo al agua.
La proximidad de la casa de Bin Laden a la Academia Militar de Pakist¨¢n sugiri¨® la posibilidad de que el Ej¨¦rcito o el ISI le hubieran protegido. ?C¨®mo hab¨ªa podido vivir el jefe de Al Qaeda tan cerca de la academia sin que por lo menos varios oficiales lo supieran? Las sospechas aumentaron cuando The New York Times inform¨® de que en casa de Bin Laden se hab¨ªa encontrado al menos un tel¨¦fono m¨®vil con los datos de contacto de militantes destacados pertenecientes al grupo Harakatul-Mujahideen, un grupo yihadista estrechamente vinculado al ISI. Aunque las autoridades estadounidenses han dicho que seguramente hubo funcionarios paquistan¨ªes que le ayudaron a ocultarse en Abbottabad, todav¨ªa no se han presentado pruebas concluyentes.
La muerte de Bin Laden proporcion¨® a la Casa Blanca la victoria simb¨®lica que necesitaba para sacar a las tropas de Afganist¨¢n. Siete semanas despu¨¦s, Obama anunci¨® un calendario de retirada. No obstante, no se prev¨¦ que las actividades antiterroristas de EE UU dentro de Pakist¨¢n -es decir, las operaciones clandestinas de la CIA y el JSOC- se interrumpan a corto plazo. Desde el 2 de mayo ha habido m¨¢s de 20 incursiones de aviones no tripulados en Wazirist¨¢n del Norte y del Sur, incluida una que, al parecer, mat¨® a Ilyas Kashmiri, uno de los principales l¨ªderes de Al Qaeda, mientras tomaba t¨¦ en un huerto.
El 6 de mayo, Al Qaeda confirm¨® la muerte de Bin Laden e hizo p¨²blica una declaraci¨®n en la que felicitaba "a la naci¨®n isl¨¢mica" por "el martirio de su buen hijo Osama". Los autores promet¨ªan a los estadounidenses que "su alegr¨ªa se transformar¨¢ en pena y sus l¨¢grimas se mezclar¨¢n con sangre". Ese d¨ªa, el presidente Obama viaj¨® a Fort Campbell (Kentucky), donde tiene su base el 160? Regimiento, para conocer a la unidad del DEVGRU y a los pilotos que hab¨ªan llevado a cabo la misi¨®n. Los SEALS, que hab¨ªan vuelto de Afganist¨¢n unos d¨ªas antes, volaron desde Virginia. Biden, Tom Donilon y una docena de asesores de seguridad nacional les acompa?aron.
McRaven recibi¨® a Obama en la pista. Se hab¨ªan conocido en la Casa Blanca unos d¨ªas antes, el presidente hab¨ªa regalado una cinta m¨¦trica a Mc Raven. Le condujo, junto con su equipo, a un edificio de una planta al otro lado de la base. Entraron en una habitaci¨®n sin ventanas, con una moqueta ra¨ªda, luces fluorescentes y tres filas de sillas plegables de metal. McRaven, Brian, los pilotos del 160? Regimiento y James informaron por turnos al presidente.
Despu¨¦s, Obama y sus asesores fueron por el pasillo a una segunda habitaci¨®n en la que estaban reunidas otras personas que hab¨ªan intervenido en la misi¨®n: log¨ªsticos, jefes de tripulaci¨®n y suplentes de los SEALS. Obama otorg¨® al equipo una menci¨®n presidencial y dijo: "Los profesionales de nuestros servicios de inteligencia han hecho una labor asombrosa. Yo cre¨ªa a medias que Bin Laden estaba all¨ª, pero ten¨ªa plena confianza en ustedes. Son, literalmente, la mejor fuerza peque?a de combate que ha existido jam¨¢s en el mundo". Entonces, el equipo que hab¨ªa llevado a cabo la misi¨®n dio al presidente una bandera de Estados Unidos que estaba a bordo del Chinook de rescate. La bandera, de 1¡Á1,6 metros, la hab¨ªan estirado, planchado y enmarcado. Los SEALS y los pilotos la hab¨ªan firmado por detr¨¢s; delante hab¨ªa una inscripci¨®n que dec¨ªa: "De la Fuerza Conjunta para la Operaci¨®n Lanza de Neptuno, 1 de mayo de 2011: por Dios y por nuestro pa¨ªs. Ger¨®nimo". Obama prometi¨® colocar el regalo "en alg¨²n sitio privado y que signifique mucho para m¨ª". Antes de su vuelta a Washington, el presidente pos¨® para que le hicieran fotograf¨ªas con cada miembro del equipo y habl¨® con muchos de ellos, pero hubo una cosa de la que no se dijo nada. Nunca pregunt¨® qui¨¦n hab¨ªa tirado el disparo mortal, y los SEALS nunca se ofrecieron a dec¨ªrselo.
? 'The New Yorker'.
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